Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

miércoles, 27 de abril de 2011

Dios hecho diablo

La rajada de Guardiola en su rueda de prensa tiene tantos matices como lecturas. Para unos (entre los que me incluyo) significa que por fin el de Santpedor se ha quitado la careta de niño bueno y ha hecho lo que en su día Manolo Preciado: entrar al trapo, y encima con muy malos modos (el puto jefe, el puto amo son calificativos que no honran a su destinatario, pero tampoco a quien los pronuncia). Por otra parte, calificar a la prensa madrileña de central lechera tampoco me parece muy correcto, no tanto por los modos (que también) como por la parcialidad, pues olvida el entrenador culé que a su servicio ha tenido hasta ahora no una central lechera, sino un auténtico arsenal mediático (en absoluto limitado a la pendenciera prensa, deportiva o no, de "su país") que le ha practicado (figuradamente, claro) sexo oral hasta la saciedad. Y tampoco entiendo a cuento de qué viene la mención expresa al presidente del Real Madrid.

Luego están aquellos que jalean al técnico blaugrana. Dicen, por ejemplo, que esta reacción es humana, comprensible y elogiable. Estoy sin duda de acuerdo en lo primero, puedo estarlo en lo segundo, pero en modo alguno en lo tercero. No caben elogios para esta clase de manifestaciones, o al menos así lo veo yo. Que pueden ser convenientes para motivar a tus jugadores, vale. Pero esto tan sólo quiere decir que seguimos en el mismo juego, y que lo ocurrido ayer por la tarde no es más que otro episodio donde las reglas habituales, de repente, han cambiado para uno de sus protagonistas. Del otro ya sabemos a qué juega desde hace tiempo y cuáles son sus reglas. La diferencia entre uno y otro es que con Mourinho sabemos lo que hay; con Pep, visto lo visto, no tanto. De una cosa sí pretendo estar seguro: este no es el auténtico Guardiola, como tampoco lo es el del seny y la empalagosa moderación. Sólo ha habido un cambio de careta, nada más.

Coincido con Javier Mascherano cuando afirma que es una lástima que no se hable más de fútbol, como también con Víctor Fernández al decir que esto se ha convertido en una guerra sucia. No tengo ni idea de las consecuencias que esto puede traer sobre el terreno de juego, pero diría también que me importan, por usar la terminología guardiolera, un puto pimiento, un puto rábano. Como el resultado mismo de la eliminatoria, ya puestos. Sí que me importan, en cambio, las secuelas que lo sucedido estas semanas pueda dejar en la selección española, como bien apuntaba Del Bosque. Tan sólo deseo que se acabe toda esta asquerosa vaina cuanto antes.

He dicho.


lunes, 25 de abril de 2011

Cambio de registro

Si por algo se había distinguido hasta ahora el noi de Santpedor en sus ruedas de prensa era por encomiar al rival hasta el empalago y no comentar jamás aspectos relativos al trabajo de otros entrenadores (salvo para elogiarles también) o de los árbitros, con la única excepción de su rifirafe con Clos Gómez, a quien no vaciló en calificar de mentiroso, lo que le valió una multa de quince mil mortadelos. Dicho patrón de conducta, alabado por todos, le ha valido al entrenador del FC Barcelona un plus angelical y de representante genuino de las virtudes del buen catalán, construyendo a su alrededor una imagen de humildad, mesura, criterio y bondad que el propio Guardiola se ha encargado de gestionar con la máxima eficacia. Así, no es de extrañar que un escritor de renombre y al que (hasta ahora) admiraba y dedicaba simpatías como Juanjo Millás comparase a Guardiola con Dios y a Mourinho con Lucifer, ahí es nada. Pero claro, cuando vienen bien dadas todos somos amables, mostramos buena cara y, si somos inteligentes (y sin duda Pep lo es, y mucho) nos metemos en el bolsillo a cualquiera, hasta el más enconado de los rivales.

Ahora bien, todos absolutamente, unos más y otros menos, llevamos dentro al doctor Jeckyll y a Mr. Hyde. Esa es la gran genialidad de la inmortal obra de Stevenson. El último suele aflorar en momentos de tensión, rompiendo la cáscara de convencionalidad de la que todos nos rodeamos cuando sopla la bonanza, cosa que no sismpre ocurre en la vida. No quiere esto decir que sea nuestro auténtico yo, simplemente que es una bestia dormida, más o menos temible según cada cual, que todos llevamos dentro y que sacamos a relucir a poco que se presente la ocasión, de modo inconsciente.

Llegados a este punto, me pregunto cuál habrá sido el motivo del cambio de discurso del entrenador culé en la rueda de prensa posterior al choque frente a Osasuna y que su equipo resolvió en dos llegadas al área rival. No hay halagos al rival, aparece el tradicional victimismo blaugrana (¡fíjate tú, pitarle un orsay a Pedro por dos centímetros!), una más que desacostumbrada ironía y ¡pásmense ustedes!, críticas hacia la posible designación de un árbitro portugués para el siguiente choque contra los blancos. En otras palabras: uso indisimulado del Manual para las Ruedas de Prensa, edición de siempre. Y el chico bueno que se esfuma... o se coge unas vacaciones, quejándose abiertamente en su lugar Mr. Hyde de que ¡todo el mundo da por favorito al archirrival! cosa que (y eso lo sabe bien él mejor que nadie) es absolutamente falsa. Vivir para ver: no es ahora Clos Gómez quien miente. ¿Es inconsciente Guardiola de su cambio de rol y ha dejado que su bestia particular salga a flote? ¿U obedece su aparente despotrique a lo de siempre (tácticas de comunicación, o sea)? Hace ya tiempo que dejé de creer en el buenismo del entrenador blaugrana, y lo atribuyo a una mise-en-scene perfectamente calculada y ejecutada. Una máscara, un personaje. Convincente, desde luego, y más vendible que un póster de Marilyn Monroe en paños menores... pero nada más. Por eso mismo pienso que lo de ahora es sólo un cambio de estrategia y que su discurso de ahora sigue siendo tan falso como lo era el de antes: no me creo enteramente ni uno ni otro. Ya no.

Y por cierto: también sigo pensando que su equipo es archifavorito para pasar la eliminatoria y llevarse la Champions, y que está uno o más peldaños por encima del resto. Esa misma es la razón por la que el reciente triunfo blanco en la Copa del Rey tiene más valor: la inmensa categoría del rival. Pero de ahí a desbancar a los culés del papel de favorito, media un abismo.

He dicho.

jueves, 21 de abril de 2011

Brindo por ustedes, señores

Tal día como hoy, y haciendo buenas mis palabras de hace unos meses a raíz del batacazo del Camp Nou, quiero acordarme sobre todo de la gran familia del madridismo, de aquellos que simpatizamos con el club más laureado del planeta, con el equipo que ha escrito algunas de las páginas más imborrables en la historia de este deporte. Alzo mi copa por ellos y con ellos, por esa Copa que ellos han alzado, y brindo por el triunfo de esta noche, elevando mis plegarias de agradecimiento a la diosa Cibeles por sernos favorable en esta noche de 20 de abril, veintiún años después de la famosa carta que cantaran los Celtas Cortos en su tema homónimo, y dieciocho (ahí es nada) desde que el Real Madrid consiguió conquistar su última Copa de España.

A los simpatizantes e hinchas del Barça, entre los que se cuentan amigos y familiares, mi respetuoso silencio. Sin más. El Barça sigue siendo una máquina de fútbol, y sigue siendo favorito indiscutible para pasar a la final de Wembley y ganarla, no me obceca tanto la victoria como para no apreciarlo. Punto.

Pero eso sí: no quiero dejar pasar la oportunidad de restregarle por las narices lo que ha pasado esta noche a tres personas, muy, muy concretas. La primera al presidente del FC Barcelona, Sandro Rosell, quien no hace mucho se atrevía a pronosticar una nueva manita de su equipo al Madrid. Puede que esa manita sonría a los tuyos en los partidos que aún quedan, figura, pero esta te la tragas con perdigones, soplador de vidrio, para que así aprendas a morderte la lengua y respetar más a los rivales, especialmente al más significado. Porque puestos a pedir disculpas, que es lo que procedía, ni siquiera tuviste la valentía de dirigirte a los madridistas, como era tu deber, sino a quien pudiera sentirse ofendido. Dando lecciones de señorío, o sea.

La segunda, para el portero titular del Barça, Víctor Valdés, por su bromita en el programa de Andreu Buenafuente, acerca de si el Madrid les ganaba en tiempos de la televisión en blanco y negro. Pues mira, hoy te han ganado en color, con alta defincicón, y visto en TDT. No se puede pedir más tecnología puntera. Te digo lo mismo que a tu ilustre presi: ciertas cosas se pueden pensar, pero jamás decir en público. A ver si aprendes.

Y la tercera, para un ilustre tuerceplumas como Lluís Mascaró, director adjunto del diario Sport de Barcelona, quien tal día como ayer se atrevía a calificar esta final como el partido "del Bien contra el Mal", añadiendo después que una victoria del Madrid significaba el triunfo de la mentira, la crispación y la caverna mediática. Pues a ver si aprendes a escribir en las paredes de tu propia caverna, so neanderthal, y de paso evolucionas un poco hacia el Cromagnon, que ya te toca.

Por ellos tres, alzo especialmente mi copa, y brindo a su salud, para que no pierdan nunca más las buenas maneras.

Y para que no se diga que voy de negativo y de revanchista absoluto, voy a hacer mía una frase de una persona con la que habitualmente no coincido, pero mira tú por dónde, hoy sí: hablo de Josep María Casanovas, decidor de verdades y director de la caverna donde mora el Homo mascaronensis. Hago mía la frase de su columna previa al partido: las finales no se juegan, se ganan. Totalmente de acuerdo.

He dicho.

viernes, 8 de abril de 2011

Miseria informativa

Sentía curiosidad por saber si en la capital del Principado se iban a hacer eco de lo sucedido anoche en la Caja Mágica. Así que, tiempo después, seguí los sitios web de los dos periódicos deportivos de Barcelona. En el diario Sport se han pasado la noticia por el arco del triunfo y únicamente publican una breve reseña sobre los cuatro finalistas de mayo. Del partido, si te he visto no me acuerdo. Pero nadie esperaba menos, después de todo.

En la competencia, sin embargo, sí se han tomado la molestia. Aunque han optado por la vía rápida: adquirir la crónica de la agencia EFE y así salir del paso sin molestar a ninguno de sus redactores.

Es una forma de retratarse como cualquier otra. Pero quien piense que estos (presuntos) periódicos deportivos tienen ámbito nacional se equivoca. Son sin duda magníficos para cualquiera que piense sólo en tono blaugrana, pero nefastos para quien desea información del panorama general español. Y si por medio está el Real Madrid, ni te cuento. Así de simple, así de sencillo.

He dicho.

jueves, 7 de abril de 2011

¡A la Final Four!

El año 1995 supuso un cambio fundamental en mi vida. Un cambio que acarreó otros más o menos consecutivos a lo largo del año siguiente. Al verlos ahora con la perspectiva y la serenidad que dan los años a medida que transcurren, entiendo que fueron todos buenos, por más que algunos fuesen especialmente dolorosos. Pero siempre necesarios. El crecimiento en la vida es así: agridulce.

Pero estábamos en el año 1995. Pues bien, esa misma primavera el Real Madrid alzó por última vez en su historia la Copa de Europa de baloncesto, de la mano de dos gigantes como Arvydas Sabonis y Joe Arlauckas, y con el brujo Zeljko Obradovic al timón de la nave blanca que tripulaban entre otros Antonio Martín, José Miguel Antúnez, Pep Cargol, Chechu Biriukov, Isma Santos, José Lasa, y Xavi García Coll Queda tan atrás que casi ni puedo recordarlo. Menos mal que la web siempre es una ayuda cuando se trata de refrescar la memoria.

Hoy, dieciséis años después (ahí es nada), el club de Concha Espina vuelve a intentar el asalto al máximo galardón europeo. Y lo ha hecho derrotando con sangre, sudor y lágrimas a un Power Electronics Valencia que ha vendido su piel carísima: un rival duro, duro, duro de verdad. Honor a ellos, y grande, pues de sobra han merecido un lugar en el evento.

La tarea, desde luego, no va a ser en modo alguno sencilla: casi me atrevería a decir que el Real Madrid parte como la cenicienta del cuarteto frente a las temibles escuadras rivales. Obradovic acude de nuevo a la cita, pero al mando de un acorazado heleno llamado Panathinaikos que ha dejado en la cuneta al vigente campeón FC Barcelona después de hacer la machada de recuperar el factor cancha ganando en el Palau. El Maccabi de Tel Aviv es siempre un rival capaz de poner en aprietos al más pintado y, si encuentra algún resquicio de debilidad, pasarle por encima, como ha hecho con los vitorianos del Caja Laboral. Y completa el cuarteto el Montepaschi Siena donde militan algunos ilustres ex madridistas con ganas de revancha como Marko Jaric o Rimantas Kaukenas. Frente a este potente arsenal, el Madrid opone un equipo joven y quizá por ello bisoño en cuanto a grandes citas como ésta. Un equipo que ha sufrido muchos altibajos a lo largo de la temporada, incluyendo la dimisión del técnico anterior, el laureado Ettore Messina. Pero partir como cenicienta tiene una innegable ventaja: jugar como tapado, la otra cara de la moneda. De todos modos, ocurra lo que ocurra el trabajo está hecho y hay motivos para considerar esta clasificación como un monumental éxito de una sección que ha visto peligrar su existencia demasiadas veces en estos últimos lustros.

Un último factor a considerar, algo de lo que casi nadie se ha acordado hasta ahora. La final se jugará en Barcelona, en el Palau, corazón y sede del máximo rival. Y es más que probable que la ausencia de morbo haya ayudado también lo suyo en esta ocasión. Nadie en la prensa escrita o hablada ha tenido en cuenta la sede de la final hasta el momento mismo de lograr la clasificación. Qué diferencia con lo ocurrido el año pasado en la Champions de fútbol, cuando todo el universo culé (jaleado por el fundamentalismo pseudoperiodístico de Barcelona) se relamía pensando que Carles Pujol levantaría sí o sí la Orejona en el templo del máximo rival y las huestes azulgranas darían la vuelta de honor, hollando con sus botas el césped del Madrid. Esta es sin duda una fantástica ocasión de comprobar eso tan traído y llevado del apoyo a los equipos españoles, pero no espero algo semejante del público de Barcelona que, supongo, será una adversidad más contra la que luchar. Ni seny ni sant seny.

Ojalá me equivoque. En cualquier caso, suerte, muchachos. Habéis hecho algo muy, muy grande. Y eso ya no puede borrarlo nadie.

He dicho.


Guardiolada II

Pues que no se baja del burro el noi. Después de que su equipo le endosara una manita a su rival, todavía tiene redaños como para aparecer en rueda de prensa post-partido y echar en cara a los periodistas que no creyeran sus valoraciones previas sobre el equipo de Lucescu. ¿Os ha gustado el Shakhtar? ¿Me creeis ahora?, preguntaba Guardiola. A mi modo de ver, es una poco sutil forma de insultar la inteligencia mental del auditorio. Personalmente, yo me sentiría ofendido por semejante tomadura de pelo, tan imposible de creer como que los pajaritos se quedan embarazados. O las pajaritas, que lo mismo me da.

Vale que los delanteros del equipo ucraniano perdonaron a la contra ocasiones claras de gol, y vale que, de los goles locales, ninguno fue logrado ni por Messi ni Pedro ni por Villa. Pero de ahí a justificar los funestos presagios de la víspera media un abismo. Cada vez son más las voces (fuera de la Ciutat Comtal, naturalmente) que se están mosqueando con la actitud guardiolesca de cantar en ópera, zarzuela o sardana las excelencias del rival sea quien sea, de modo que llega un momento en el que no es posible distinguirlos porque todos, desde el Ceuta al Madrid, juegan muy bien, son peligrosos, provocan malas sensaciones, y sepa Dios qué más. Si el de Santpedor quiere motivar a sus chicos, que haga lo que le dé la gana. Pero por favor, hombre: ¡que no somos gilip...s! Que una cosa es ser humilde y otra bien distinta pensar que quien te escucha no tiene ni dos dedos de frente.

Claro que, ya puestos, para frase lapidaria la que se marcó el entrenador rumano tras el partido: no ganaron ellos, hemos perdido nosotros. Con un par, el hombre. Otro que...

miércoles, 6 de abril de 2011

Guardiolada

Que Pep es un buen entrenador, nadie lo duda y yo tampoco. Sus éxitos hablan por sí solos. Y que también es un buen motivador, de acuerdo. Desde que Benito Floro hablase de la importancia del trabajo psicológico dentro de las plantillas de fútbol, allá por finales del siglo pasado, esta componente ha ido ganando peso específico en la preparación de los equipos, tanto más cuanto más está en juego. Pero en lugar de dejarla en manos de profesionales, han sido los propios entrenadores quienes han asumido el reto de animar y motivar a sus hombres, con métodos y resultados muy desiguales: desde el tú eres mejor que ese negro, de Luis Aragonés a José Antonio Reyes a los métodos más sutiles del noi de Santpedor o el demonio lusitano (léase Mou).

Pero estábamos con Guardiola. Ya he comentado antes que las declaraciones del entrenador blaugrana no me suenan sinceras, siendo como son fuera de lo corriente y moliente (del tipo es un partido muy difícil, tenemos que hacer nuestro juego, y bla, bla, bla). A fuerza de repetirlas, sin embargo, uno deja de creerse que Pep piense de verdad, en su fuero interno, que el Almería, el Hércules o el Levante son rivales formidables, por ejemplo. Porque no pueden serlo al lado del Barça actual, y ahí están los resultados y los marcadores para demostrarlo. Se trata, en mi opinión, de una solución para evitar que sus hombres se lo crean demasiado. Pero nada más. Fuera de esa finalidad concreta, para mí que tienen más de mentira que de verdad. Porque por definición, quien no dice la verdad, a sabiendas de lo que hace, miente. No importa lo loables que sean sus verdaderas intenciones.

Naturalmente, esa clase de mensajes termina por perder fuerza a medida que se recurre a ellos como herramienta de motivación, toda vez que los tuyos ganan, ganan y vuelven a ganar. Así que no queda otra que elevar de tono el discurso si se quiere mantener la tensión en el equipo. Tras la reciente jornada liguera en la que el Barça se ha asegurado prácticamente el título liguero por tercer año consecutivo, viene el desafío de la Champions frente a un Shakhtar Donetsk ucraniano que se ha convertido en el equipo revelación de la máxima competición europea. Y para evitar euforias prematuras, al bueno de Guardiola no se le ha ocurrido sino afirmar que por primera vez no tiene buenas sensaciones y que se ve más fuera de la eliminatoria que dentro.

Y yo que leo esa frase, así, tan tremebunda y de mal agüero, y me echo a reír. De verdad, ¿se creerá lo que está diciendo? Lo dudo tanto, tanto, tanto...