Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

viernes, 28 de mayo de 2010

Aviso a navegantes

Un antiguo proverbio francés reza que aquellos que ignoran la historia están condenados a repetirla. Por más que los destinatarios primeros del mensaje sean aquellas personas en cuyas manos descansa (muchas veces esto es un decir) el destino de otros muchos, miles o millones, la frase resulta también aplicable al entorno futbolero. En este concreto y particular sentido, el abajo firmante entiende que sirve de aviso para los que no atajan la euforia antes de tiempo, dejándose seducir por los cantos de sirena que, tal y como relató el insigne Homero, estuvieron a punto de dar con Ulises y los suyos en el fondo del mar para una vez allí, ser cumplidamente servidos como guarnición quién sabe si de un plato de ostras o de percebes.

Porque las euforias son siempre malas compañeras de viaje. Adormecen la atención, entorpecen la puesta a punto y narcotizan el cerebro de jugadores y técnicos, haciéndoles creer que los campeonatos se ganan poco menos que saltando al terreno de juego y dando un par de patadas al balón. Y hete aquí que, de pronto y cuando menos te lo esperas, salta un rival al campo sobrado de motivación, perfectamente concentrado en su propósito, con la mente y el cuerpo puestos en un solo objetivo, los jugadores unidos en un propósito, con la lección sobre el rival perfectamente aprendida y resoplando ansiosos mientras saltan sobre el césped. Y hete aquí que el rival presuntamente inferior empieza a asfixiarte, a robarte la pelota, a moverla con velocidad, a anticiparse a los tuyos, aún adormecidos por los cantos de las mujeres pez. Y de pronto, cuando menos lo esperas, ¡zas! Te cae un gol en contra. Y se te queda cara de gilipuertas. Ah, pero... ¿cómo es posible? Nosotros, tan buenos y tan guays, doblegados por esta murga carnavalera... No, no puede ser. Tenemos que reaccionar. Y a veces la vergüenza torera es capaz de despertar el instinto asesino, el oficio y las ganas, y los presuntamente superiores acaban por imponerse... eso sí: después de sudar bien duro.

Pero a veces no. Llega el final del partido y David ha dejado a Goliath como el gallo de Morón: sin plumas y cacareando. Y será entonces cuando los chuzos lloverán de punta, afilados como la navaja de Sweeney Todd. Porque serán precisamente los que te han drogado a base de elogios quienes, en caso de fracasar, te acuchillarán sin piedad alguna. Que cómo se te ocurrió saltar al campo con este esquema, que por qué jugó fulano en lugar de ciclano que, claramente, estaba mucho más fresco y descansado, que por qué forzaste a pepito de los palotes, que si el árbitro es un sinvergüenza, que si la conspiración en la REF, la UEFA, la FIFA, la FUFA, y bla, bla, bla... Una mezcla barata de aceite de baratillo, victimismo y ventajismo. Agitada, no mezclada. En la memoria del año pasado quedará el fracaso ante Estados Unidos en las semifinales de la Copa Confederaciones, o la fase de clasificación del Eurobasket, en la que nuestros Chicos de Oro estuvieron a punto de caer eliminados frente una desconocida como Gran Bretaña, ante el estupor incrédulo de los de siempre, los profetas que habían vaticinado que poco menos que con la puntita serían Pau Gasol y los suyos capaces de fornicar a todos los rivales.

En este nuestro país, hemos visto tantas veces este mismo espectáculo que aún me sorprende que los principales responsables no hayan tomado nota y sigan, erre que erre, con la misma batallita del abuelo Cebolleta, ese entrañable personaje de historieta a quien todos en su familia rehuían, sabedores de que cada vez que se les acercaba era para contarles una de sus eternas e interminables experiencias bélicas. No es que la experiencia fuese aburrida, su relato era lo verdaderamente insoportable.

El Mundial de fútbol de Sudáfrica está a la vuelta de la esquina. Poco más de dos semanas, y el balón empezará a rodar para delicia y fruición de los millones de aficionados de este planeta. Nuestra selección nacional parte a la aventura después de una fase de clasificación impecable e inmaculada, ganando todos y cada uno de sus encuentros, unos de mejor manera que otros. Sale como la actual campeona continental, con un equipo de ensueño a las órdenes de un buen entrenador. Suenan pífanos, trompetas y percusiones diversas. Más o menos lo mismo que hace un par de años denominé Garry Owen, en alusión al himno oficioso del Séptimo de caballería de Michigan.

Y tal día como hoy, Vicente Del Bosque, técnico de la Roja ha dado una rueda de prensa avisando a los navegantes de las perniciosas consecuencias de la euforia desatada por anticipado. La frase lo dice absolutamente todo: la confianza es la primera piedra del fracaso. Algo que suscribo al 200%. Las victorias, como la de la Euro de hace dos años, se construyen sobre la base del trabajo y el esfuerzo. Entonces, nadie apostó por Luis Aragonés y los suyos, y el abajo firmante sostiene que eso mismo dio a los nuestros la tranquilidad necesaria para ir dejando atrás a los contrincantes, uno después de otro. ¿O quizás necesito recordar que a Suecia se le ganó casi sobre el pitido final? ¿Tal vez nos hemos olvidado de la lotería de los penalties frente a Italia? ¿O de lo que hubo que sudar para doblegar a una Grecia siempre correosa y difícil?

Ojalá quienes entonan los cánticos hayan aprendido algo de lecciones pretéritas. La memoria es flaca, pero debe estar siempre ahí. Ah, y a todas estas: supongo que no necesito decir quiénes son las sirenas, ¿verdad?

He dicho.

(P.D.: Y como me temía, siempre hay quienes no aprenden, así los apaleen. También los hay que no hacen ni caso: mejor así).

martes, 18 de mayo de 2010

Fin de la liga escocesa

Colorín colorado, este cuento se ha terminado. Y lo ha hecho de nuevo con el FC Barcelona campeón, logrando números de récord, superando a todos sus rivales, pero esta vez sin poder cantar el alirón hasta el último suspiro. El equipo de Guardiola ha tenido en este sentido un mérito tremendo, pues no lo tenía fácil para aguantar la presión de la necesidad de victoria, semana tras semana, acogotados por el máximo rival a sólo un punto de distancia. Así que felicitaciones a los culés, pues no queda otra sino reconocer lo que ha terminado por ocurrir, y aceptarlo sin más.

A la vista de los resultados, se me ocurren varias reflexiones. La primera y más evidente es la reedición de una entrada que ya escribí el año pasado, allá por abril, a propósito de una columna que Juanma Trueba, a su vez, escribía para el AS en vísperas del Clásico del Bernabéu que a la postre acabaría por decidir la liga y hundir a los blancos. En ella, el periodista del grupo PRISA afirmaba que la liga española había dejado de ser la más importante de Europa a la vista de la distancia entre los dos primeros clasificados y el resto. Y el abajo firmante suscribía sin reparos esta opinión. Lo sucedido este año no ha hecho sino confirmar este parecer, y ahí están los números para demostrarlo. Los dos primeros han sumado la friolera de 195 puntos y se han jugado el campeonato entre ellos, ganando 31 partidos de 38: escalofriante. Los demás, al fin y a la postre, no han pasado de ser meros comparsas, y han terminado por jugar otro campeonato distinto, muy alejado del triunfo liguero final.

Y ello aun cuando en algunos casos hayan hecho cifras excelentes. Por ejemplo, el Valencia ha firmado el tercer puesto con números de campeón: 71 puntos. nada menos. Allá por el año 2000, el Deportivo de La Coruña de Jabo Irureta se proclamó campeón de liga con 69 puntos, algo impensable hoy día. El Madrid de Capello y el Barça de Rijkaard empataban a 76 puntos hace sólo tres años. Todos estos logros, importantes en su momento, aparecen hoy como hazañas liliputienses ante las cifras de los dos grandes, que han ahondado más aún la distancia entre ellos y el resto. El margen de error para lograr el título liguero se ha tornado estrechísimo y cualquier error a lo largo de la temporada se ha pagado muy caro. Es el caso de las derrotas merengues en Sevilla y Bilbao, por ejemplo. Todo esto recuerda muy sospechosamente a la liga escocesa, donde los dos equipos de Glasgow (los católicos del Celtic y los protestantes del Rangers) se juegan año tras año la liga entre ellos, sin que el resto (Dundee United, Hibernians, Aberdeen y otros menos conocidos) tenga apenas nada que decir y mucho menos que objetar. Por cierto, este año la cosa ha caído de lado de los protestantes, a seis puntos de los máximos rivales y a veinticuatro del Dundee, tercer clasificado. ¿Les suena familiar?

Sin embargo las penurias económicas aprietan de lo lindo, y también a los equipos de fútbol. Así, el Valencia tendrá que desprenderse muy probablemente de sus dos davides. El Guaje (aunque ya no tanto) Villa tiene un pie en el Barça, mientras que Silva es objeto de deseo del Madrid, que busca reforzar el centro del campo cara a la próxima temporada. El Sevilla, cuarto en discordia del campeonato patrio (a más de treinta puntos de los dos de cabeza, atención) tendrá que deshacerse probablemente de algunos veteranos ilustres (pienso en Kanouté, por ejemplo), y seguir adelante con su fórmula de comprar bueno, bonito y barato. Getafe y Mallorca pueden darse por bien satisfechos: el primero ha construido una buena escuadra con descartes del Madrid (Miguel Torres, Parejo, Soldado, Adrián González y algún otro) y el gran Pedro León, bajo la batuta firme de Míchel. El segundo ha logrado puestos europeos a pesar de hallarse al borde de la quiebra (hasta el punto de que han ofrecido gratis a su delantero Aduriz a su club de origen, el Athletic de Bilbao, por no poder terminar de pagar su traspaso) de la mano de ese sabio llamado Gregorio Manzano y de jugadores como Julio Alvarez, Rubén González, Borja Valero (todos ex madridistas, por cierto), Pep Martí o Pierre Webó. Sólo el Sevilla está lo suficientemente saneado y es lo bastante solvente como para mantener el armazón de la plantilla de esta temporada. Los demás carecen de recursos para ello. Así, todo parece indicar que Borja Valero regresará muy a su pesar a la liga inglesa, porque el club balear no puede abonar la cuantía de su traspaso, y varios jugadores del Getafe también podrían cambiar de aires pronto.

Otros gallitos tradicionales de la liga española como el Atlético de Madrid y el Villareal han hecho un campeonato bastante discreto. Los primeros han salvado los muebles gracias a su reciente triunfo en la Europa League (antigua UEFA), y pueden hacerlo más aún si vencen al Sevilla en la próxima final copera. Además, tienen el honor de poder decir que son los únicos que han batido a los blaugranas en la liga. Pero así y todo, su tránsito liguero ha conocido más sombras que luces y durante una buena parte de la temporada coquetearon peligrosamente con la segunda división. Los segundos se quedan fuera de Europa por primera vez en bastante tiempo pese a tener una de las mejores plantillas del campeonato.

¿La mejor liga de Europa? En mi opinión, definitivamente no. Uno: la liga española se ha escotizado; dos: la crisis económica se ha cebado en aquellos que no supieron gestionar su tesorería en tiempos de bonanza; y tres: en general, ha castigado a aquellos que han tenido que negociar de modo conjunto la venta de sus derechos televisivos (osea, todos menos dos, y me imagino que ya se adivina quiénes son). Nada de esto es bueno ni presagia algo bueno. Todo lo contrario.

La segunda reflexión es para la tropelía que el Real Madrid está a punto de cometer con un gran entrenador: Manuel Pellegrini. Si ya el año pasado el sacrificado fue Juande Ramos, este año le toca al chileno, que según parece sufrirá en sus carnes las consecuencias de un pecado mortal: no haber ganado un título este año. Craso error. Sigo creyendo que el Real Madrid se está atletizando, que está copiando las peores maneras de sus vecinos del sur en los tiempos desbocados (cual imperioso galope) de un Jesús Gil (descanse en paz) que no dudaba en destituir entrenadores incluso en las pretemporadas. Si de verdad se quiere dar sentido a la palabra proyecto, esto pasa necesariamente por asumir con todas las consecuencias la posibilidad de que las cosas no salgan bien desde un principio. Si se cae en las garras de la urgencia, si se pierde el sentido de la realidad y se incurre en la neurosis futbolera con el único espejo de los logros del máximo rival, es muy poco probable que la empresa de Florentino pueda llegar a buen puerto.

Y no quiero olvidar que semejante ejercicio de esquizofrenia ha sido abanderado, de modo absolutamente abyecto y despreciable, por el diario MARCA, que hace un año concedía al chileno todo el crédito que ahora le niega para gran satisfacción del ego desmedido y la catetez futbolística de su director. Triste, triste de veras. Triste es la campaña en sí (tan digna del periódico como éste de aquélla) como más triste aún es que este medio sea el más leído de España. Esto ya es sencillamente pavoroso.

En fin. Un cuento que se acaba. Bien podría haberlo escrito Robert Louis Stevenson que, como ya habrán adivinado los más ilustrados, nació en el país de los pictos y escotos.

He dicho.