Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

jueves, 9 de septiembre de 2010

Dos derrotas que duelen

Durante dos maravillosos meses, España y sus gentes han podido lucir con orgullo el que sus selecciones de fútbol y baloncesto ostentasen el doble cetro europeo y mundial. En lo que al fútbol se refiere, seguiremos así como mínimo un par de años más, hasta la próxima Euro-2012 de Ucrania y Polonia, pero Argentina acaba de darle un amistoso correctivo a la Roja. Y en baloncesto, los nuestros acaban de perder la posibilidad de revalidar el título tan brillantemente conseguido en Japón hace cuatro años.
No es mi deseo caer de forma ventajista sobre las espaldas de nuestros Chicos de Oro de la canasta. Esto tenía que suceder alguna vez, y ha sucedido ante una selección serbia que simple y llanamente ha sido mejor. España ha hecho lo que ha podido, ha luchado con todas sus armas, que no eran muchas, y ha caído como cayeron los Tercios en Rocroi: el cuchillo entre los dientes. Nada que objetar ni que reprochar, el deporte es así y punto. Lo sucedido, sin embargo, debería ser motivo para que los responsables del baloncesto español se replanteen algunas cosillas. O al menos así piensa quien estas líneas escribe. Por lo pronto, es una realidad que el mundial de Turquía habrá de ser el último para una parte emblemática de esa maravillosa generación que tan buenos momentos nos ha dado: Felipe Reyes, Juan Carlos Navarro, Alex Mumbrú, Raúl López, José Manuel Calderón y el mismo Pau Gasol están ya en la treintena o la han superado, al igual que el retirado Carlos Jiménez o los ignorados Carlos Cabezas y Berni Rodríguez. La ley de la edad es inexorable, y forzar la máquina con estos chicos es una pérdida de tiempo. Nuestro agradecimiento más sincero y toda la gloria para ellos, pero su momento, por mucho que nos duela y de cara al próximo mundial, ya ha pasado. Jamás olvidaré la noche en que pude verles en la madrileña Plaza de Castilla, agotados tras el viaje de regreso, pero felices y con ganas de fiesta, mientras Pepu Hernández lanzaba su proclama reivindicativa: ¡Ba-lon-ces-to! Uno de los momentos más especiales que, en lo deportivo, he tenido ocasión de vivir.
Cierto: nos quedan Marc Gasol, Fran Vázquez, Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Sergio Llull, Ricky Rubio y otros. Pero quizás haya llegado el momento de soslayarles a ellos también (siempre pensando en el próximo mundial), con excepción de los más jóvenes (Rubio y Llull) y apostar por lo que vienen detrás. Serbia ha marcado el camino, reuniendo un grupo de mocosos preñados de talento a la yugoslava que, por lo pronto, ya se han cobrado el correctivo que recibieron en la final del último eurobásket, y que aún no han dicho su última palabra. Les esperan los anfitriones jenízaros pero, después de lo que vi ayer, no las tengo todas conmigo sobre los chicos del Bósforo y más allá. Empeñarse en exprimir hasta la última gota de las sangre de los Chicos de Oro españoles sería, a mi juicio, un error.
También debo manifestar mi desacuerdo con la línea directora del seleccionador, Sergio Scariolo. Me duele muchísimo su decisión de convocar a Fernando San Emeterio y a Víctor Claver para después no confiar en ellos (ojo, que con el valenciano ya van dos seguidas). Tanto Pepu como Aíto siguieron a rajatabla la misma máxima: todos van, todos juegan, todos cuentan. Esa fue una de las razones que contribuyó a hacer de ellos más que un equipo, un sensacional grupo de amigos y compañeros. No había fisuras ni distinciones porque todos contaban con la confianza de los técnicos. Scariolo y su conservadurismo han roto esa línea, y si el transalpìno va a seguir por el mismo camino, simplemente debería ser reemplazado. Además, yo no soy un gran entendido del deporte de la canasta, pero adivino ciertos errores en su forma de dirigir los encuentros, que pienso comentar con amigos que sí saben de esto (hasta el punto de que de ello viven y comen).
En cuanto a lo sucedido en el Monumental de Buenos Aires ante la selección de Argentina, y a pesar de la escasa trascendencia real del encuentro, entiendo que el 4-1 encajado ante Messi, Higuaín, Agüero y los suyos ha puesto de relieve dos cosas importantes. Una, que Argentina habría podido desempeñar un papel mucho más digno en el reciente mundial de no haber estado bajo la disparatada y arrogante batuta de Diego Maradona, y dos, que España es ahora mismo el enemigo a batir y que nadie nos va a dar ni agua (palabras que en su día hicieron famoso a Carlos Bilardo, además del memorable pisálo, pisálo). Es pronto para sacar conclusiones, y caben mil excusas (el largo viaje, la alineación atípica, la hipermotivación del rival, los balones a los postes), pero es posible que haya que plantearse algo muy similar a lo del básket: algunos de nuestros chicos de oro de fútbol tienen más cerca que lejos su retiro (Xavi Hernández, Marcos Senna, Xabi Alonso, Villa, Puyol, Capdevila, Marchena, y hasta Pepe Reina o Iker Casillas, aunque los porteros son siempre más longevos). De acuerdo, el futuro parece a salvo con los Piqué, Albiol, Cesc, Navas, Valdés, Mata, Javi García o Busquets, a los que habría que sumar a De Gea, Canales, Bojan y las perlas emergentes de las canteras españolas. Pero no caigamos en el error de pensar que los dobles campeones balompédicos, por el hecho de haberlo sido, son para siempre. Nada es así. Ni nadie.
He dicho.

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