Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

martes, 14 de julio de 2009

¡Pero qué pelmas!

En el colegio donde estudié y donde pasé (se dice pronto en ese tramo de la existencia) nada menos que trece años de mi vida, la docencia se repartía entre profesores seglares y hermanos de la congregación de La Salle, a razón de dos tercios los primeros y el resto los segundos. Entre el profesorado casto por mor del correspondiente voto, los había de todo tipo y color. Incluso algunos, los más jóvenes, profesaban y demostraban simpatías encubiertas por las ideologías de izquierdas (moderadas, eso sí). No tendría, pues, nada de extraño ante nuestros inmaduros pero atentos ojos que la mayoría de los así llamados curas rojos acabaran por abandonar la congregación, tentados por alguna señora de más o menos buen ver. Para nosotros, que empezábamos a sentir la efervescencia hormonal, era lo más lógico del mundo, como ilógico era enquistarse en una pertinaz soltería obligada. Y a mis ojos, ya no tan inmaduros, sigue siendo de todo punto ilógico. En ese sentido, como en otros muchos, los herejes protestantes les dan vueltas a los católicos hasta marearles.

De todos los curas (inadecuado calificativo, pues no podían oficiar misa, pero práctico como el que más) recuerdo siempre al hermano Eliseo. Eliseo Combarros Sorribas, era su más que peculiar nombre. Era corto de estatura, chupado, enfundado en el conjunto estándar de sotana, alzacuello y zapatos negros, con aire de ratón de biblioteca, escondida su mirada tras sus inseparables gafas, que enmarcaban un rostro con expresión de no haber roto un plato en su vida. Una especie de Dómine Cabra pero sin malas intenciones. Antes bien, a menudo nos relataba historias sobre lo mal que lo había pasado durante la Guerra Civil, y se encargó él mismo (era nuestro tutor) de darnos la noticia, antes de que la imagen contrita de Arias Navarro se incrustase en nuestro subsconciente, de que Franco... había muerto. Tras lo cual nos hizo permanecer en completo silencio, rezando para nuestros adentros, o haciendo como que rezábamos, mientras se preguntaba inquieto qué iba a ser de España (anda que...), para luego enviarnos de vuelta a nuestras casas con unos días de vacaciones por delante.

Tenía la costumbre el ínclito cura, que no era mala gente después de todo, de dedicarnos el calificativo de pelma o pelmazo cada vez que, cosas de críos, le incomodábamos de alguna manera. El aumentativo iba dedicado a los más recalcitrantes, naturalmente. Que los había. En los tiempos que corren, dirigir semejante epíteto a los equivalentes actuales de los recalcitrantes de entonces, a los genuinos ruinas, le podría suponer al buen hombre (ignoro si aún vive) un buen disgusto. Y es que los tiempos cambian que es una barbaridad... en verdad bárbara.

Pero los pelmazos no. Ahí siguen, impertérritos, recalcitrantes, e inconmovibles en su genuina estulticia. Da igual si se trata de chiquillos díscolos o de no-tan-chiquillos que no paran, en definitiva, de dar la lata y de aburrir a las gentes de bien, que en todas partes las hay. Menudo trío de ases en las columnas de opinión del medio de casi siempre: el diario Sport de Barcelona. Casanovas (editor), Vehils (director) y Batlle (himself). El tema, cómo no: las serpientes de verano y los fichajes. Los que han sido y los que aún pueden o podrían ser.

El primero, artista consumado en el sin duda difícil arte de plasmar en el papel (o en la pantalla) lo que es obvio hasta para un ciego de nacimiento, pronostica grandes males para el Real Madrid si el esfuerzo inversor realizado no se traduce en logros (osea, títulos). Pero qué genio eres, figura, no sé qué haríamos sin ti. Asegura también que es la portera de Núñez (José Luis, supongo, más tarde catalanizado a Josep Lluís, aquí y en Pekín, Carod-Rovira dixit) quien asesora a Florentino Pérez en materia de fichajes. No sé qué pensarán los integrantes del equipo técnico madridista por semejante comparación. Lo más sensato es que ignoren al susodicho, primer pelmazo del post de hoy.

Claro que el segundo pelma no se queda atrás. Afirma que el hecho de que el Real Madrid fiche jugadores provoca (sic) envidia sana. Si el torrente de descalificaciones, improperios, críticas exacerbadas, reproches, insultos y basura diversa que, como fuego graneado, han lanzado los señores del Sport (y Mundo Deportivo), Vehils inclusive, desde la Ciudad Condal al más puro estilo Katiushka con dirección Paseo de la Castellana, esquina Concha Espina, es producto de la envidia sana, entonces yo debería ingresar sin pérdida de tiempo en la congregación que antaño me acogió como alumno y de la que el hermano Eliseo es (o fue) destacado miembro. Envidia sana, dice sin rubor alguno el individuo. Con un par, Marichal. ¡Pero qué pelma eres, chiquillo!

El tercero, como era de esperar, se supera a sí mismo. Analiza (es un decir) la situación actual de las negociaciones del club de sus amores por David Villa, llegando a afirmar, poco menos, que en Valencia son tontos por rechazar un generoso ofrecimiento de 40 millones de euros por su delantero, lo cual debe ser más que suficiente para un equipo que está en la ruina, pese a lo cual se pone chulito (sic) con su jugador. El cuento de siempre, osea: si es el Barça quien llama a la puerta, Villa o Periquete de los palotes entrará en trance extático, y sólo pensará en azulgrana, abrazando la cuatribarrada y la Creu de Sant Jordi como nuevos e irrenunciables emblemas, preso de frenesí e ilusión por llegar cuanto antes al Camp Nou... Y qué malos son los chicos de su club, esos muertos de hambre que no tienen donde caer difuntos, por retenerle contra su propio criterio. Naturalmente, en el medio de comunicación que llena el plato del pelmazo de la diaria pitanza, no ven con malos ojos que el asturiano intente forzar su salida del club. Eso sí, si el protagonista de la historia hubiese sido el Real Madrid... ¡¡Katiushkas fuego!!

En fin, el hermano Eliseo hizo que el calificativo calase en mi memoria para siempre. Pero estos pelmazos, ¡vive Dios!, no paran ni por un momento de validarse como tales con sus cotidianas majaderías.

He dicho.

lunes, 6 de julio de 2009

Tracas y más tracas

Desde que Florentino Pérez llegara a la presidencia del Real Madrid, hace cosa de un mes, la balanza mediática se ha desplazado desde Barcelona hasta la capital de España en lo que se tarda en chasquear los dedos. Chas. Así de sencillo, que no de barato, naturalmente. Primero fue Kaká, luego el shock CR7 (ahora CR9), más tarde la apuesta nacional por Raúl Albiol (menos mal que esta vez FP no ha tardado años en incorporar a un jugador español) y finalmente Karim Benzema, tanto tiempo pretendido por el FC Barcelona, si es que hemos de creer a pies juntillas a sus pasquines oficiales, claro. Esos mismos que ahora afirman, sin asomo alguno de rubor, que al lado de David Villa no es más que un segundón. Puede que lo sea. Igual que sucede con los demás fichajes, su rendimiento es toda una incógnita que sólo el tiempo y el devenir de los acontecimientos terminará por desvelar. Podrá triunfar, tal y como el madridismo espera y desea, o no (tal y como los acérrimos rivales sueñan). Pero no deja de llamar la atención lo de siempre: si algún jugador es señalado como posible fichaje azulgrana, los elogios suben hasta la órbita... de Plutón. Pero si, por esas cosas de la vida y de los mercados futboleros, el susodicho jugador se decide por el Real Madrid, enseguida viene el cuento de la zorra y las uvas. Uy, fíjate, si después de todo estaba verde, el chaval. Je, menudo fiasco los troncos de col éstos, fichar semejante zoquete. Y el viaje siguiendo la órbita de Plutón se convierte en una vuelta a la manzana... como mucho. En este caso, la comparativa no deja de ser aún más desconcertante (por inapropiada) cuanto que el asturiano no es aún jugador del FC Barcelona, mientras que el francoargelino sí ha sido fichado por el Real Madrid.

En la capital del Principado algunos se están poniendo nerviosos por la ausencia de caras nuevas en el equipo. A mi juicio, sin motivo alguno. Como bien señalaba hace poco Cesc Fábregas en rueda de prensa, el Barça tiene el equipo hecho y hoy por hoy, es el gran rival a batir no sólo en España, sino en Europa. Así pues, ¿por qué el Sport reclama fichajes ya? ¿Son realmente tan necesarios? De verdad, no lo creo, salvo quizás un recambio para Samuel Eto'o, de quien una vez más se quiere prescindir, acaso porque es la última oportunidad de obtener alguna ganancia por su traspaso (cumple contrato el año que viene y se iría gratis, aunque más que amortizado) y acaso porque en Can Barça siguen siendo conscientes de que el camerunés es una bomba de relojería andante, capaz de hacer saltar por los aires el vestuario más unido. Antecedentes hay. Con ese recambio, y un refuerzo en el lateral izquierdo (Sylvinho también ha dicho adiós, y Zhirkov ya no puede ser la alternativa, pues Abramovich se ha hecho con sus servicios para el Chelsea), deberían tener los deberes más que hechos.

Vuelvo a lo mismo: por muchas tracas que resuenen en el Bernabéu, la apuesta de FP es arriesgadísima en lo económico, pero también en lo deportivo. La plantilla blanca sigue teniendo tremendas carencias, entre ellas un jugador con criterio para manejar la batuta en el centro del campo y de surtir de balones a los atacantes de lujo recién adquiridos, así como un lateral izquierdo que sepa de verdad lo que es defender. Y lo más importante: conjuntar el grupo hasta convertirlo en un verdadero equipo, capaz de jugar armoniosamente sin que salgan a relucir los egos particulares, que cada cual asuma su rol como parte de un engranaje cuyo buen funcionamiento es mucho, muchísimo más importante que su lucimiento personal. El reto para Pellegrini es formidable, tanto más cuanto que la hinchada de la capital, exigente y resultadista como ninguna, bien podría trocar los vítores por silbidos si el buen funcionamiento no es inmediato. El gran desafío sigue aún ahí, intacto, sepultado por las ilusiones generadas por los fastos con que se han celebrado los nuevos fichajes. Y de momento, todavía persiste la oscura incógnita (¿saldrá bien?), cuyos antecedentes no mueven precisamente al optimismo.

Tanto que, más que desear que salga bien, un servidor ruega a todos sus dioses particulares por que no salga mal. Que parece lo mismo, pero en este caso no lo es. No exactamente.

He dicho.