Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

miércoles, 4 de junio de 2008

Una de portugueses

A lo largo de mi existencia, he visitado tierras portuguesas en cuatro ocasiones, incluyendo los dos archipiélagos (Azores y Madeira). Considero a los portugueses como hermanos, y entiendo como lamentable el aislamiento mutuo en el que hemos vivido durante siglos, a pesar de las notables similitudes que existen en la historia de los dos pueblos.

Portugal y España nacieron al abrigo de sus respectivas reconquistas peninsulares. De todas las secesiones, uniones, repartos y reuniones que convulsionaron el mapa peninsular a lo largo de la Edad Media, sólo quedaron dos proyectos al final. El español, basado en la unificación de los reinos de Castilla y León, Aragón y Navarra bajo una misma corona, y el portugués, generado tras la secesión de los condados del Duero de la monarquía leonesa. Una vez completada la expansión por territorio peninsular, ambos reinos se lanzaron a la conquista de sendos imperios ultramarinos que durante sesenta años también permanecieron bajo la misma corona, pero que decayeron progresivamente con el tiempo, anclados en su inspiración medieval, y de los que quedaron como último testimonio significativo las posesiones africanas: Ifni, Sáhara occidental y Guinea ecuatorial en el caso de España; Cabo Verde, Guinea, Angola y Mozambique en el de Portugal. Ambos países sufrieron regímenes dictatoriales durante buena parte del siglo pasado, de los que se vieron libres casi al mismo tiempo, unos por la vía rápida (Revolución de los Claveles), otros por la lenta (Transición Democrática). Pocas veces se habrán visto casos semejantes de historias paralelas.

El portugués medio es afable, aunque reservado. Ama la vida sencilla y a su gente. Valora la amistad y, como suelen decir los propios lusos, vive de los sueños y se alimenta de bacalao, que en manos de una cocinera portuguesa es el mejor de los manjares. Ante el español, sin embargo, muchas veces se comporta como el gato que cree ver frente a sí a un perro. Los sentidos alerta, las garras listas para enseñar, y a la mínima que vea o crea ver algo parecido a un desaire o la condescendencia propia del que se siente superior, se acabó. La memoria histórica es una segunda naturaleza en los portugueses. Sólo tienen un vecino de quien preocuparse, y éste no ha resultado ser siempre un buen amigo. Por eso siempre han mirado hacia el mar, dándonos la espalda, y por eso conocen mejor que el padrenuestro la batalla de Aljubarrota frente a las tropas castellanas, un acontecimiento que en España es casi ignoto. No es fácil ganarse a los portugueses o mejor dicho, no es inmediato. Pero si uno se toma la escasa molestia de hablar con ellos y comprenderles, y si encima lo intenta en su dulce idioma, tan cercano al nuestro... bueno, son para toda la vida. Pero hay una lección negativa de todo esto: el mensaje antiespañol no despierta rechazo en Portugal, se puede vender. Es factible. Puede ser creíble.

Y aquí es donde entra en juego el fútbol. Recientemente, la prensa española se ha hecho eco de las declaraciones de Carlos Queiroz, segundo de Ferguson en el ManU, a los medios del país vecino y hermano. En ellas, a propósito del presunto interés del Real Madrid por Cristiano Ronaldo, Queiroz se despachaba a gusto generando una sopa verbal en la que cabía desde Cristóbal Colón y otros episodios de la historia común, hasta la actual selección portuguesa de fútbol y los supuestos intentos del Real Madrid (y, por ende, de los medios españoles) por desestabilizarla de cara a la próxima Eurocopa. Queiroz ha intentado así vender en Portugal una historia que sabe que más de uno podrá, sin duda y lamentablemente, creer.

No soy amigo de lanzar palabras duras contra nadie, porque escribir siempre es fácil, pero la actitud de Queiroz es, a mi juicio y como mínimo, despreciable. Está bien que defienda los intereses del club que le paga (y al que presta mejores servicios de los que prestó en Madrid, por cierto), eso lo puede entender cualquiera. Pero que haga el discurso facilón y manido de vender en su país aquello de que "de España no viene buen viento ni buen casamiento" de un modo tan burdo y miserable, es digno de la más estricta de las censuras. Y ojo, no por ser portugués, sino por conducirse como una mala persona, para lo cual no hay nacionalidad que valga.

Y a propósito de la manzana de la discordia: los medios españoles (esta vez sí) se hacen eco de la posibilidad de que Cristiano Ronaldo pueda recalar finalmente en el FC Barcelona, de la mano de Sandro Rosell, si prospera la moción de censura contra Jan Laporta y si el propio Rosell concurre a las consiguientes elecciones. De por medio estarían los intereses de la firma Nike, de la que el jugador del ManU es ahora mismo su principal cartel, reemplazando así al, por ahora devaluado, Ronaldinho. Y atención al dato: este rumor lo recogen todos, en Madrid y en Barcelona. Lluís Mascaró dedica su columna de ayer al runrún, bajo el título de "La Teoría de Cristiano Ronaldo". Una posibilidad maquiavélica, pero coherente, según él.

Dos cosas.

Primera, como decimos en estas tierras de las Hespérides: ¡Ajolá! Ajolá se lo lleven y se acabe todo este culebrón.

Segunda, una curiosidad: si tal teoría fuese cierta y Rosell va en serio a propósito del fichaje del astro de Madeira... ¿cuál sería la actitud del club inglés? ¿Amenazaría con llevar al Barça ante la FIFA?¿Veríamos un síncope de Ferguson? ¿Qué diría el ínclito e inefable Queiroz esta vez?

Se admiten apuestas.

He dicho.

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