Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

viernes, 30 de enero de 2009

El presidente maldito

Hacía tanto tiempo que no me asomaba a estas páginas, que casi ni me acuerdo de cómo se escribe. Los motivos de la inactividad hans sido tres: (i) si tuviera que meterme con la sobrada prepotencia de que están haciendo gala los medios culés, saldría a entrada diaria, y hay quien eso lo hace mucho mejor que yo (léanse si no La Libreta de Van Gaal); (ii) la falta de comentarios a este blog van quitando, poco a poco, las ganas de decir cosas nuevas, y (iii) he estado ocupado, si bien éste último es el menor de los motivos. Haré, no obstante, el esfuerzo, siempre a petición popular (siempre procedente de la misma persona), de dejar constancia de mi opinión acerca de Ramón Calderón, hasta hace bien poco presidente del Real Madrid, sacrificado, muerto, y cuando parecía que sepultado, de nuevo resucitado de entre los muertos por la mano mágica de Angel María Villar, dios todopoderoso, que no eterno. Gracias a Dios.

Ramón Calderón, otrora especialista en reventar asambleas contrarias a los intereses de los presidentes a cuyo amparo medró, se ha visto (ironías de la vida) puesto de patitas en la calle por una asamblea de socios que ha resultado ser el oprobio del madridismo, con personajes salidos de sabe-Dios-dónde, muy dignos del pseudoperiodismo basura que tanto encandila hoy a muchos de nuestros borregos conciudadanos, pero absolutamente indignos de un club que (por ahora) pertenece a sus socios y cuyo buque insignia, la primera plantilla de fútbol, ha sido distinguido con la calificación de mejor equipo del siglo XX. La llegada a la presidencia del Real Madrid fue producto de la denuncia del voto por correo, que habría dado la victoria a Juan Palacios, mi favorito en 2006, no por él mismo, sino por llevar a su lado a José Antonio Camacho, y por ser la única candidatura cuyos posibles fichajes no sonaban a cuento de hadas. Eso puso desde el primer día a Calderón y a su equipo en el punto de mira de algunos, que confiaban en dirigir al Madrid desde la sombra y que vieron sus esperanzas frustradas.

Y lo curioso del asunto es que, después de todo y en lo estrictamente deportivo, Calderón y los suyos no lo hicieron mal del todo. Dos ligas en dos años no es precisamente mérito despreciable. La primera a la heroica, por méritos propios y ayudados generosamente por la indolencia del FC Barcelona, vigente campeón de Liga y Champions por aquel entonces. Y la segunda con muchísima más autoridad, y con un juego a ratos brillante, a ratos decepcionante, pero sin duda muy efectivo. A esto hay que sumar el haber hecho una buena limpieza de vestuario y haberse desprendido de las últimas rémoras de la época de las "vedettes" florentinas. En su lugar llegaban jugadores de clase media, currantes de la camiseta, con todo por ganar, y dueños del entusiasmo que habían perdido los "galácticos", ya de vuelta de todo. Los principales deméritos de este bienio también han sido, no obstante, importantes, con sendos ridículos en la Copa del Rey y con una sensación de impotencia en Europa no vista desde hacía más de un década. Y así llegamos a la temporada actual, en la que la gestión de la plantilla ha sido nefasta, apostando a CR7 ganador y fallando en el empeño, sin un plan alternativo y reforzando hasta la saturación la parcela de la plantilla en teoría más solvente: el medio campo. Y peor aún, sin desprenderse de algunas rémoras importantes (verbigracia Cannavaro, Saviola o Míchel Salgado, todo un ejemplo éste último de amor al club, pero ya demasiado mayorcito). Resultado: lesionados Van "the man" Nistelrooy y Mahmadou Diarrà (no digamos el susto de De la Red), el equipo se ha visto cojo y manco y, lo que es peor aún, en manos de un entrenador (Schuster) muy ducho en navegar con viento da de popa, pero cuando es al revés... Cuatro partidos bastaron para destapar la Caja de Pandora en Concha Espina. Y Schuster fue el primero en coger las maletas. Merecidamente.

Pero claro, hasta aquí lo estrictamente deportivo. Calderón es responsable de ello en tanto que último mandatario del club, pero no directamente, pues no fue él quien tomó las decisiones exclusivamente deportivas. Un mérito por su parte, vale. Pero hay más, claro está. En la parcela presidencial, a Calderón le ha perdido su propia bocaza. Ingenua hasta la ñoñez para unos, malvada y mentirosa para otros. Si se trata de una u otra, no lo sé. Pero calladito habría estado infinitamente más guapo. Desde las promesas incumplidas de Kaká y Cesc (Robben sí que vino, aunque con retraso y lesionado), hasta el cabreo por la foto de Florentino Pérez con Zidane y Ronaldo (¿a cuenta de qué salir en la radio vociferando por eso?), concluyendo en sus inútiles protestas de inocencia a propósito de la famosa asamblea de socios que acabó siendo su cadalso. Todo ello sin duda por la necesidad de reivindicarse ante aquellos que le ponían en la picota por la forma en que accedió al cargo de presidente. Pero haciendo siempre gala de una torpeza evidente para todos, menos, al parecer, para él mismo. Sus patéticas intervenciones en "El Larguero" a requerimiento de José Ramón de la Morena acababan siendo como el duelo culminante a espada de Stewart Granger y Mel Ferrer en Scaramouche: a estocada limpia el primero, retrocediendo y sangrante el segundo, cubriéndose como buenamente podía. Y encima, dando las gracias por ello. ¡Toma ya!

Claro que a todo esto ha contribuido el dulce momento que atraviesa el F.C. Barcelona de la mano de Pep Guardiola (que no de Laporta, siempre victimista, esperpéntico y patético), jaleado, loado e incluso ladrado hasta la náusea por los tabloides del Principado. Los números del Real Madrid a día de hoy no son malos, en absoluto, pese al pobre juego exhibido. Tan sólo ocurre que los del Barcelona son extraordinarios, absolutamente fuera de lo corriente. Y aunque la consecución de la Liga de fútbol por parte del Madrid parece hoy irrealizable, salvo hecatombre blaugrana, este equipo está obligado a poner la vista en miras altas, siempre. Cuando el Real Madrid ganó las Ligas de Campeones en los años 1998 y 2000, lo hizo contra todo pronóstico, acuciado en la liga doméstica con muchos y no pocos problemas, y en manos de un presidente infame, bastante más que el recién dimitido. Lo mejor que le puede pasar a este equipo es que se le dé por muerto, que no esté en el ojo del huracán, que no llame la atención, que sea la víctima propiciatoria, ya que es entonces cuando saca lo mejor de sí mismo, libre de presiones mayores.

Y por fin, mención aparte el entorno propio. Los que, camuflados en el palco del Bernabéu, esperaban como buitres a que Calderón y su junta cayesen víctimas de sus propios errores para retomar lo que nunca quisieron perder. Esos mismos que, según parece, son los preferidos del socio, recogerán como fruta madura el favor perdido, gracias a la torpeza infinita de Calderón (sólo igualada, y a veces largamente superada, por la del presidente del gobierno de España), a sus manejos para llegar a la presidencia, y a la mala gestión deportiva en el presente curso. Miedo me da de volver a repetir errores galácticos del pasado. Mucho miedo. Tan sólo me aferro a la esperanza de que, en caso de regresar, algo hayan aprendido del pasado. Pero por lo pronto, ya tienen lo que deseaban: sus pecados en el olvido, y la nostalgia galáctica, como suave bálsamo que lo perdona todo. Muy propio de ésta nuestra naturaleza española, tan irremediablemente suicida, cateta, olvidadiza, acrítica, resultadista y veleidosa.

Todo ello, además de venirle de perlas a los mencionados plumíferos, ha servido para que el diario MARCA, cuyos números iban en picado un día sí y otro también a manos de su competencia del grupo PRISA (cuyo ridículo, dicho sea de paso, ha sido mayúsculo, empezando por el propio de la Morena), haya cogido aire; para que periódico El Mundo haga tres cuartos de lo mismo, y para la reivindicación de José Antonio Abellán, director de deportes de la cadena COPE (asistido en sus tertulias nocturnas por otro avechucho de cuidado: Pepe Carazote, ahí es nada), quienes desde el primer momento se alinearon en contra de Calderón. Me queda la oscura duda de a quién servían sus intereses. Tengo meridianamente claro que el bien del madridismo les importaba y les importa bien poco, y no porque Calderón haya sido el paradigma del buen presidente, ni muchísimo menos, reléase si no este post desde el comienzo.

¿Qué será de este club? Sólo Dios lo sabe. Porque, para empezar, al interino Vicente Boluda (más valenciano imposible) no se le ha ocurrido sino convocar las elecciones para finales de julio, en lugar de hacerlo para mayo, condenando así al presidente entrante, a su junta y, por supuesto, al primer equipo de fútbol a la más absoluta incertidumbre y a la pura y simple improvisación. No está mal para empezar. Pero en fin, en esto como en todo, el tiempo dirá.

He dicho.