Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

miércoles, 14 de julio de 2010

Retorno a la majadería

Es triste, pero es absolutamente cierto: no pueden estarse quietos. Como los niños revoltosos que se portan bien mientras dura la atracción (llámese marionetas, circo, desfile o Playstation) que les mantiene con los sentidos ocupados y que luego, una vez terminada la diversión, tienen que volver a hacer lo único que saben: desinformar, colgarse medallas ficticias, enfrentar, sembrar cizaña, en definitiva: todo menos su auténtico trabajo. El de periodistas.

Porque los ecos del Mundial recientemente ganado por la Selección Española empiezan a apagarse, en aras del interés más inmediato, que es la vuelta a las competiciones domésticas. Y en ese terreno, ya se sabe, no hay amigos ni compañeros: sólo rivales. En el mejor de los casos, claro. Esto significa que gritos como leña al mono o tiro al blanco, hasta ahora en segundo plano, vuelven a llenar portadas. Es de sobra conocido que estamos en el período estival, y que no hay mucho de qué hablar, salvo de las consabidas serpientes, habladurías, rumores, noticias que no son tales, fichajes más o menos reales, etc. Hay que llenar las páginas de un periódico, desde luego, y si no hay con qué hacerlo, pues... habrá que inventárselo, recurriendo como siempre a las fuentes fidedignas de rigor.

No voy a hablar aquí de la campaña urdida desde los medios barceloneses para apropiarse del éxito del Mundial, algo que sólo un columnista (el de siempre: Martí Perarnau), se ha encargado de repartir a partes más o menos iguales, recordando que la gestión del equipo ha sido madridista (y añadiendo acertadísimamente: sin filias ni fobias), así como las paradas, tan importantes como los goles. Goles que, por cierto, ha logrado mayoritariamente un jugador, David Villa, que sí, que tiene contrato firmado con el FC Barcelona, pero que aún no ha jugado un solo minuto con la camiseta de su nuevo equipo y a quien los periódicos de Barcelona han negado su condición de valencianista, mantenida durante cinco temporadas y sólo interrumpida hace cosa de un mes y medio, porque sí. Me extrañaría que en Valencia no contemplasen algo semejante como una falta de respeto. Como mínimo. Por un momento los periódicos catalanes me han recordado a Sméagol nombrando a su tesssoro, acariciándolo y contemplándolo con mórbida adicción: es nuesssstro, lo queremossss, lo queremossss. Y no quiero olvidar que lo que ahora se llama Estilo Barça (antes tiqui-taca) fue aplicado a la Selección Española por un tal Luis Aragonés cuando el Barça estaba sumido en el más absoluto marasmo.

Ojo: no quiero de ninguna manera negar la mayor al FC Barcelona: es obvio que la Selección se apoya sobre sus jugadores, constituidos en pilares básicos de la misma, como tampoco que la Selección se ha beneficiado enormemente del poder defensivo de la dupla Piqué-Puyol y del juego asociativo desarrollado por Xavi, Iniesta y Busquets, como tampoco que eso mismo ha servido para desarbolar, uno tras otro, a todos los rivales que se han escudado detrás de sus respectivas Líneas Maginot o que han intentado emular a Leónidas y los suyos repartiendo estopa. Al contrario: bendito y alabado sea todo ello, por el fútbol español y por el FÚTBOL per se. Pero de ahí a adueñarse de un éxito que es colectivo, ninguneando todo aquello que no sea estrictamente blaugrana, media un abismo. En mi opinión.

¿Un ejemplo reciente de majadería? El artículo que hoy escribe Alejandro Alcázar para el Sport. Pásmense ustedes: a Florentino Pérez no le gusta Angel Di Maria (reciente fichaje merengue) porque no da el tipo mediático. Y añade que pagar veintidós millones de euros por él ha sido una auténtica barbaridad. ¿Qué pensará entonces este buen señor del fichaje de Chygrynsky por el Barça, petición expresa de Pep, al precio irrisorio de 25 millones de mortadelos?

Lo dicho: volvemos al día a día. País...

He dicho.

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