Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

lunes, 22 de febrero de 2010

Juegos (escatológicos) de palabras

Poco tiempo faltó a los carroñeros de los tabloides del Principado para, fieles a su estilo de siempre, regodearse lo suyo después de la derrota del Real Madrid el jueves pasado ante el Olympique de Lyon. El Real Madrid firmó, ciertamente, uno de los peores encuentros de la temporada, superado en negatividad solamente por el Alcorconazo. Y lo mejor que se puede decir del resultado es que fue una derrota mínima. El Lyon jugó un partido físico, de presión constante y agobiante, sin dejar resquicios para la creatividad de las estrellas merengues. No obstante, todos los equipos realizan partidos malos o muy malos a lo largo de la temporada (aunque el momento elegido por el Real Madrid no pudo ser más inoportuno) y en este caso, el resultado deja abiertas las opciones de clasificación de cara al encuentro de vuelta. Fallaron los jugadores, quién sabe si convencidos de que el encuentro iba a ser poco menos que un paseo militar ante un rival muy venido a menos. Falló también el entrenador Pellegrini, y en mi opinión no tanto por alinear a Mahmadou Diarrà como por situar a Marcelo en el lateral izquierdo, creando una autopista que Govou supo aprovechar a la perfección, llevando peligro constante por la misma. Los hechos son muy tozudos, y demuestran erre que erre que el brasileño es mejor atacante que defensor. Finalmente, los caros fichajes veraniegos tampoco estuvieron a la altura, incluyendo a Benzema, al que se le presuponía una motivación especial al enfrentarse a su ex equipo.

Pero como decía, los carroñeros del nordeste de España lo vieron de otro modo, naturalmente. Entre ellos, uno de los mayores saprófagos, auténtico paradigma del pseudoperiodismo deportivo español, siempre tan presto a afilar su lengua culebrera (nunca mejor dicho) ante las desgracias ajenas (léase merengues) como proclive a destapar la caja de los truenos ante las propias (casi siempre al grito de guerra de Intolerable). Me refiero a José Luis Carazo, adalid del talibanismo culé más recalcitrante, casposo y cínico, adecuadamente sazonado de estulticia sopladora de vidrio. Se marcó el caballerete una de sus columnas ad hoc, al sonsonete consabido de "Ea, ea, ea, el Madrid se (soplagaitez)-ea". El lugar de publicación, como no podía ser de otro modo, esa lóbrega mazmorra intelectual dirigida al alimón por Joan Vehils y Josep María Casanovas, llamada diario SPORT, refugio de comentaristas cuyo conocimiento futbolístico es digno de la barra de bar más cutre de este país y donde sólo brilla, desde la distancia y una o dos veces por semana, la luz de Martí Perarnau, un elfo de los bosques en medio de la pestilente inmundicia mordoriana.

Entre las delicatessen con las que el comentarista de níveas sienes tuvo a bien obsequiar a lectores propios y extraños, figura la sugerencia de identificar a Ricardo Izecson dos Santos (más conocido como Kaká) con un excremento, valiéndose para ello de la sutil y brillante argucia de suprimir la tilde de su apelativo. Citamos al perpetrador:

(...) ni Kaká, a quien ya hay que comenzar a llamar por su nombre, quitándole la tilde (...)

La cosa va tanto más lejos cuanto que el ínclito asume que el apelativo, desprovisto de la tilde, es el nombre del jugador. Nada menos.

Sigue siendo penoso y lamentable que individuos como éste puedan llenar su plato de comida publicando semejante basura, que es tan digna de su autor como el autor de ella. Por desgracia, el periodismo deportivo español, que debería centrarse exclusivamente en contar lo que sucede en los encuentros y eventos deportivos, lleva mucho tiempo adornándose con estas plumas, más acordes en la cola de un buitre (por aquello de que se ubican cerca del lugar por donde el animal evacúa los restos de la digestión de la carroña que le sirve de fuente de energía) que a tono con un periódico mínimamente serio. Individuos como Carazo son más frecuentes en Barcelona que en Madrid, aunque desde hace ya un tiempo, el diario MARCA bajo la vara del mago Saruman-Inda, está criando a sus propios orcos (léase Miguel Serrano, Roberto Gómez o el infumable José Vicente Hernaiz), acaso porque la fórmula de la escatología periodístico-deportiva es, pese a todo, rentable en este país. Pues si estos señores (un decir) son el reflejo fiel de nuestra sociedad (¿suciedad, zoociedad, como sugería Mafalda?), entonces el abajo firmante debería plantearse mudar su nacionalidad. Aún mantengo mis dudas sobre ello, pero cada vez menos.

Y ya puestos, Carazo, Caracete, Carazote... ¿Por qué no hacer juegos de palabras con tu, por otra parte, poco agraciado apellido? Al fin y al cabo es gratis: tú mismo lo haces y no te cuesta un chavo. Y supongo que no te importará que otros hagamos aquello que tanto te mola, ¿verdad? No irás a creer que el agudo ingenio, la centella sutil y la chispa son patrimonio exclusivamente tuyo, ¿eh? Veamos... la primera y más obvia opción podría ser cambiar la "z" de tu apellido por una "j", pero esto no tiene nada de ingenioso, es demasiado ramplón, incluso para ti. Además, hay razones objetivas para no hacerlo, ya que según la RAE, eso transformaría tu apellido en una designación del miembro viril, algo quizás inadecuado, pues intuyo que a tus añitos ya irás echando mano de la pastilla azul. Así que no. Tentador, pero definitivamente no va contigo.

Claro que hay una segunda posibilidad, y es reemplazar la "r" por una "c". Y así, obtendríamos Cacazo, algo sin duda más acorde con tu estilo. ¿Verdad, maestro? Además, con terminación de aumentativo, reforzando la idea de que el montón es ciertamente grande, quién sabe si resultado de una digestión en extremo larga y penosa, arruinada por ese Vega Sicilia con el que te obsequias cada vez que los tuyos la... pifian. O, ya puestos, tampoco desentonaría sustituir la "r" por una "g", y de este modo saldría Cagazo. Consuélate pensando que así más o menos pronunciaría tu apellido un francés y por tanto pondría el énfasis (que no la tilde) en la última sílaba, disimulando un poco el resultado final y, de paso, el hedor. En español, esa lengua que tanto ofendes cada vez que te sientas frente a un teclado, la cosa tendría otros matices, sin duda más oscuros, quizá debidos a alguna incontinencia de esfínter, lo que probablemente derivaría en la necesidad, transitoria o permanente, de llevar pañales que nos librasen a los demás de la inevitable incomodidad olfativa que, muy a tu pesar, irías esparciendo al moverte.

Pues ya ves, Pepelu: no hace falta tener apelativo brasileiro para hacer jueguecitos escatológicos de palabras. Basta con tener un apellido como el tuyo, así como la suficiente dosis de mala leche y falta de respeto, algo de lo que pocos saben tanto como tú, fiera. Pero de eso nos sobra en esta piel de toro, ¿no es cierto, genio?

¡Ay...! Cuándo llegará el día en que alguien te grape los labios...

He dicho.

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