Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

lunes, 9 de febrero de 2009

Guerra de medios en Madrid

Desde hace meses, parece que el deporte favorito (nunca mejor dicho) de AS y MARCA es pelearse por todo, ningunearse mutuamente y confundir a la masa de lectores, que no sabe a ciencia cierta con quién quedarse. Quizá la mejor opción sea, como siempre, la expresada por el más anciano de los Ents, Bárbol, en El Señor de los Anillos: No estoy del todo de parte de nadie, porque nadie está del todo de mi parte. Porque visto el percal...

Esta guerra puede entenderse mejor a raíz de dos circunstancias. La primera, la pertenecia del diario AS al grupo PRISA, tradicionalmente afín a la izquierda política española, especialmente al PSOE. La segunda, el desembarco de Unedisa en el Grupo Recoletos (propietario del Diario MARCA), de cuya fusión nació el grupo Unidad Editorial en 2007. Conviene recordar que uno de los abanderados de este grupo editorial es el periódico El Mundo, afín a la derecha política española y, por ende, extremadamente crítico hacia la izquierda. Justo al revés que el grupo del que el AS forma parte. La guerra parece, pues, servida. Y lo inquietante de esta guerra es que, una vez declarada, lo que menos cuenta es el interés de aquél sobre quien se informa, pues queda automáticamente subordinado al pedazo de tarta que un grupo u otro persiguen conseguir, con idéntico afán, y al precio que sea. Los perjudicados son, indudablemente, los dos equipos madrileños. Quizá en mayor medida el Real Madrid, pues las noticias relacionadas con el club de Concha Espina tienen mayor repercusión que las que afectan a los vecinos del Manzanares, sobre todo si son negativas.

Valgan dos ejemplos para ilustrarlo. El primero ocurre durante el cese de Javier Aguirre como entrenador del Atlético de Madrid tras su derrota liguera frente al Valladolid (1 de febrero de 2009, pues). En su programa El Larguero, José Ramón de la Morena entrevista al nuevo técnico colchonero, Abel Resino (feliz estreno el suyo, por cierto), destapando que la decisión de su contratación, así como el cese del técnico mejicano la habría tomado Miguel Angel Gil, Consejero Delegado y dueño de facto del club colchonero desde Dubai, sin contar para ello con el criterio de Enrique Cerezo, presidente del club. Todo ello, según el locutor de la SER, habría provocado el enfado mayúsculo del teórico mandatario rojiblanco, máxime al saber por conversación telefónica que el propio Aguirre estaba al tanto de las conversaciones con Abel. ¿La razón? No haber sido consultado. Sin embargo, y a medianoche de ese mismo día, los ánimos contrariados de Cerezo habrían sido aplacados y habría acabado, de mejor o peor talante, dando su visto bueno a la operación. Pero lo cierto es que, según la cadena COPE, la decisión la habría tomado, en caliente, el propio Cerezo, convenciendo de la necesidad del relevo a un remiso Gil Marín (¿ein?). Los micrófonos de la COPE registrarían el monumental gazapo de Cerezo, al afirmar que la derrota frente a los pucelanos habría sido el vaso que colmaba la gota de agua.

Me pregunto: ¿Y qué? ¿Qué más da que Cerezo se enfade o no? ¿Qué influencia tiene o puede tener? ¿Qué más da que la negociación la llevara él o Gil Marín, si de lo que se trataba, en definitiva, era de enderezar el torcido rumbo de la escuadra rojiblanca? Al final, lo que importa de verdad es lo de siempre: que la pelotita entre o no. El propósito de La Morena es claro, pues lo ha expresado de viva voz: los males atléticos son culpa de la familia Gil, y ha aprovechado este incidente para argumentar en este sentido. Pero eso no le hace ningún bien al club (presuntamente) de sus amores, todo lo contrario.

Hoy mismo, segunda versión de la guerra de medios, esta vez más nítida y con el Real Madrid de por medio. La portada (tanto en papel como en la versión digital) del diario AS es ésta:en la que el delantero holandés, recientemente fichado del Ajax en el mercado de invierno, lo dice bien claro: está harto de su suplencia y desea marcharse del equipo tras haber transcurrido poco más de un mes desde su incorporación al equipo blanco. Naturalmente, los diarios de la capital del Principado han tardado menos que lo que le lleva a un crío mascar un caramelo en hacerse eco de la noticia, añadiéndole, claro está, su particular y exquisito aderezo. Hacia el mediodía, sin embargo, la edición en la red del diario MARCA (hasta entonces en completo silencio sobre el tema) sacó esta imagen:
Esta última afirmación se basaría en las declaraciones del agente del jugador, quien habría precisado que, en efecto, Klaas-Jan Huntelaar no es ahora mismo feliz en el equipo, debido a su suplencia y a haber quedado fuera de las convocatorias para la Champions. Pero que eso es una cosa, y otra es querer marcharse ya, tal y como el AS indica a toda página. Los de la COPE, más cuidadosos, señalan en su web en este mismo instante que el jugador se quiere ir, pero que su agente lo niega: la táctica del que no sabe bien a qué carta quedarse (por ahora) y que prefiere, más sabiamente, no pillarse los dedos.

¿Qué beneficio persigue el AS con una noticia así? Si tiene alguno, éste sólo puede ser vender. ¿Qué beneficio persigue Huntelaar? Si es verdad que ha dicho lo que ha dicho, sólo puede ser uno: contar con más minutos y/o ser titular, como lo ha sido Lass Diarrà desde su llegada. ¿Es cierto lo que se dice? ¿Hasta qué punto son literales estas palabras, puestas en boca del jugador? Hasta ahora, la web del Real Madrid no dice nada sobre el particular, y es lógico: este asunto sólo le perjudica. Pero el interés que Relaño y los suyos puedan tener en publicar una noticia semejante como una bomba informativa es tan oscuro que no puedo ni imaginármelo. Y en el Principado, como siempre comprensivos y solidarios, la saliva les gotea por los colmillos ante la perspectiva de sangre. Ellos, que cuando se trata de tapar asuntos comprometedores en Can Barça, son ejemplares e intachables. Eso sí: no dudan en sacarlos a la luz todos juntitos cuando creen que ha llegado el momento. No sé qué es peor. Ni quién.

Ya veremos en qué queda todo esto. Pero no me gusta. No me gusta nada.

He dicho.

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