Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

jueves, 23 de septiembre de 2010

¡Qué soberana estupidez!

Durante mucho tiempo he creído que el diario barcelonés Sport representaba lo peorcito de la prensa deportiva española, con la sola excepción de las columnas de Martí Perarnau. No es que el resto estuviese como para tirar cohetes, pero al menos no caían en el amarillismo recalcitrante teñido de oscuro forofismo y, a veces y según quién, de catalanismo hidrofóbico. Desde hace cosa de un par de años, sin embargo, debo reconocer que el diario MARCA ha conseguido lo que parecía imposible: desbancar al Sport del dudoso honor de dirigir la retaguardia de la prensa deportiva nacional. Al menos ante mis ojos. Y todo ello gracias a su director: Eduardo Inda. Un señor que de periodismo demuestra saber bastante poco (no digamos de fútbol), y sí manifiesta en cambio un desmesurado afán por el autobombo y un estilo de redacción que oscila entre lo chabacano y lo surrealista.

Hace unos meses, Inda afirmaba en un videoblog publicado en la edición digital de su periódico, y en referencia a Leo Messi, que había que pararle por lo civil o lo criminal, haciéndose eco de una frase a menudo empleada por Luis Aragonés. Añadía que habría que hacerlo dentro de los límites del reglamento, o eso parece. Porque en el video de marras no aparece alusión alguna en ese sentido. La frase quedó ahí. Por cierto, el aludido (osea, Messi) demostró que para frenarle no cabía una cosa o la otra, si estábamos dentro del reglamento.

Este fin de semana, tras la lesión del astro argentino a manos (o más bien a los pies) de Tomas Ujfalusi (fuera del reglamento, claro está), el siempre astuto Pep Guardiola resucitó la frase del director de MARCA, en lo que bien podría entenderse como aquellos polvos han traído estos lodos y, por tanto, descargando sobre el periodista (¿?) navarro parte de la responsabilidad por la lesión de su jugador. Una jugada, como digo, astuta, pues además de acusar a Inda de incitar al juego violento para frenar a Messi, reclama sutilmente más protección para él y aleja de paso los fantasmas del nefando Villarato. Aunque no sé qué más protección quería, ya que entiendo que el árbitro estuvo impecable en el castigo al jugador checo: más no se podía hacer. Pero a Pep Guardiola, por lo que estoy viendo, hay que leerle dos veces. Siempre.

E Inda, en lugar de hacer oídos sordos a las palabras del noi de Santpedor o, en todo caso, de poner las cosas en su sitio (si es que cabía hacer tal cosa), arremetió contra él como un morlaco, acusándole de actitudes fascistas y responsabilizándole de cualquier agresión que pudiera sufrir en el futuro. Semejante dislate mueve a la risa por patético, a la par que califica a su protagonista. Preguntado de nuevo sobre el tema, Guardiola se limitó a zanjar la polémica afirmando que no conocía a ese señor. Punto final.

Puede que en Catalunya estén por la labor de prohibir las corridas de toros, pero Guardiola ha demostrado una vez más que de toreo sabe mucho, mientras que el director del rotativo madrileño no ha resultado ser más temible que una vaquilla en una feria de pueblo.

He dicho.

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