Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

jueves, 15 de julio de 2010

Majaderías Inc.

Ayer mismo comentaba que los diarios deportivos catalanes, enfriada ya la euforia por la consecución del Mundial, han cargado la escopeta y han empezado a disparar las majaderías de costumbre a las que tristemente son tan aficionados. Tal día como hoy, y aprovechando el tirón de Sudáfrica, tanto Sport como Mundo Deportivo han vuelto a las andadas por boca de sus inefables columnistas:
  • El Mundial 2010 le ha dado muchos disgustos a Florentino. Las grandes estrellas se han estrellado, léase Cristiano Ronaldo, Kaká, Rooney o Drogba, mientras que jugadores con un perfil mediático más bajo como Xavi, Iniesta, Forlán o Müller se han revalorizado al máximo. Pero lo que ha sido más noticiable es que dos jugadores descartados y mal vendidos por el Madrid, Robben y Sneijder, fueran las estrellas de Holanda. Cuesta de entender que prescindieran de dos jugadores que han realizado una gran temporada y en cambio se quedaran a Van der Vaart o ficharan a Benzema, que ni tan siquiera tuvo plaza en el Mundial. (J.M. Casanovas, Sport)
  • Los Gerrad, Cesc, De Rossi, Maicon y Schweinsteiger han pasado a mejor vida por diversas razones (la realidad es que Florentino no está dispuesto a pagar más de 30 millones por cada fichaje) y ahora se está echando mano de la lista B, en la que están Javi Martínez (Athletic de Bilbao), Khedira, Meireles (Oporto) y Özil, el internacional alemán de origen turco, quien se convirtió en la figura del pasado Mundial y que, para más inri, se trata de un enamorado del Barça (recientemente declaró que su mayor ilusión sería jugar al lado de Messi e Iniesta). (Pepe Carazote, Sport)
  • Al fútbol se puede jugar muy bien de distintas maneras pero, vistas, oídas y leídas, las conclusiones del Mundial de Sudáfrica, podría deducirse que el público del Bernabéu podría cambiar fácilmente de opinión... si tuviese a los futbolistas que tiene el Barça. Esos que, liderando el estilo de la selección española, fueron aclamados el lunes en las repletas y entusiasmadas calles de Madrid. (Miguel Rico, Mundo Deportivo)
Así que ya ven: el éxito de un club se mide por el de sus futbolistas en una selección, y lo mismo pasa con los fracasos, ¿no es eso? Pues bien, ¿qué cabría decir entonces del genial Messi, que se volvió a casa sin marcar un solo gol? ¿Se acordará el señor Casanovas del bronco Dani Alves, que hizo las maletas al mismo tiempo que Kaká? Touré Yayá y los suyos no pasaron de la primera fase, mientras que Keita y compañía ni siquiera hicieron el camino de ida, exactamente lo mismo que Zlatan Ibrahimovic (modelo de fichaje baratito) y sus vikingos. Recordemos también, para finalizar, que Rafa Márquez y los suyos no pasaron de octavos, lo mismo que CR9. Una vez más, Casanovas aparece como lo que es: el dueño y señor de la opinión sesgada. Tiene descaro que aún, a estas alturas del cuento, aún se atreva a titular su columna como Mi Verdad, pues la verdad es precisamente lo que más brilla en ella por su ausencia.

De Pepe Carazote, qué se puede decir que no esté dicho ya. Como siempre, a lo suyo: un rumor de aquí, un runrún de allí, un recorte de prensa de éste o del otro (prensa de Madrid, naturalmente), todo a la Minipimer y... ¡Bingo! Columna al canto. Y desde luego, haciendo referencia a sus siempre oscuras fuentes. Nos consta, dice. Pues vale, Pepe, si tú lo dices... No deja de ser curioso que cite los clubes de procedencia de los hipotéticos fichajes del Madrid, menos para los jugadores alemanes. Que lo sepas, genio: Sami Khedira es todavía jugador del Stuttgart, mientras que ese criptoculé llamado Mesut Özil es jugador del Werder Bremen.

Y finalmente, a propósito de la columna de Miguel Rico (por el que aún siento algo de consideración), sólo se me ocurre una palabra: Ven-ta-jis-mo.

Pero la guinda del pastel, en este caso del victimismo, la pone el Follonero de J.M. Fonalleras:
  • Aviso para navegantes: aún resuenan los ecos de la resaca y ya se ha levantado la veda contra el azulgrana. El escupitajo de Piqué se ha magnificado en algunas teles hasta niveles risibles, absurdos. No fue un ejemplo de educación, vale, pero tampoco fue el detonante de la tercera guerra mundial. La broma de la camiseta de Cesc les parece casi un asunto de Estado, una ofensa intolerable a la siempre amada afición del Arsenal. Por otra parte, estén atentos a uno de los culebrones de la próxima temporada. Ya se ha iniciado el ataque, que será extenuante, para elevar a Iker Casillas a la categoría de ‘Balón de Oro’. A pesar de la calidad del portero, no olvidemos que los galardones se dan por el año en curso. ¿Qué ganó Casillas, además del Mundial? Y otra: ¿por qué les cuesta tanto confesar lo evidente, que Xavi o Iniesta, también campeones del mundo, son la solución natural del enigma sobre el mérito individual?
Puede que algunos no se sientan españoles, pero no pueden rehuir la herencia que nos une, guste o no. Porque el cainismo de que hacen gala lo llevamos grabado a fuego en la sangre quienes vivimos en esta nuestra sufrida piel de toro. Lo que nos quedará por leer, sólo Dios lo sabe.

He dicho.

miércoles, 14 de julio de 2010

Retorno a la majadería

Es triste, pero es absolutamente cierto: no pueden estarse quietos. Como los niños revoltosos que se portan bien mientras dura la atracción (llámese marionetas, circo, desfile o Playstation) que les mantiene con los sentidos ocupados y que luego, una vez terminada la diversión, tienen que volver a hacer lo único que saben: desinformar, colgarse medallas ficticias, enfrentar, sembrar cizaña, en definitiva: todo menos su auténtico trabajo. El de periodistas.

Porque los ecos del Mundial recientemente ganado por la Selección Española empiezan a apagarse, en aras del interés más inmediato, que es la vuelta a las competiciones domésticas. Y en ese terreno, ya se sabe, no hay amigos ni compañeros: sólo rivales. En el mejor de los casos, claro. Esto significa que gritos como leña al mono o tiro al blanco, hasta ahora en segundo plano, vuelven a llenar portadas. Es de sobra conocido que estamos en el período estival, y que no hay mucho de qué hablar, salvo de las consabidas serpientes, habladurías, rumores, noticias que no son tales, fichajes más o menos reales, etc. Hay que llenar las páginas de un periódico, desde luego, y si no hay con qué hacerlo, pues... habrá que inventárselo, recurriendo como siempre a las fuentes fidedignas de rigor.

No voy a hablar aquí de la campaña urdida desde los medios barceloneses para apropiarse del éxito del Mundial, algo que sólo un columnista (el de siempre: Martí Perarnau), se ha encargado de repartir a partes más o menos iguales, recordando que la gestión del equipo ha sido madridista (y añadiendo acertadísimamente: sin filias ni fobias), así como las paradas, tan importantes como los goles. Goles que, por cierto, ha logrado mayoritariamente un jugador, David Villa, que sí, que tiene contrato firmado con el FC Barcelona, pero que aún no ha jugado un solo minuto con la camiseta de su nuevo equipo y a quien los periódicos de Barcelona han negado su condición de valencianista, mantenida durante cinco temporadas y sólo interrumpida hace cosa de un mes y medio, porque sí. Me extrañaría que en Valencia no contemplasen algo semejante como una falta de respeto. Como mínimo. Por un momento los periódicos catalanes me han recordado a Sméagol nombrando a su tesssoro, acariciándolo y contemplándolo con mórbida adicción: es nuesssstro, lo queremossss, lo queremossss. Y no quiero olvidar que lo que ahora se llama Estilo Barça (antes tiqui-taca) fue aplicado a la Selección Española por un tal Luis Aragonés cuando el Barça estaba sumido en el más absoluto marasmo.

Ojo: no quiero de ninguna manera negar la mayor al FC Barcelona: es obvio que la Selección se apoya sobre sus jugadores, constituidos en pilares básicos de la misma, como tampoco que la Selección se ha beneficiado enormemente del poder defensivo de la dupla Piqué-Puyol y del juego asociativo desarrollado por Xavi, Iniesta y Busquets, como tampoco que eso mismo ha servido para desarbolar, uno tras otro, a todos los rivales que se han escudado detrás de sus respectivas Líneas Maginot o que han intentado emular a Leónidas y los suyos repartiendo estopa. Al contrario: bendito y alabado sea todo ello, por el fútbol español y por el FÚTBOL per se. Pero de ahí a adueñarse de un éxito que es colectivo, ninguneando todo aquello que no sea estrictamente blaugrana, media un abismo. En mi opinión.

¿Un ejemplo reciente de majadería? El artículo que hoy escribe Alejandro Alcázar para el Sport. Pásmense ustedes: a Florentino Pérez no le gusta Angel Di Maria (reciente fichaje merengue) porque no da el tipo mediático. Y añade que pagar veintidós millones de euros por él ha sido una auténtica barbaridad. ¿Qué pensará entonces este buen señor del fichaje de Chygrynsky por el Barça, petición expresa de Pep, al precio irrisorio de 25 millones de mortadelos?

Lo dicho: volvemos al día a día. País...

He dicho.

lunes, 12 de julio de 2010

Al rey, señor de España, rendí siempre honor...

Así reza el himno holandés, estrofas salidas de la mano y puestas en boca del príncipe de Oranje, Guillermo de Nassau. Y tal día como hoy, Holanda nos rinde honores. España acaba de culminar una proeza, una gesta histórica e irrepetible. Puede (ojalá) que nuestro combinado nacional llegue a ganar otra Euro u otro mundial, pero desde luego ninguna noche será jamás como ésta. La noche del 11 de julio de 2010 es, por derecho propio, la noche más grande de nuestro fútbol. Ningún otro éxito de nuestro deporte rey (y los ha habido grandes) iguala a éste, nada ha sido ni es más grande. Merece la pena haber vivido para ver esto, para sentir la calle explotar de júbilo, para oír los gritos de alegría y alborozo, para ver más banderas españolas que nunca, para ingresar (y ya era hora) en el selecto club de los equipos nacionales que han alzado la copa de campeones. Ya son ocho. Tres americanos, cinco europeos. Faltaba una pieza, faltábamos nosotros, faltaba España. Ya no. Dos muescas teníamos en el revólver: la olímpica y la europea, ya tenemos la que faltaba, la más grande y rutilante, la joya de la corona.
¿El partido? ¡Qué contar! Mucha dureza por parte del rival, que intentó destruir el juego español y jugárselo todo a un lance de contraataque o, como mal menor, a la lotería de los penalties. Como sucediera con Cardozo o Roque Santa Cruz en cuartos, o Kroos en semifinales, Robben tuvo su oportunidad. Y como sucediera con ellos, Casillas se interpuso en su camino, frustrando así su cita con la gloria... y abriendo el camino de nuestra propia cita con la diosa fortuna. Para la anécdota quedará el pésimo arbitraje de Howard Webb, demasiado permisivo con la leña repartida por los holandeses. Tanto que, lo reconozco, por un momento clamé por la resurrección del Duque de Alba, de Alejandro Farnesio, de Juan de Austria, Luis de Requesens o Ambosio Spinola, hasta del mismísimo Diego Alatriste, ¡Vive Dios! De Marc Van Bommel se esperaba algo así: es su oficio. Pero no tanto de De Jong, Heitinga o del propio Sneijder. Al final, ganó aquél que fue más fiel a su estilo, al que siguió con su idea, con su filosofía de fútbol hasta el final. Como el Séptimo de caballería: al cántico de Garry Owen, puro y duro.
Este es el fin de muchos fantasmas históricos. Atrás quedan Jean-Marie Pfaff y sus penalties parados a los nuestros, Mikhailovic y sus letales libres directos, Tassotti y su sucio codazo a Luis Enrique, los cánticos de Zubizarreta ante los zambombazos de las águiles verdes nigerianas, los correosos surcoreanos o los quiebros de Zidane para matarnos del disgusto. Descansa en paz, Gamal Al-Ghandour, tu deseo se ha cumplido: España ya es campeona del mundo y nos olvidamos de ti y de tu pérfido silbato. Quedaos tranquilos, Cardeñosa y Julio Salinas, vuestros goles que pudieron ser y no fueron ya son, definitivamente, cosa del pasado. Por dos veces en las últimas grandes citas hemos barrido para siempre la barrera psicológica de los cuartos de final. Todo eso, como las lágrimas de Morientes, ya es historia.
Tan sólo una cosa más: aunque hoy no hiciesen su mejor y más brillante partido, es obvio que el fútbol tiene una deuda enorme, gigantesca, con los holandeses. Tres finales frustradas son muchas, y duelen. Aunque no les conozca personalmente, puedo ponerme en la piel de los Sneijder, Robben, Van der Waart, De Jong, Heitinga, de Wilde, Huntelaar y compañía, así como de su entrenador, Bert Van Maarwijk. Han merecido el mundial tanto como nosotros. Algún día el fútbol les hará justicia, a ellos y a los brillantes genios de la Oranje que dejaron imágenes inmortales en la retina de los buenos aficionados al deporte rey. Sólo espero y deseo que cuando llegue ese día, aún esté yo vivo para contemplarlo y, desde luego, que no sea contra nosotros.
Cuatro siglos más tarde, España ha puesto una buena Pica en Flandes.
Gracias, CAMPEONES. ¡Viva España!
He dicho.
(P.D.: Y gracias, Suiza: el favor ha sido impagable de verdad).

jueves, 8 de julio de 2010

¿Una pica en Flandes?

Lo de anoche fue un subidón. Tremendo, o bárbaro, como diría un argentino. Sublime, celestial, increíble. Después de la tensión de noventa minutos y el descargue por el gol de casta y poderío de Carles Puyol, creo que experimenté una de las mayores dosis de endorfinas que mi cuerpo haya podido recibir. Flotaba en una nube, mientras en el chicharrero barrio de El Toscal (vi el encuentro en casa de un viejo amigo) las bocinas y los cohetes sonaban alocados aquí y allí. Y me repetía a mí mismo "no me lo creo, no me lo creo", a modo de mantra futbolístico. Supongo que la sensación de dulce y feliz incredulidad fue compartida por muchos que, como el que suscribe, no creían que España iba a someter de nuevo a la orgullosa escuadra teutona, y sobre todo con tanta autoridad.

Porque nuestra selección, ésa que ocurra lo que ocurra el domingo ya ha inscrito su nombre con letras de oro en la historia del fútbol mundial, dominó el partido casi desde principio a fin. Por primera vez en lo que va de Mundial se encontró delante de un equipo que no jugó a destruir porque sí, y que dejó a los nuestros tocar la pelota, jugar a lo que saben. Tácticamente (y esto no es más que la opinión de un simple aficionado), me pareció ver que la consigna que Joachim Löw había impartido a los suyos fue impedir a toda costa que los españoles pudiesen dar pases al hueco por el centro de la defensa, desviando el ataque de la Roja hacia las bandas, donde lo que no pudiesen resolver Lahm (muy buen partido el suyo) y Boateng, oportunamente asistidos, lo achicarían sin problema las torres centrales: Mertesäcker y Friedrich. Dos de los germanopolacos y el germanotunecino (Trochowski, Podolski y Khedira) deberían tapar huecos en defensa, así como intentar robar el balón para que, eventualmente Schweinsteiger, Özil y Klose (el polaco restante) pudieran armar contragolpes letales, como ya sucediera frente a la descabezada Argentina maradoniana. Sólo pondría una objeción a este planteamiento: creo que Alemania tiene mimbres más que suficientes como para no plantear un partido a la defensiva y al contragolpe. Por buenos resultados que ello le reportase frente a Inglaterra y Argentina, esta vez no tenían los alemanes frente a sí a una escuadra descompensada o mal ubicada en el centro del terreno, sino a una de las mejores CPUs futbolísticas del panorama mundial: Busquets, barriendo de un lado a otro y dando con grandísimo tino el primer pase; Xabi y Xavi repartiendo en largo y en corto respectivamente, con matemática precisión. Y más adelante, la revolución: tres corretones bajitos (otra genialidad de Del Bosque: el desinquieto Pedrito por el más estático Torres) moviéndose en medio de la División Panzer y aguijoneando aquí y allá, esperando pacientemente la combinación letal, apoyados por los dos laterales (grandísimo, inmenso campeonato el de Ramos y Capdevila). Si le cedían el control de la pelota, los germanos lo iban a tener crudo. Sólo se me ocurre una explicación: respeto, y no sé si aderezado con algo de miedo.

Pero el fútbol a veces te sorprende con circunstancias inéditas, tanto que parecen inexplicables. Porque inexplicable es que España, cuya mayor virtud no son precisamente las jugadas a balón parado (y no digamos ya los saques de esquina), le gane la partida por alto a las torres germanas en su propia área. El gol de Puyol pasará a la historia, al mismo nivel que el testarazo de Maceda que hace veintiséis largos años nos puso en la final de la Euro, pero con una diferencia. Si entonces España aguantó estoicamente el vendaval alemán, esta vez fueron los germanos quienes tuvieron que abrir el paraguas. Tan sólo al final, a contrarreloj, y fiándolo todo a un posible lío en el área rival (Mario Gómez mediante) se les vio encorajinados y lanzados al ataque. Pero ya era un poco tarde, quizás.

El domingo nos espera Holanda, esa selección en el pasado tan maltratada por las circunstancias frente a equipos que no demostraron ser, en esencia, mucho mejores que los Rep, Cruyff, Neeskens, Krol, Rensenbrink y los hermanos Van de Kerkhof, entre otros. Suceda lo que suceda, los nuestros han hecho historia de la grande, de la de verdad. De la mano de Del Bosque y Toni Grande han llegado más lejos que nadie en el pasado, y se merecen sobradamente el reconocimiento de la afición. Tan sólo me resta recordar lo que todos sabemos (o deberíamos saber) ya: esto no está hecho, y delante nos espera una selección que, a lo tonto y a la sordina, lleva más de veinte partidos consecutivos ganados, que ha dejado en la cuneta a los siempre favoritos brasileiros (tras remontarles un gol en contra, algo poco visto en este mundial) y que tiene sus baluartes en viejos y buenos conocidos de la afición española: Van Bronckhorst, Heitinga, Van Bommel, Huntelaar, Van der Waart y sus dos armas letales, Robben y Sneijder. El peor enemigo de España, empero, no son los Oranjes, sino España misma, la euforia anticipada y ese deporte al que somos, tristemente, tan aficionados: desollar al oso antes de haberlo matado.

No os lo creáis todavía, aún queda un durísimo trabajo por hacer. Suerte, campeones.

He dicho.

lunes, 5 de julio de 2010

Panzers a la vista

Pues sí: la Roja ya ha hecho historia, a pesar de que algo así parezca de mal gusto a algunos profesionales de nuestra, por otra parte, erudita y sensible prensa deportiva. No fue fácil, claro que no. Tal y como se presumía, los chicos del Tata Martino hicieron lo mejor que saben hacer (no dejar jugar al rival) para intentar llevarse el gato al agua y ¡vive Dios! que a punto estuvieron de lograrlo. Porque si Casillas (y van...) no hubiese hecho gala de su sagrada aureola o el árbitro (a mi juicio nefasto como él solo) hubiese estado un poco menos desatinado, los nuestros habrían palmado sí o sí, y hoy la prensa cainita estaría haciendo filetes con Del Bosque... y con alguno de sus jugadores.

A mí me encantó el sistema defensivo de Paraguay, su extraordinario despliegue físico y la capacidad de sus jugadores para tapar a los nuestros, aunque también considero que, de haber pasado ellos (felicitaciones aparte, claro) hubiera sido un poco menos justo el fútbol. Porque, independientemente de la legitimidad de jugar este deporte como cada cual quiera (faltaría más), la realidad es siempre tozuda, o suele serlo, y los equipos que han prescindido de un centro del campo creador y de un fútbol más imaginativo se han ido quedando por el camino como las migas de pan de Pulgarcito. Ahí están la rácana Inglaterra capelliana que ha tirado al retrete su inmenso potencial, la orgullosa canarinha de Dunga o la descompensada Argentina del siempre inefable Maradona. Puede parecer ventajista hablar de ellos en tono recriminador por el pobre fútbol practicado o por el diseño de las respectivas escuadras, lo reconozco. A veces, el equipo férreo, disciplinado hasta la extenuación, solidario y resultadista llega bien lejos (que se lo cuenten si no a Mourinho o a Benítez), pero esta vez no ha sido así, y la única selección superviviente que practica este catecismo es el bien armado conjunto charrúa de Oscar Washington Tabarez. ¡Andense con ojo Van Maarwijk y sus herejes!

No, las escuadras férreas se han ido cayendo una tras otra, con la culminación del estrépito en el caso de la albiceleste de Diego Armando, genial como nadie en la motivación de sus jugadores, poco afortunado en todo lo demás, incluyendo un centro del campo muy descuidado y despoblado sobre el que los Panzers de Joachim Löw pasaron una y otra vez como los tanques de verdad sobre Polonia y Francia, haciendo papilla cuanto caía bajo sus cadenas. Alemania, de la mano de este nuevo Erwin Rommel, está irreconocible: mueve el balón con criterio, rapidez y vistosidad, defiende con su acostumbrada y granítica solidez, es letal en ataque, abarca jugadores venidos de medio mundo y... es el miura que tenemos que lidiar. Ahí es nada.

Dos cosas a favor: una, que nadie nos cuelga ya el cartel de favoritos, después de las exhibiciones de los germanos ante Australia, Inglaterra y Argentina, lo que supone quitarse una buena carga de presión de encima, y dos, que los alemanes previsiblemente no saldrán a verlas venir, como han hecho todos los rivales de España hasta el momento, lo que permitiría a los nuestros hacerse con la posesión del balón, algo que no saldrá gratis, desde luego. Y es bueno que las euforias estén esta vez del otro lado, pues ya se sabe que envenenan la mente tanto como el cuerpo.

Una sola cosa en contra: Alemania. Nada menos. Deutschland über alles.

Suerte, campeones.