Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

martes, 26 de enero de 2010

A su modo de siempre

A estas alturas del cuento, hace ya mucho que el abajo firmante dejó de creer en eso que con tanta frecuencia se nos repite a la gente de a pie: la objetividad de la prensa. O quizás, para ser más exactos, habría que decir la presunta objetividad de la prensa. Española, por supuesto. Y el matiz es importante toda vez que, visto lo visto, español y objetivo se me antojan términos de todo punto irreconciliables. No se puede ser español e imparcial al mismo tiempo: que si sociatas o peperos, intolerantes o liberticidas, derechosos o ecologetas, fachas o rojos. Igual me da. Cuando el genial Francisco de Goya pintó su archiconocido cuadro Riña a bastonazos, posiblemente ignoraba el alcance del simbolismo de su obra, retrato fiel de esta España nuestra, para nuestra vergüenza y oprobio ante el resto del mundo. Y ojo, que cuando digo España y españoles, incluyo en el saco a aquellos que en lugar de la ñ usan la ny, tan española la primera como espanyola la segunda (o la segona). Que también me da igual. No me importa lo más mínimo que algunos entre ellos cacareen su presunta distinción del resto, la socorrida excusa del seny o que, llegados al extremo, digan no sentirse ni ser lo que, por sus actos y actitudes y más allá de toda duda razonable, son. Tan cazurros o cassurros como el común de los mortales en este país que todavía se llama España.

Pero hablaba de la objetividad de la prensa. Pues sí. Y de todo tipo, oiga: general o especializada y, dentro de este último segmento, la prensa deportiva no iba a irse de rositas. Claro que no. La última polvareda nacional se ha armado a propósito de la reciente expulsión de CR9 en el Santiago Bernabéu frente al Málaga por romperle la nariz a Mtiliga. En principio, las culpas recayeron exclusivamente sobre el jugador luso, con denominador común en la prensa madrileña y algunas webs de deportes: ángel (por sus goles) y demonio (por la expulsión). Pero casi al momento, se dispararon las especulaciones sobre la sanción que le podía caer a resultas de lo sucedido. Sobre este punto hay dos realidades meridianamente claras: la primera, que el árbitro del encuentro, pese a expulsar al jugador, no consignó en ningún momento la palabra agresión en el acta; y la segunda que, enterado del sucedido, CR9 fue al vestuario del Málaga a disculparse con el rival (si lo hizo de motu propio o no, que cada cual crea lo que le salga).

Como no podía ser de otro modo, los periódicos de un lado y de otro se lanzaron a la guerra particular. La riña a bastonazos, o sea. Los de Madrid, con la esquizofrenia del villarato como estandarte, a defender al jugador blanco. Y los de Barcelona, claro está, a echarle basura encima, clamando por una agresión que ni siquiera el árbitro, situado a pocos metros del lance, fue capaz de ver. Luego salieron las inevitables comparaciones entre lo sucedido en el Bernabéu y el lance vivido no hacía mucho entre Leo Messi y el jugador sevillista Marc Valiente, que sujetó al astro argentino mientras éste hacía por zafarse (brazos incluidos) y seguía corriendo entre las vivas aclamaciones del público culé, hasta que el árbitro detuvo definitivamente la jugada, señalando la correspondiente falta y amonestando a Valiente. Con tarjeta amarilla.

No tienen razón. Ni unos ni otros. La cartulina roja no tiene nada que ver con una agresión, y valga como prueba el acta arbitral. Sí que está relacionada con el daño infligido al jugador del Málaga, que fue golpeado por Cristiano, pero nunca agredido, toda vez que en cualquier agresión hay una componente de intencionalidad que en este caso brilla por su ausencia. Cuando alguien te agrede es porque ha ido expresamente a por ti, a partirte los morros sin contemplaciones. Puede parecer baladí, pero es tanto como acusar a alguien de homicidio o de asesinato. Suena igual, pero no significa lo mismo, y por idénticas razones. El Comité de Competición ha tenido en cuenta esto, y por ello ha sancionado al portugués con dos partidos. En caso de agresión, la pena mínima habrían sido cuatro encuentros y la máxima, doce.

Pero claro, en la capital del Principado las cosas no se ven de idéntico modo. Y por ello no han dudado en sacar a flote su psicopatología particular: Madrid. No el Real Madrid, ni la ciudad de Madrid, el Gobierno de Madrid o la Comunidad de Madrid. Madrid, a secas. Ese ente amorfo y sin identidad pero fácilmente señalable, culpable inequívoco de todas las injusticias cometidas con Cataluña desde los tiempos de Rafael Casanovas. Madrid presiona al Comité, dicen. Y tampoco dudan en insultar y despreciar al portugués en sus portadas, más propias de un pasquín filonazi de principios de la década de los 30 que de los tiempos que corren. He aquí la prueba:
CR9 Agresor
¿Por qué no es más fácil admitir lo más simple? ¿Por qué no reconocer que en el fondo CR9 les importa un pimiento y que lo único que desean es presionar a su vez para privar al Real Madrid de su concurso en dos partidos trascendentes como los que están por llegar, especialmente el de Riazor, un lugar históricamente muy poco propicio para los merengues en las últimas dos décadas? ¿Por qué montarse este numerito tan patético, victimista, hipócrita, falso, amarillo y sobre todo y por encima de todo, despreciable?

Pero así lo han mamado desde críos, y así tienen que conducirse. A su modo de siempre, claro. Los hijos de la gran puta.

He dicho.
P.D.: Tal día como ayer, en el programa de la Cadena SER El Larguero e interrogado sobre la cuestión de la sanción, Emilio Pérez de Rozas, presunto periodista deportivo del diario SPORT, calificó a CR9 de chulito -sic-. Naturalmente, no disparó el elogio en presencia del jugador del Real Madrid, sino que lo lanzó a las ondas, por toda España, bien parapetado tras la alcachofa amarilla de la cadena en Barcelona. Todo un ejemplo de valentía, eso de insultar sin que el otro tenga la oportunidad de contestarte... o de romperte los piños, ya que hablamos de ello. Algo que yo, desde luego, no lamentaría. Para nada.

1 comentario:

Loly Díaz dijo...

Al final, independientemente de líneas ideológicas y hegemonías metropolitanas, hay que quedarse con la esencia de la noticia: la agresión, voluntaria o no, tuvo su sanción. Algo de coherencia, después de todo.

He opinado.