Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

lunes, 20 de octubre de 2008

Derbyresaca

No podía faltar una entradita, aunque fuese breve, después del partido del sábado pasado en el Vicente Calderón. Victoria madridista in extremis, por la mínima, de penalty (justo) en el último suspiro del partido. Tres puntos. Y la maldición colchonera, que suma y sigue. A propósito de esto último, si yo fuera atlético estaría muy preocupado, porque es evidente que algo falla en la ribera del Manzanares. No es de recibo que un equipo que ha confeccionado una plantilla ganadora de verdad, y que tiene tantos y tan buenos mimbres (al menos en teoría) haya salido vapuleado de su visita al Camp Nou y trasquilado en su propio campo ante el eterno rival capitalino. Y, si como afirma Schuster, el árbitro fue decisivo para que el Madrid no ganase por 1-5, quizás ahora mismo Javier Aguirre no seguiría siendo el máximo responsable técnico del equipo rojiblanco. Más preocupante aún, creo yo.

De todos modos, errores arbitrales en un sentido u otro aparte, y centrándonos en el Real Madrid, me satisface comprobar que el equipo tiene multitud de recursos (y buenos) en el centro del campo, justamente donde "El Vasco" intentó plantar batalla renunciando a las bandas, pero sigo diciendo que adolece de rematadores, además de Van the Man (soberbio tanto el suyo, como siempre, dicho sea de paso). Higuaín aún no es un killer del área, y necesita muchas ocasiones para marcar. En eso, por cierto, recuerda a un tal Fernando Torres, quien, jugando con el equipo que le formó, solía fallar dos o tres ocasiones por cada una convertida. Al "Pipita", al menos, aún le queda algo de margen de mejora. La defensa, por su parte, flojeó un poco en la segunda parte, cuando el Atlético achuchó en busca del empate (¿dónde estaba Sinama? ¿Quizá purgado por Aguirre después del desastre de Barcelona?).

Un comentario para Gonzalo, mi "Pipita", también es obligatorio. Las imágenes televisivas demuestran claramente que el gol de Simao fue también culpa suya, al girar el cuerpo y permitir así que la pelota se colase entre los jugadores de la barrera. Quizá por eso se puso muy tieso delante de Rafa Van der Waart, reclamando para sí el lanzamiento del penalty definitivo: para redimirse del error. Y bien que lo hizo, aunque Leo Franco por poco no se consagra como héroe. Bien está, como en otras ocasiones, lo que bien acaba.

Mis últimas apreciaciones tienen que ver con el poco edificante vídeo, lamentable e impúdicamente difundido por el diario AS en su website, en el que aparecen Manuel Esteban "Manolete" y Tomás Roncero viendo el partido... peligrosamente juntos. El espectáculo dado por este último es tan lamentable que cuesta concebir que un forofo energúmeno de tan grosero calibre sea periodista deportivo y encima cobre, se supone, un buen dinero por ello. No tengo nada en contra de ver un partido con toda la pasión y el desenfreno que uno quiera, o que desee echar fuera, incluso empleando el lenguaje más soez, los aspavientos más desaforados, y los gritos que se estimen oportunos. Eso es, simplemente, humano, así que nada que objetar... siempre que sea en privado. O en compañía de unos pocos y cercanos. Nunca en público, y cuando hablamos de Internet, el público es el mundo mundial, largo ancho, y alto.

Ignoro pues qué pretendía el bueno de Alfredo Relaño al permitir la difusión de un show de tan baja categoría, muy apropiado para un bar de barrio, lleno de humo, whisky, y dentaduras roídas, o tal vez comprensible en la intimidad del hogar, ante una familia sorprendida (o más probablemente acostumbrada) ante la violenta metamorfosis del marido/papá. Semejante exhibición pública de malos modales (¡Esto es acojonante!, ¡A tomar por el culo!, ¡Me cago en la puta!, y otras lindezas verbales por el estilo) resulta a mi entender infamante para un periódico deportivo que presume de serlo. Creí que habría más categoría allí que en otros lugares de esta nuestra piel de toro.

Pero en esto, como en otras cosas, está claro que me equivoqué.

He dicho.

sábado, 11 de octubre de 2008

La última sandez culé

De nuevo en los ciberandurriales. Derechito al grano, porque no quiero abusar de la paciencia de nadie, y brevesito nomás, porque no dispongo de mucho tiempo.

A lo largo de estas páginas, se han puesto numerosos ejemplos que dejan en evidencia a la prensa deportiva culé, colocándola al nivel de un mero organismo de propaganda que poco o nada tiene que ver con el periodismo deportivo serio y medianamente riguroso. En un mundo como el futbolístico, apelar al rigor parece casi un absurdo, de modo que podríamos ser un poco comprensivos en este sentido. Pero cuando se carece de la más mínima seriedad o, lo que es más frecuente, se cae en el recurso de despreciar al máximo rival (los ejemplos salen a diario), estos medios se convierten en lo que, para desgracia de sus lectores, son. Porque pagar por leer lo que en ellos se escribe parece insensato, pero allá cada cual, oiga. Menos mal que la red es otra cosa. Al menos en apariencia.

Viene esta intro al hilo de las recientes declaraciones de Joan Laporta, máximo mandatario del FC Barcelona pero, más especialmente, de las reacciones que sus palabras han despertado en Madrid y en Barcelona. Dijo el ínclito Jan en la capital de este reino que el Barça le había regalado las dos últimas ligas al Real Madrid. En realidad, la frase no es originalmente suya, sino que ha venido siendo repetida hasta la saciedad por algunas renombradas plumas al servicio de los órganos de propaganda blaugrana. Ya he comentado en alguna ocasión la opinión que semejante aserto me merece, pero lo repetiré: nadie, ningún equipo que se considere a sí mismo como profesional, regala algo semejante.

El Barça no ganó la liga 2006-2007 por sus errores, sobre todo en el tramo final de la competición, sí, pero también por los aciertos del Madrid, condición esta última absolutamente imprescindible para que los blancos se alzaran con el triunfo final. Se puede opinar (de hecho, ya se han vertido ríos de tinta al respecto) sobre el mal juego exhibido por el Madrid a lo largo de dicha temporada, de la fortuna, o como se quiera llamar, de algunas remontadas blancas en los últimos suspiros (Espanyol y Recreativo de Huelva fueron los casos más evidentes), de la injusticia del goal-average (sólo injusto cuando juega en tu contra, claro), y así hasta el rosario de la aurora. El caso es que por mucho que le haya dolido a la parroquia blaugrana (algunas buenas razones tienen para ello), el Real Madrid se alzó con el título liguero. Punto.

Y si calificar la temporada 2006-07 de regalo es, cuando menos, incorrecto, hacer lo propio con la temporada pasada es sencillamente demencial. Cuando el equipo al que desprecias te ha sacado al final la friolera de 18 puntos de ventaja (logrando para sí mismo un récord de puntuación, dicho sea de paso), cuando tú no has podido sino optar al tercer puesto (y gracias), requiriendo así tener que jugar la ronda previa de la Liga de Campeones, cuando ese mismo rival te gana los dos partidos ligueros, dándote en el segundo de ellos un repaso de aquí te espero y en toda regla, afirmar que, con todo, eso ha sido un regalo por tu parte no es propio sino de un caradura. O de un fanático. O de un arrogante. Todos los calificativos son aquí compatibles.

Semejante dislate verbal no podía sino tener la apropiada respuesta: Ramón Calderón invitó a Laporta a seguir haciendo tales regalos, y Mijatovic se pronunció en términos semejantes. Los periódicos deportivos de la capital apenas han hecho caso de la perorata laportista, recogida en portada por el diario MARCA anteayer.

Pero en Barcelona, como no podía ser de otro modo, han tenido que saltar al ruedo. Y hete aquí que a la indefensa Ginebra (Laporta) le han salido al rescate Sir Gawain (Joan María Batlle) y Sir Lancelot (Alejandro Alcázar). Ambos cofrades de la Tabla Redonda del SPORT, por supuesto. Afirma el primero (y peor aún, hace un burdo intento por justificarlo) que en Madrid no entienden a Laporta. Como si los madrileños fueran tontos, ¡no te joroba! Las palabras están claras, han sido pronunciadas (se supone) en completa sobriedad, y no admiten segundas lecturas. Nacen del prepotente sentimiento de quien, aun frente a la más abrumadora evidencia, se cree superior al rival. O lo que es lo mismo, del desprecio. Y nadie con entendederas precisa de la mente siempre ágil y despierta de Batlle para comprender el mensaje de Laporta.

Pero si lo del primer espada es absurdo, lo del segundo raya el esperpento: en un mágico ejercicio de birlibirloque, intenta convertir las palabras de Calderón y Mijatovic en un presunto cabreo por parte de los mandatarios madridistas. Y no se recata el susodicho en comenzar su panfletaria columna así: Las verdades duelen. Si fuesen tales verdades no habría sino que reconocerlas y aceptarlas, que es lo justo y necesario. Sin embargo, cuando se pretende hacer pasar por verdades lo que no son sino fantasías animadas de ayer y hoy, entonces no cabe sino tener lástima por aquellos que, una vez comprado el ejemplar y leídas las páginas, creen en ellas como si se tratara de la palabra divina. Pues demuestran escaso sentido crítico, y encima pagan por ello.

De verdad, qué lástima dan. Todos ellos.

He dicho.