Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

domingo, 3 de octubre de 2010

Los más listos de la clase

Ignoro si Florentino Pérez sabía lo que hacía cuando fichó a José Mourinho para dirigir los destinos de la primera plantilla del Real Madrid. Quiero decir, más precisamente, que desconozco si se hacía cargo del alcance del fichaje, en todos los sentidos. El portugués está demostrando ser un personaje sumamente astuto. Y las plumas de nuestra ilustre prensa deportiva están cayendo tan bajo que no se adivina el fondo del pozo. En el panorama futbolístico patrio, ya teníamos un chico muy listo: Pep Guardiola, el noi de Santpedor. Pero ahora le ha salido un digno competidor en la figura del controvertido entrenador luso, más allá de lo meramente deportivo y mucho más allá de su particular histrionismo.

Ambos tienen aspectos en común. Ya imagino a los culés más recalcitrantes protestando por esta blasfemia: ¡cómo se van a parecer, tan buen chico el uno y tan borde y chuleta el otro! Pero que Mou sea ahora mismo el mismísimo Demonio del Mediodía para los blaugrana no debe ser obstáculo para fijarnos un poco. Guardiola asumió como norma no conceder entrevistas a los medios de comunicación, hablados o escritos. Hizo muy bien, porque dedicarle más tiempo que el estrictamente necesario a los periodistas deportivos es simplemente desperdiciarlo. Y más aún cuando, tal y como hacía el catalán desde su etapa como jugador, rompía los tópicos habituales en las ruedas de prensa: es un partido muy difícil, un rival complicado, tenemos que hacer nuestro juego, y bla, bla, bla. Ahora, en esta brillantísima etapa como técnico, controla todos y cada uno de los aspectos de su equipo, al que gobierna con puño de hierro en guante de seda. Además tampoco habla por hablar: su mensaje nunca es repetitivo, y sí finamente calculado, diseñado, predigerido, y por último, lanzado a los tiburones con la sutil precisión de un misil. Jamás queda al azar. Su objetivo último: motivar a sus hombres y nublar al rival. Así de claro. Los éxitos son siempre de sus jugadores, mientras que asume como propios los escasos fracasos cosechados hasta hoy. Como en aquella frase memorable tras la eliminación copera ante el Sevilla, a comienzos de este mismo año: siento que he fallado a mis jugadores. Algo que, entiendo yo, ni él mismo se podía creer. Ni de coña. Pero como motivador de sus jugadores en la derrota, perfecto e impecable. Sus modales de colegial británico, su aparente humildad, su cuidada imagen, todo contribuye a hacer de sí el chico perfecto. A lo mejor meo colonia, decía no hace mucho. No lo creo en absoluto, más bien pienso que es muy, muy listo.

El portugués también controla todos y cada uno de los aspectos del equipo al que entrena y, al igual que Pep, jamás concende entrevistas a las radios ni se rinde ante los jugadores, especialmente si no trabajan como a él le gusta. No se presta al juego de la prensa y, tal y como hace su antagonista, se sirve de ella, aprovechándose de su cateta estulticia. Y aquí se acaban las semejanzas. Mourinho no tiene pelos en la lengua y no duda en lanzar aspavientos. Pero sus desplantes nunca resultan de una pérdida de nervios o de cabeza: al contrario, también persiguen una finalidad. Hace poco más o menos un año, el Real Madrid ganaba partidos, pero el juego bonito que se prometía bajo la batuta de Pellegrini (una apuesta de Valdano como antes lo fue el infausto Carlos Queiroz) no terminaba de llegar. El chileno tenía que justificarse una y otra vez, reclamando una paciencia que nadie le concedería, y menos aún tras la penosa eliminación copera ante el Alcorcón. Hoy pocos se fijan en las carencias que, hasta el momento, ha mostrado el juego madridista. Nadie hace gala de la impaciencia del año anterior. En lugar de ello, los periodistas (especialmente los de Barcelona, claro está) se han lanzado como cerdos tras las trufas, siguiendo el resto de pólvora de los fuegos de artificio que ha lanzado el luso. Que si dejo en el banquillo a Benzema, que si Pedro León no es Maradona, que si me marcho de la rueda de prensa, que si los rivales del Barça entregan los partidos de antemano, etcétera. Todo eso ha convertido a nuestra paupérrima prensa deportiva en un triste sucedáneo de Crema Rosa y otra telebasura similar. Pero nadie habla del juego del Madrid. Objetivo cumplido. Otro chico listo.

Entiendo que muchos de los directores de periódicos y radios de este país se frotaron las manos cuando supieron que Mourinho vendría al Real Madrid. Y éste, generoso, no les ha decepcionado: les está haciendo ganar mucho dinero y genera una portada tras otra. A cambio, se ha convertido en el gigante Atlas, ése mismo que fue condenado a soportar sobre sus hombros el peso de la bóveda celeste. Porque no se requiere menos para lidiar con los mismos medios que han contribuido a triturar y deshauciar a un entrenador tras otro, especialmente en el Real Madrid. José Mourinho tiene muy buenas espaldas, y los periodistas deportivos muy poco seso. Salvo para hacer dinero, claro. Al chico más listo (Pep Guardiola) le ha salido un rival a su altura, no sólo en lo deportivo. Ahora, falta por ver si además se convierte por segunda vez en su Némesis particular.

He dicho.

Add-on: Martí Perarnau en el Sport, martes 19 de octubre de 2010.

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