Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

jueves, 28 de enero de 2010

Te conozco, bacalao...

A algunos periodistas se les ve el plumero a poco que uno les lea o les escuche (o ambas cosas, si son del tipo 4x4). Nada extraordinario, después de todo: como ya comentaba ayer, la prensa española en general se caracteriza por su falta de objetividad y neutralidad, cuando no por una manifiesta catetez. Personalmente, no me importa que cualquier periodista mantenga y defienda a capa y espada sus puntos de vista, sean los que sean. Con el respeto al prójimo por delante, claro, y siendo ésta la única cortapisa válida de la libertad de expresión tras la que más de uno se esconde para decir lo que le viene en gana de quien le sale de las narices. Y para luego protestar airadamente, a veces, si un tribunal de justicia le pone en su sitio por cacarear más de la cuenta. Lo que ya no me parece de recibo (y es algo que hago extensivo a nuestra deleznable clase política) es que me tomen por tonto y/o me traten como tal. Eso sí que no. Aunque a veces el que suscribe, como cualquier otro hijo de vecino, haga o diga tonterías (Forrest Gump dixit).

Anoche, en el programa radiofónico deportivo de la cadena SER El Larguero, su titular efectivo (José Ramón de La Morena) entrevistó al futuro candidato a la presidencia del FC Barcelona, Alfons Godall, hasta ahora vicepresidente del club a las órdenes del ínclito Joan Laporta. No me desagradó del todo el tal Godall, con independencia de sus puntos de vista particulares y sin entrar a valorar asuntos como la famosa fundación a la que pertenecía el cuñado ultra de Jan, o los espionajes a miembros de la junta directiva culé. No me desagradó, digo, en su forma de lidiar frente a la alcachofa y al alcachofador de la cadena de PRISA. Sin perder los buenos modales, no se dejó avasallar y mantuvo su opinión a pesar de la actitud a veces hostil del periodista que, fiel a su estilo, encadenaba las preguntas sin dar tiempo a terminar las respuestas. Una táctica que juzgo desagradable porque me sienta a cuerno quemado que me interrumpan cuando soy yo el que habla. Pero quien acude al programa debe conocer las reglas no escritas de antemano. Y seguramente Godall las conocía bien.

Como no podía ser de otro modo, De la Morena entró a saco y sin disimulo a la cuestión política. Cree usted que Cataluña es una nación, cree usted que Cataluña debe tener su propia selección de fútbol y jugar un Mundial contra España, etc. Y se plantearon los paralelismos estúpidos de siempre, rincón de refugio acostumbrado de los nacionalistas catalanes, perfecto para justificar sus puntos de vista. Que si no es preciso que Catalunya sea independiente para tener selección propia, pues Escocia y País de Gales la tienen, o que, aun siendo un país independiente, podría jugar la liga española, como hace el Mónaco en la liga francesa. Esto respondió el delfín de Jan.

Y aquí entro yo, porque este es mi blog y opino en él sobre lo que me viene en gana. A ver, senyor Godall, y aquellos que comparten su visión del asunto: entérense de una vez. El fútbol es, en principio un invento inglés. Luego británico, pero inicialmente inglés. Pues su práctica por equipos se gestó, como la del rugby (otro invento inglés, por cierto) en los Colleges de la época victoriana. Una vez establecidas las reglas del mismo en forma muy parecida a la actual, se crearon las primeras selecciones nacionales que fueron, cómo no, las de las Home Nations británicas: Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda. A comienzos del pasado siglo XX nació el germen de la asociación internacional de fútbol. La archiconocida FIFA, vamos. ¿Adivinan quién fue uno de sus fundadores? Fíjate por dónde: España, quién lo diría. ¿Y adivinan quiénes se negaron a entrar en ese germen? Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda, porque preferían seguir compitiendo, a nivel de selección, tal y como lo habían venido haciendo hasta la fecha. Tiempo después, las asociaciones de fútbol de las naciones que componen el Reino Unido acabaron por ingresar en la FIFA, pero eso sí: manteniendo cada una su identidad, excepción hecha de la irlandesa, que tras la independencia de la República de Irlanda, se escindió en Ulster por un lado y Eire por otro. Lo que, por otra parte, no sucedió en rugby, para el que sólo hay una selección irlandesa.

Es decir, que la decisión de competir por separado fue en todo caso man-co-mu-na-da. Todos estaban de acuerdo sobre ese punto, y tenían la autoridad siquiera simbólica de poder exigirlo así como inventores del deporte en cuestión. Lo que Jan Laporta y sus secuaces (políticos unos, periodistas otros, futboleros algunos más) persiguen es que la escisión de Cataluña a nivel de selección sea unilateral, con la voluntad del poble català como única justificación. Y al resto, que le den. Pues vale, buen rollito: si esa es la norma, deberá cumplirse también ésa otra (aprobada a nivel FIFA, dicho sea de paso, incluyendo a los británicos) que establece que una selección debe tener detrás y representar a su propia liga. Osea, que si hay selección catalana, deberá haber liga catalana, separada de la española. Sea o no sea Cataluña un estado independiente. Claro que si lo fuese, tampoco habría problema en jugar en la liga española. Y ahí fue donde Godall se acogió a otro ejemplo espúreo: el Mónaco juega en la liga francesa y no pertenece al estado francés.

El Principado de Mónaco tiene 1.9 kilómetros cuadrados de superficie, siendo por tanto el estado más pequeño en extensión del mundo, tras la Ciudad del Vaticano. Así las cosas, una liga monegasca es inviable: ni tienen cabida los estadios de fútbol necesarios para ello, ni hay jugadores suficientes para armarla. Por esas razones, entre otras, el equipo de fútbol local (la AS Monaco) disputa la liga francesa. Podríamos pensar, sin embargo, que este equipo vendría a ser una especie de selección nacional monegasca. Nada más lejos de la realidad. En la actual plantilla del club no hay un solo jugador del principado de los Grimaldi. Ni uno solo. Y la mayoría, más de la tercera parte son, como cabría esperar, franceses. Por lo tanto, no juegue a los engaños una vez más, senyor Godall (algo extensivo a los voceros catalanistas): por muy monegasco que sea en origen el club, en la práctica, la AS Monaco es un equipo francés, pues está dirigido por franceses, financiado por franceses e integrado mayoritariamente por franceses. Eso sí: tiene sede en Mónaco, pero la representación del estado que le acoge y denomina es meramente simbólica. No sé si eso sería equiparable a equipos catalanes jugando como invitados en la liga española. Imagino que no.

Y claro, en el caso de una hipotética liga catalana segregada de la española, no hay que ser profeta para darse cuenta de que el gran perjudicado sería el FC Barcelona. Catalunya podría armar excelentes equipos de primer orden en waterpolo, hockey sobre patines o hierba, balonmano, baloncesto, fútbol y otros. Pero con una diferencia fundamental: mientras que para los primeros existe amplia representación de clubes catalanes de primerísimo nivel, no ocurre lo mismo con los segundos, especialmente con el fútbol, donde el predominio del Barça sobre el resto es abrumador. Conclusión: una liga catalana de fútbol se devaluaría estrepitosamente en cuestión de una década (una generación de futbolistas, más o menos) por pérdida de competitividad, y el FC Barcelona, privado de su implantación actual, más pronto o más tarde sería un segundo Ajax de Amsterdam. Llamado a hacer grandes cosas fuera de su país... muy de vez en cuando. Y cada vez más raramente. Eso sin contar, por supuesto, el daño que sufriría la formidable cantera del equipo, cuyos jugadores serían cada vez con más frecuencia artículos de exportación, pues su club original perdería capacidad económica para retenerles. El resto de la liga española sufriría también, claro, pero proporcionalmente mucho menos. Y con el tiempo el Sevilla, Atlético de Madrid o, cómo no, el Real Madrid (por no hablar de equipos italianos o ingleses) podrían hacerse con las perlas de la cantera catalana. Un panorama sin duda aterrador para los futboleros catalanistas (que no catalanes, ojo) de pata negra. El desastre. Como para pensárselo, creo yo, y admitir aquello de que no se puede tener todo en esta vida. O una cosa o la otra. Pretender las dos es tener el morro prognato de Carlos V. De caraduras.

Claro que De la Morena no se quedó atrás en cuanto a disparates. No bien hubo mencionado Godall la soplagaitez del Monaco, al locutor madrileño no se le ocurrió sino decir que Cataluña no es un principado. Con dos cojones. Y claro, a su interlocutor no le costó nada ponerle en su sitio (el de un ignorante puro y duro) de inmediato. Ignorante, no sólo por desconocer que Catalunya es en efecto un principado, sino por argüir que eso no sería motivo suficiente para incluir a los equipos catalanes en la liga española. Lamentablemente, no puedo reproducir aquí la entrevista, pero se puede escuchar en la fonoteca de la Cadena SER.

Es decir, que tanto a uno como a otro les cantaría yo aquella vieja canción que reza Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazao. Al uno, por sus argumentos de patio de colegio sobre la cuestión de la selección catalana. Al otro, por su parcialísima manera de conducir una entrevista y por su demostrada ignorancia cateta.

He dicho.



martes, 26 de enero de 2010

A su modo de siempre

A estas alturas del cuento, hace ya mucho que el abajo firmante dejó de creer en eso que con tanta frecuencia se nos repite a la gente de a pie: la objetividad de la prensa. O quizás, para ser más exactos, habría que decir la presunta objetividad de la prensa. Española, por supuesto. Y el matiz es importante toda vez que, visto lo visto, español y objetivo se me antojan términos de todo punto irreconciliables. No se puede ser español e imparcial al mismo tiempo: que si sociatas o peperos, intolerantes o liberticidas, derechosos o ecologetas, fachas o rojos. Igual me da. Cuando el genial Francisco de Goya pintó su archiconocido cuadro Riña a bastonazos, posiblemente ignoraba el alcance del simbolismo de su obra, retrato fiel de esta España nuestra, para nuestra vergüenza y oprobio ante el resto del mundo. Y ojo, que cuando digo España y españoles, incluyo en el saco a aquellos que en lugar de la ñ usan la ny, tan española la primera como espanyola la segunda (o la segona). Que también me da igual. No me importa lo más mínimo que algunos entre ellos cacareen su presunta distinción del resto, la socorrida excusa del seny o que, llegados al extremo, digan no sentirse ni ser lo que, por sus actos y actitudes y más allá de toda duda razonable, son. Tan cazurros o cassurros como el común de los mortales en este país que todavía se llama España.

Pero hablaba de la objetividad de la prensa. Pues sí. Y de todo tipo, oiga: general o especializada y, dentro de este último segmento, la prensa deportiva no iba a irse de rositas. Claro que no. La última polvareda nacional se ha armado a propósito de la reciente expulsión de CR9 en el Santiago Bernabéu frente al Málaga por romperle la nariz a Mtiliga. En principio, las culpas recayeron exclusivamente sobre el jugador luso, con denominador común en la prensa madrileña y algunas webs de deportes: ángel (por sus goles) y demonio (por la expulsión). Pero casi al momento, se dispararon las especulaciones sobre la sanción que le podía caer a resultas de lo sucedido. Sobre este punto hay dos realidades meridianamente claras: la primera, que el árbitro del encuentro, pese a expulsar al jugador, no consignó en ningún momento la palabra agresión en el acta; y la segunda que, enterado del sucedido, CR9 fue al vestuario del Málaga a disculparse con el rival (si lo hizo de motu propio o no, que cada cual crea lo que le salga).

Como no podía ser de otro modo, los periódicos de un lado y de otro se lanzaron a la guerra particular. La riña a bastonazos, o sea. Los de Madrid, con la esquizofrenia del villarato como estandarte, a defender al jugador blanco. Y los de Barcelona, claro está, a echarle basura encima, clamando por una agresión que ni siquiera el árbitro, situado a pocos metros del lance, fue capaz de ver. Luego salieron las inevitables comparaciones entre lo sucedido en el Bernabéu y el lance vivido no hacía mucho entre Leo Messi y el jugador sevillista Marc Valiente, que sujetó al astro argentino mientras éste hacía por zafarse (brazos incluidos) y seguía corriendo entre las vivas aclamaciones del público culé, hasta que el árbitro detuvo definitivamente la jugada, señalando la correspondiente falta y amonestando a Valiente. Con tarjeta amarilla.

No tienen razón. Ni unos ni otros. La cartulina roja no tiene nada que ver con una agresión, y valga como prueba el acta arbitral. Sí que está relacionada con el daño infligido al jugador del Málaga, que fue golpeado por Cristiano, pero nunca agredido, toda vez que en cualquier agresión hay una componente de intencionalidad que en este caso brilla por su ausencia. Cuando alguien te agrede es porque ha ido expresamente a por ti, a partirte los morros sin contemplaciones. Puede parecer baladí, pero es tanto como acusar a alguien de homicidio o de asesinato. Suena igual, pero no significa lo mismo, y por idénticas razones. El Comité de Competición ha tenido en cuenta esto, y por ello ha sancionado al portugués con dos partidos. En caso de agresión, la pena mínima habrían sido cuatro encuentros y la máxima, doce.

Pero claro, en la capital del Principado las cosas no se ven de idéntico modo. Y por ello no han dudado en sacar a flote su psicopatología particular: Madrid. No el Real Madrid, ni la ciudad de Madrid, el Gobierno de Madrid o la Comunidad de Madrid. Madrid, a secas. Ese ente amorfo y sin identidad pero fácilmente señalable, culpable inequívoco de todas las injusticias cometidas con Cataluña desde los tiempos de Rafael Casanovas. Madrid presiona al Comité, dicen. Y tampoco dudan en insultar y despreciar al portugués en sus portadas, más propias de un pasquín filonazi de principios de la década de los 30 que de los tiempos que corren. He aquí la prueba:
CR9 Agresor
¿Por qué no es más fácil admitir lo más simple? ¿Por qué no reconocer que en el fondo CR9 les importa un pimiento y que lo único que desean es presionar a su vez para privar al Real Madrid de su concurso en dos partidos trascendentes como los que están por llegar, especialmente el de Riazor, un lugar históricamente muy poco propicio para los merengues en las últimas dos décadas? ¿Por qué montarse este numerito tan patético, victimista, hipócrita, falso, amarillo y sobre todo y por encima de todo, despreciable?

Pero así lo han mamado desde críos, y así tienen que conducirse. A su modo de siempre, claro. Los hijos de la gran puta.

He dicho.
P.D.: Tal día como ayer, en el programa de la Cadena SER El Larguero e interrogado sobre la cuestión de la sanción, Emilio Pérez de Rozas, presunto periodista deportivo del diario SPORT, calificó a CR9 de chulito -sic-. Naturalmente, no disparó el elogio en presencia del jugador del Real Madrid, sino que lo lanzó a las ondas, por toda España, bien parapetado tras la alcachofa amarilla de la cadena en Barcelona. Todo un ejemplo de valentía, eso de insultar sin que el otro tenga la oportunidad de contestarte... o de romperte los piños, ya que hablamos de ello. Algo que yo, desde luego, no lamentaría. Para nada.

domingo, 24 de enero de 2010

Adiós a un señor futbolista

Rutgerius Johannes Martinjus Van Nistelrooy se ha ganado a pulso un lugar escrito con letras de oro en la historia del Real Madrid. No es ni de lejos el extranjero que ha disputado más partidos con la elástica merengue, ni el que más ni mejores goles ha marcado para el club de Concha Espina, pero se lo ha ganado. Llegó de la mano de Ramón Calderón y Pedja Mijatovic procedente del ManU, donde se había ganado justa fama como implacable killer del área. Y por cierto, ganándole la partida a los del Bayern de Munich, quienes también ansiaban hacerse con él. Sus credenciales: fuerte, anticipador, rápido y certero, con el físico perfecto para lidiar con rivales bien armados y buena visión de juego. Quizá no muy habilidoso con los pies, pero soberbio rematador por alto, algo que se echaba mucho en falta en el Real Madrid. Se comentaba, eso sí, que su fichaje podría ser rentable por un año a lo sumo, dado que en el momento de su llegada a la piel de toro contaba treinta años recién cumplidos. Y tampoco estaba muy claro hasta qué punto podría llegar a ser productiva su participación, pues en aquellos tiempos el otrora formidable Ronaldo Nazario seguía siendo el '9' blanco.

No eran tiempos para la lírica en la Casa Blanca: el Barça de Rijkaard, Eto'o y Ronaldinho se paseaba por España y Europa, las elecciones presidenciales en el Madrid estaban bajo sospecha de pucherazo, y aterrizaba en Madrid Fabio Capello para afrontar la misión de reflote de un equipo que veía hundirse los restos del primer mandato florentiniano en medio del estrépito y de la huida de su creador. Era un momento de transición, y sin muchos visos de éxito en el horizonte, con un máximo rival crecido y amedrentador. Los comienzos del holandés no fueron fáciles, pues él y Ronaldo no eran compatibles en el ataque, y Capello tenía a veces que optar entre uno y otro. Pero los momentos dorados del brasileño tocaban a su fin, y Ruud iba a lo suyo: marcar goles. Al principio con cierta irregularidad, más acertado fuera que en casa, incluyendo un memorable póker en el Reyno ante Osasuna. Nunca se le oyó una protesta cuando hubo de ser relegado al banquillo, jamás un gesto reprobable ante sus compañeros o sus rivales. No se le recuerda una frase altisonante, una salida de tono, nada. Cien por cien profesional.

En el invierno de 2007 llegaron al Real Madrid tres jóvenes promesas de Iberoamérica: Marcelo, Gago y el Pipita Higuaín, al tiempo que Ronaldo hacía las maletas rumbo al Milán (auténtico lugar de exilio dorado para jugadores de la liga española venidos a menos). El Barça aventajaba en cinco puntos a los merengues, cuyo juego a Capella despertaba críticas sulfúricas en la prensa de Madrid y chanzas despectivas en los tabloides del Principado, y todo parecía indicar que los blaugranas darían el golpe de gracia en su estadio recibiendo a un Madrid que, una vez más, aparecía como víctima propiciatoria.

Y ahí apareció de nuevo el gran Ruud. Matador, gigante, resolutivo e implacable, para azotar a los culés y dejarles su sello en la frente por dos veces. Lo demás fue la lenta remontada que encontró al holandés como protagonista en momentos memorables: alzando al público la camiseta de Higuaín tras su gol agónico ante el Espanyol del rifle Pandiani, machacando al Sevilla en el Bernabéu, clavando un golazo de volea ante el Valencia después de una jugada de tiralíneas, o perforando la meta del Zaragoza en el decisivo minuto del Tamudazo en el Camp Nou. No pudo aportar nada en el momento definitivo ante el Mallorca, pues cayó lesionado a las primeras de cambio. Pero en aquellos momentos no importaba ya: Higuaín, Diarrá y Reyes remataron la faena por él. Así y todo, cosechó un fruto importante para cualquier jugador: el Pichichi, gracias a sus 25 dianas. Y con ello, entraba en el selecto club de jugadores máximos goleadores en tres campeonatos de otros tantos países.

Durante la temporada siguiente, su aportación fue más modesta por las lesiones que ya comenzaron a cebarse en él. Afortunadamente, el proyecto de Schuster demostró ser más sólido que el de Capello y el Madrid renovó el título liguero. El gigante de Oss volvió a dejar su impronta ante el Barça la mágica noche del 4-1 en el Bernabéu, y recuperó la forma física a tiempo de contribuir a los excelentes números de su equipo.

Pero llegó la temporada aciaga del 2008-09. Y Ruud se lesionó de gravedad en la rodilla frente a la Juventus. Ese fue el fin anticipado de su trayectoria en el Real Madrid. Ya sólo jugaría tres partidos más con la camiseta blanca, uno de ellos amistoso.

Ahora, sabiéndose el quinto delantero del equipo, ante la posibilidad de no volver a jugar y apremiado como tantos otros por la cercanía del Mundial de Sudáfrica y la posibilidad de disputarlo, ha decidido poner fin prematuramente a su vínculo contractual con el Real Madrid, aceptando una oferta del HSV Hamburgo alemán. El holandés disfrutará así de los minutos que ahora le niegan CR9, Higuaín, Benzema y Raúl. Para el recuerdo quedará la cerrada y unánime ovación que le ha obsequiado el exigente público del coliseo merengue en su despedida, tal día como hoy.

Así pues, adiós Ruud. Adiós, holandés dandy y matador, azote de herejes culés y defensor de la fe blanca. Vete en paz, con nuestra eterna gratitud por tu entrega, lucha y sacrificio, tu exquisita profesionalidad, tus goles de maestro. Que tu nueva etapa te sea tan propicia como las anteriores y que la fortuna vuelva a sonreirte para volver a ser el de siempre: Van The Man, Van Gol, Van Nistelrooy. Adiós y gracias mil. De un caballero a otro.

He dicho.