Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

domingo, 28 de febrero de 2010

Plato frío

Los años han ido desvaneciendo el ansia feroz de revancha que guardaba después de que el CD Tenerife, en la primera mitad de los 90, pusiera en bandeja dos ligas al FC Barcelona tras derrotar al Real Madrid en la última jornada de liga disputada en el Heliodoro Rodríguez López. Más amargo fue el primer mal trago, en el que los blancos desperdiciaron un 0-2 para acabar sucumbiendo por 3-2 al final. Y lo fue porque así contribuyeron a forjar un mito a mi juicio excesivamente inflado: el del (mal llamado, a mi juicio) Dream Team blaugrana. Un conjunto que jugaba al fútbol como nadie entonces, pero que cosechó buena parte de sus éxitos gracias a los deméritos de otros (además de lo sucedido en el Heliodoro, recuerdo el famoso penalty fallado por Djukic, gracias a la cobardía de Bebeto, y que habría hecho campeón al Depor en 1994), cuando no fue milagrosamente salvado por la campana (el gol in extremis de Bakero que permitió jugar la final de la que sería primera Champions League para los culés). El mito acabó vapuleado por el Milan de Capello en Atenas, y sólo en los últimos años (particularmente en 2009) ha encontrado digna sucesión y reedición en el conjunto del año pasado, que ganó todo cuanto disputó y en la inmensa mayoría de los casos (mención aparte el encuentro de vuelta de semifinales de Champions en Stamford Bridge), de modo absolutamente convincente y sin dejar margen para la duda.
Pero hablaba del CD Tenerife, del Real Madrid y del Heliodoro. Tal día como hoy, diecisiete años después del último fiasco en estas tierras, el Real Madrid ha vuelto como el ángel vengador: enfundado en ropas negras, anunciadoras de desgracia para su rival. Y vaya si fue así, pues el resultado final de 1-5 lo dice todo. Y el abajo firmante, bien que se alegra de ello. Sin tapujos, remilgos, o recato. Abierta, total y completamente. Infinidad, para entendernos. Como también me llena de satisfacción que el martillo vengador que esta noche destripó por partida doble la puerta local fuese ese muchacho de Buenos Aires que vio la luz en la lejana Bretaña francesa, de nombre Gonzalo Pipita Higuaín. Lo dije después de reseñar el partido frente al Racing, y lo repito ahora: eres mi ídolo, Pipita, tenías que ser TÚ.
Habrá, naturalmente, quien piense que esta muestra de satisfacción es una deslealtad hacia los colores que deberían ser míos, hacia mis gentes paisanas o hacia mi tierra. Nada más lejos de la realidad, toda vez que los colores futbolísticos no vienen impuestos. Uno los elige libremente, como elige la marca de coche que conduce, el lugar donde desea vivir o la compañía que tiene, si es que la tiene. Y desde luego, mucho menos aceptaría semejante recriminación si, puestos al caso, llegase de boca de algún forofo local, pues creo firmemente que la afición blanquiazul es una de las más catetas, ignorantes, resultadistas e interesadas que hay en este país: cuando las cosas van bien, todos se suman al carro. Cuando no es así, ahí te quiero ver, Manuel. Estamos en primera, escribían no pocos en sitios como Facebook hace cosa de un año. Baño de multitudes en la Plaza de España después del ascenso, el entrenador José Luis Oltra (un señor que sabe un rato de fútbol, condenado a capear el temporal con una plantilla muy corta de recursos) poco menos que nombrado hijo adoptivo y chicharrero de honor, cánticos, algarabía ... ¿Estamos?, me preguntaba yo entonces. Estaban y aún están quienes de verdad lo merecieron (directivos, técnicos y jugadores), después de un duro y árido peregrinaje por la segunda división, faltos de recursos, jugadores y del cariño y apoyo de esa misma afición veleta que entonces se debatía entre la indiferencia hacia los colores locales o el continuo abucheo al equipo por no regresar inmediatamente a lo más alto y jugar otra vez copas de la UEFA. No, definitivamente no. Nadie de entre ellos tendría la más mínima fuerza moral (doy por sentado que nadie tiene el derecho) para reprocharme fidelidad y devoción hacia los que sí son (y siempre han sido) mis colores: los del club de Concha Espina.
Después de todo, no es tan extraño. Muchos de mi generación crecieron con el CD Tenerife casi permanentemente estacionado en segunda división o incluso algún peldaño más abajo. A diferencia de nuestros vecinos canariones, quienes sí llevaban muchos años disfrutando del mejor fútbol nacional, los tinerfeños eran (éramos) mayoritariamente del Madrid, del Barça, de alguno de los atléticos o incluso del Betis. Y, secundariamente, del Tenerife. Secundariamente. Ese fue y es mi caso. Y lo que son las cosas: he hecho mayor esfuerzo por el Tenerife que por el Madrid, pues durante varios años fui abonado y me daba cita cada quince días en el estadio de Santa Cruz, a ver lo poquito que los jugadores de entonces tenían que ofrecer. Eso me costó unos buenos dineros. De modo que, por esa parte, entiendo que tampoco hay razón de queja.
Así que lo dicho: me alegro infinito por la goleada, por el desquite sabrosón, por la paliza dada a los locales, por los goles del Pipita, de Kaká, CR9 y Raúl. Por haber quitado ese clavo que llevaba en las entrañas desde hacía tantos años. Puede que esta liga española nuestra haya perdido mucho del atractivo de hace unos pocos años, cuando las posibilidades estaban más abiertas y era más concebible que un equipo como el de Oltra pudiera dar un susto a alguno de los grandes. Pero así están las cosas entre el Madrid y el Tenerife hoy. Atrás, perdido ya de vista, queda el antiguo azote de los blancos. Me alegro de ello y de la goleada, y me siento cómodamente satisfecho. Serenamente satisfecho. Tranquilamente satisfecho.
Porque, como bien reza el antiguo proverbio Klingon, la venganza es un plato que se sirve mejor frío. Eso lo sabía muy bien Tarantino cuando gestó su inmortal epopeya Kill Bill. Y dejó nítida constancia de ello. Como hago yo, ahora y aquí.
He dicho.

lunes, 22 de febrero de 2010

Juegos (escatológicos) de palabras

Poco tiempo faltó a los carroñeros de los tabloides del Principado para, fieles a su estilo de siempre, regodearse lo suyo después de la derrota del Real Madrid el jueves pasado ante el Olympique de Lyon. El Real Madrid firmó, ciertamente, uno de los peores encuentros de la temporada, superado en negatividad solamente por el Alcorconazo. Y lo mejor que se puede decir del resultado es que fue una derrota mínima. El Lyon jugó un partido físico, de presión constante y agobiante, sin dejar resquicios para la creatividad de las estrellas merengues. No obstante, todos los equipos realizan partidos malos o muy malos a lo largo de la temporada (aunque el momento elegido por el Real Madrid no pudo ser más inoportuno) y en este caso, el resultado deja abiertas las opciones de clasificación de cara al encuentro de vuelta. Fallaron los jugadores, quién sabe si convencidos de que el encuentro iba a ser poco menos que un paseo militar ante un rival muy venido a menos. Falló también el entrenador Pellegrini, y en mi opinión no tanto por alinear a Mahmadou Diarrà como por situar a Marcelo en el lateral izquierdo, creando una autopista que Govou supo aprovechar a la perfección, llevando peligro constante por la misma. Los hechos son muy tozudos, y demuestran erre que erre que el brasileño es mejor atacante que defensor. Finalmente, los caros fichajes veraniegos tampoco estuvieron a la altura, incluyendo a Benzema, al que se le presuponía una motivación especial al enfrentarse a su ex equipo.

Pero como decía, los carroñeros del nordeste de España lo vieron de otro modo, naturalmente. Entre ellos, uno de los mayores saprófagos, auténtico paradigma del pseudoperiodismo deportivo español, siempre tan presto a afilar su lengua culebrera (nunca mejor dicho) ante las desgracias ajenas (léase merengues) como proclive a destapar la caja de los truenos ante las propias (casi siempre al grito de guerra de Intolerable). Me refiero a José Luis Carazo, adalid del talibanismo culé más recalcitrante, casposo y cínico, adecuadamente sazonado de estulticia sopladora de vidrio. Se marcó el caballerete una de sus columnas ad hoc, al sonsonete consabido de "Ea, ea, ea, el Madrid se (soplagaitez)-ea". El lugar de publicación, como no podía ser de otro modo, esa lóbrega mazmorra intelectual dirigida al alimón por Joan Vehils y Josep María Casanovas, llamada diario SPORT, refugio de comentaristas cuyo conocimiento futbolístico es digno de la barra de bar más cutre de este país y donde sólo brilla, desde la distancia y una o dos veces por semana, la luz de Martí Perarnau, un elfo de los bosques en medio de la pestilente inmundicia mordoriana.

Entre las delicatessen con las que el comentarista de níveas sienes tuvo a bien obsequiar a lectores propios y extraños, figura la sugerencia de identificar a Ricardo Izecson dos Santos (más conocido como Kaká) con un excremento, valiéndose para ello de la sutil y brillante argucia de suprimir la tilde de su apelativo. Citamos al perpetrador:

(...) ni Kaká, a quien ya hay que comenzar a llamar por su nombre, quitándole la tilde (...)

La cosa va tanto más lejos cuanto que el ínclito asume que el apelativo, desprovisto de la tilde, es el nombre del jugador. Nada menos.

Sigue siendo penoso y lamentable que individuos como éste puedan llenar su plato de comida publicando semejante basura, que es tan digna de su autor como el autor de ella. Por desgracia, el periodismo deportivo español, que debería centrarse exclusivamente en contar lo que sucede en los encuentros y eventos deportivos, lleva mucho tiempo adornándose con estas plumas, más acordes en la cola de un buitre (por aquello de que se ubican cerca del lugar por donde el animal evacúa los restos de la digestión de la carroña que le sirve de fuente de energía) que a tono con un periódico mínimamente serio. Individuos como Carazo son más frecuentes en Barcelona que en Madrid, aunque desde hace ya un tiempo, el diario MARCA bajo la vara del mago Saruman-Inda, está criando a sus propios orcos (léase Miguel Serrano, Roberto Gómez o el infumable José Vicente Hernaiz), acaso porque la fórmula de la escatología periodístico-deportiva es, pese a todo, rentable en este país. Pues si estos señores (un decir) son el reflejo fiel de nuestra sociedad (¿suciedad, zoociedad, como sugería Mafalda?), entonces el abajo firmante debería plantearse mudar su nacionalidad. Aún mantengo mis dudas sobre ello, pero cada vez menos.

Y ya puestos, Carazo, Caracete, Carazote... ¿Por qué no hacer juegos de palabras con tu, por otra parte, poco agraciado apellido? Al fin y al cabo es gratis: tú mismo lo haces y no te cuesta un chavo. Y supongo que no te importará que otros hagamos aquello que tanto te mola, ¿verdad? No irás a creer que el agudo ingenio, la centella sutil y la chispa son patrimonio exclusivamente tuyo, ¿eh? Veamos... la primera y más obvia opción podría ser cambiar la "z" de tu apellido por una "j", pero esto no tiene nada de ingenioso, es demasiado ramplón, incluso para ti. Además, hay razones objetivas para no hacerlo, ya que según la RAE, eso transformaría tu apellido en una designación del miembro viril, algo quizás inadecuado, pues intuyo que a tus añitos ya irás echando mano de la pastilla azul. Así que no. Tentador, pero definitivamente no va contigo.

Claro que hay una segunda posibilidad, y es reemplazar la "r" por una "c". Y así, obtendríamos Cacazo, algo sin duda más acorde con tu estilo. ¿Verdad, maestro? Además, con terminación de aumentativo, reforzando la idea de que el montón es ciertamente grande, quién sabe si resultado de una digestión en extremo larga y penosa, arruinada por ese Vega Sicilia con el que te obsequias cada vez que los tuyos la... pifian. O, ya puestos, tampoco desentonaría sustituir la "r" por una "g", y de este modo saldría Cagazo. Consuélate pensando que así más o menos pronunciaría tu apellido un francés y por tanto pondría el énfasis (que no la tilde) en la última sílaba, disimulando un poco el resultado final y, de paso, el hedor. En español, esa lengua que tanto ofendes cada vez que te sientas frente a un teclado, la cosa tendría otros matices, sin duda más oscuros, quizá debidos a alguna incontinencia de esfínter, lo que probablemente derivaría en la necesidad, transitoria o permanente, de llevar pañales que nos librasen a los demás de la inevitable incomodidad olfativa que, muy a tu pesar, irías esparciendo al moverte.

Pues ya ves, Pepelu: no hace falta tener apelativo brasileiro para hacer jueguecitos escatológicos de palabras. Basta con tener un apellido como el tuyo, así como la suficiente dosis de mala leche y falta de respeto, algo de lo que pocos saben tanto como tú, fiera. Pero de eso nos sobra en esta piel de toro, ¿no es cierto, genio?

¡Ay...! Cuándo llegará el día en que alguien te grape los labios...

He dicho.

lunes, 8 de febrero de 2010

Un buen ejemplo de autocensura

¡Lo que hay que ver, leer y oír! Tanta soplagaitez junta no se había leído en nuestra deplorable prensa deportiva en mucho, muchísimo tiempo. La funesta invención del Villarato, término acuñado por Alfredo Relaño, director del AS, para explicar supuestos y sistemáticos favores arbitrales al Barça, está envenenando la competición liguera patria, y peor aún: puede destapar una caja de pandora de consecuencia imprevisibles. Haría bien el susodicho en olvidar toda esa patraña, pues con ello lo único que está consiguiendo es ponerse al nivel de la prensa culé no ha mucho, cuando era el Real Madrid el que alzaba trofeos. Pero claro, hay que vender periódicos, y hay que recortarle el pastel de ventas al rival. Que no es el Barça, claro, sino el MARCA, embarcado desde hace tiempo en su propia línea tabernera, mugrienta y amarilla, relegando los buenos modales y el periodismo serio al olvido más remoto. En otras palabras, una carrera a ver quién cae más bajo. El perjudicado de todo esto, como ya sucediera el año pasado, no será el Barça... sino que puede ser el Real Madrid. Si ya durante la campaña anterior los cagómetros y canguelos no sirvieron más que para espolear a los blaugranas, con las consecuencias vistas en el Bernabéu, ahora podría suceder otro tanto. Pero en esta ocasión, el ataque es notablemente más sibilino, y por tanto insidioso, pues se dirige al colectivo siempre más expuesto: los árbitros. Los mismos que durante decenios fueron sistemáticamente acusados de favorecer a los merengues.

Un ejemplo de la caja de pandora antes mencionada sucedió en el Camp Nou el pasado sábado, durante el encuentro entre los locales y el Getafe. Una dura entrada a destiempo de Gerard Piqué le costó la expulsión (justa, a entender del que suscribe) cuando su equipo vencía por 1-0, merced a un espectacular gol de Messi. En los momentos finales del partido, un penalty inocente de Rafa Márquez a Kepa supuso asimismo la tarjeta roja para el mexicano, pues era el último defensor y el árbitro entendió que la internada del getafense era ocasión manifiesta de gol. Poco que objetar, pues, máxime si se tiene en cuenta el momento del partido y la nula repercusión que tuvo el lance, más allá del gol transformado por Soldado y del hecho de que el blaugrana se perderá el próximo partido.

Pero hete aquí que en Barcelona se abrió la caja de los truenos, aletargada durante mucho tiempo tras los éxitos deportivos culés. A la pañolada contra el colegiado Teixeira se unió, formando un coro tal como no se oía desde los tiempos del Ejército Rojo, el conjunto de tabloides del Principado. A quejarse del árbitro. Y por supuesto, a sacar pecho: Ni aun así nos ganan. Y vaya si hay voceros fanáticos en Barcelona dispuestos a levantar la voz cuando un árbitro les perjudica. Pero esta vez no fue Casabobas, perdón, Casanovas (siempre me confundo) el que alzó la enérgica proclama, no. Tampoco Lluís Mascaró, ni Pepe Carazote, ni Toni Frieros, ni Francesc Aguilar, ni ningún otro de los mastines de la bien entrenada jauría de plumillas de la Ciutat comtal.

Fue Josep Capdevila, redactor del Sport, quien se marcó una entrada en su blog digna de enmarcar. Su título lo decía todo: No nos vamos a callar. Aquí está la prueba:


Resaltamos algunas perlas constitutivas:
  • ¡Ya está bien! Hay que tener muy poca vergüenza para arbitrar como lo hizo el colegiado de este sábado en el Camp Nou...
  • Los barcelonistas tienen motivos, muchos motivos, para estar cabreados. Es de juzgado de guardia lo de los arbitrajes al Barça. Por cada uno que pueda levantar sospechas de que ha favorecido a los culés, hay veinte claramente comparables a atracos a mano armada. Como el del personaje que pitó este sábado el Barça-Getafe.
  • Vamos a seguir denunciando que al Barça se le atraca vilmente y que digan lo que digan desde Madrid.
No sé ustedes. Al abajo firmante le pareció una reacción de todo punto desproporcionada. Primero, porque no hay razón para quejarse: las dos expulsiones fueron correctas, y Teixeira dejó de pitar otros lances (un posible penalty de Abidal o un fuera de juego posicional de Ibrahimovic en el gol de Messi), simplemente porque consideró que no eran punibles. Naturalmente, Capdevila pasó de puntillas sobre esto e inmediatamente se dejó arrebatar por el recuerdo del Villarato. Supongo. En segundo lugar, porque media un abismo entre la expulsión justa de dos jugadores azulgranas en un único partido (que además no ha tenido influencia en el resultado) y clamar una presunta campaña en contra del Barça. Y tercero, porque no se tienen en cuenta los posibles errores arbitrales que han favorecido al Barça en el último año y medio. Osea, sencillamente kafkiano. O si lo prefieren, una reacción forofa. Me quedo con eso último.

Pero lo mejor viene ahora. Al bueno de Capdevila le cayó encima de todo por semejante exabrupto: de simpatizantes madridistas, sí (incluyendo al que suscribe), pero también de no pocos culés. Te has pasado, chaval, era en esencia el mensaje. Y se ve que el redactor, con los nervios más calmados y la cabeza en su sitio, se lo pensó mejor. Porque de un plumazo se cargó el post, de modo que ya no es posible acceder a él desde la web del diario Sport. Si se hace click sobre el vínculo correspondiente, el usuario es redirigido a una nueva entrada, publicada hoy mismo, alabando a Guardiola. El No nos vamos a callar, al Triángulo de las Bermudas.

¿Del todo?

Bueno, no exactamente. Si uno recurre al motor de búsqueda habitual en la red y le proporciona las pistas suficientes, éste desvela rápidamente el paradero del post perdido:

http://www.sport.es/BLOGS/blogs/desdelaweb/archive/2010/02/07/no-nos-vamos-a-callar.aspx

Osea, ha ido a parar al limbo. O al baúl de los recuerdos. Pero ya no es directamente accesible, pues si uno examina el calendario a la derecha del blog de Capdevila, que señala las fechas de publicación de las correspondientes entradas, descubre que el 7 de febrero del corriente no se publicó nada. En teoría, claro.

En fin, que rectificar es de sabios. Y desde estas páginas, quiero dejar constancia de que aplaudo el gesto de Josep Capdevila. Creo honesta y sinceramente que ha hecho lo correcto, lo que debía. Y creo también que ha hecho un favor al periodismo deportivo y quién sabe si a la salud de algún colegiado en el futuro. Me sabe un poco mal, eso sí, que haya censurado las felicitaciones que le di por ello en su blog, y por eso mismo escribo estas líneas en el mío, a salvo de la censura ajena. Ahora sólo falta que el sentido común arraigue en los medios de la capital de España. Aunque sobre este punto, en verdad, albergo muy serias dudas.

He dicho.

P.D.: Finalmente, el señor Capdevila dejó ver el comentario en el que este humilde autor aplaudía su decisión. Ya no me sabe nada mal, pues.