Basta con observar la clasificación de la Liga para advertir un precipicio y socavón. El corte se abre después del Barcelona y el Madrid. El Sevilla, tercer clasificado, se encuentra a 25 puntos del líder y a 21 del perseguidor. El terraplén se distingue a partir del Deportivo, el último de un grupo de equipos que están encabezados por el Sevilla y encajados en el intervalo de siete puntos. Tras ellos, la bruma, el pueblo llano.
Vaya por delante que ganar 17 partidos, como ha hecho el Real Madrid, implica un mérito extraordinario, porque exige una concentración que es independiente de la mayor o menor calidad de los rivales. Sin embargo, constatada la hazaña, hay que admitir que nuestro campeonato se ha debilitado considerablemente. Nos lo indica Europa, pero también lo señala una Liga muy fraccionada. La consecuencia es que el torneo nos invita a extraer conclusiones engañosas. Nos deslumbran las proezas domésticas y ganamos cualquier comparación, pero la realidad es que sólo la competición europea nos sitúa en el mundo. Y en eso, de momento, gana el Barça.
El campeonato español ha dejado de ser la Liga de las Estrellas, me temo. Nevermore, quoth the raven (nunca más, dijo el cuervo). Bueno, quizás suene a exagerado afirmar tal cosa. Pero cada vez se oyen más y más alto las voces que advierten que la mayoría de los clubes españoles, endeudados hasta las cejas (excepción hecha de los dos de siempre) pueden entrar en una espiral que les hará retroceder muchos e importantes peldaños, poniendo a algunos incluso al borde mismo de la desaparición por asfixia económica, y lo que es peor, en un momento en el que no está el horno para bollos en cuanto a pelotazos recalificativos, ayudas institucionales, o desinteresadas donaciones, por no hablar del precario momento que atraviesa la televisión de pago a raíz de la pelea sucia entre Mediapro (el malo) y Audiovisual Sport (el feo). ¿Que quiere dinerito, dice? Nein. Maricón el último, o sea. El resultado puede ser tan imaginable como nefasto: muchos clubes acabarían (¿mal?)vendiendo a sus estrellas para poder seguir respirando (el Valencia es el primer candidato serio, y todos los grandes están afilando los cuchillos pensando en hacerse con Villa o Silva), lo que les llevará inexorablemente a bajar unos cuantos peldaños en calidad futbolística y eso, en buena lógica, restará brillo al campeonato español, lo que a su vez hará que las grandes estrellas se lo piensen mucho antes que recalar aquí. En otros casos, buenas plantillas envejecerán sin grandes posibilidades de recambios dignos, por no poder competir económicamente con los grandes, sean patrios o extranjeros. Y esta competencia puede suponer también que otros, aún disfrutando de una economía saneada, no puedan evitar que sus mejores jugadores hagan las maletas rumbo a los dos grandes o al fútbol extranjero, preferentemente al inglés. Y ello ahondará aún más el foso entre unos y otros. En definitiva: el retroceso puede llevar al campeonato español a una situación como no se veía desde hace tres largos lustros, con el Madrid y el Barça dominando el cotarro, (eso no es novedoso) pero (y esto sí lo es) sin que nadie, absolutamente nadie tenga capacidad para toserles, siquiera de lejos. Misterios boskovianos aparte, claro.
Espero estar equivocado, por el bien del fútbol español.
He dicho.