Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

viernes, 8 de mayo de 2009

Purgas estalinianas

Las serpientes de verano se han adelantado en la Casa Blanca. Y lo de blanco es un decir, porque pocas veces se había visto un panorama culebrino tan abigarrado. Vamos, que hay sierpes de cuarenta mil colores entre las que elegir. Y eso que esto no ha hecho más que empezar y que, por no saber, aún ignoramos en firme si Florentino Pérez se presentará o no como candidato a la presidencia del Real Madrid, aunque los medios de la capital parecen estar bastante seguros de ello. Pero bueno, a lo que vamos. Venga quien venga, tanto si se trata de la presidencia del club como de nuevos jugadores, está más que claro que ello será para desplazar a otros que, ineluctablemente, deberán coger las de Villadiego. Y como ahora mismo pintan bastos en Concha Espina, los aficionados se decantan por hacer una ejemplar purga. Al estilo de ésas que se marcaba un tal Josif Vissariónovich Djugashvili, quien pasó a la historia con el sobrenombre de Stalin (acero) y que se convirtió, por méritos propios, en ejecutor de eliminaciones expeditivas y sistemáticas de todos aquellos que no estuviesen a la altura de un ejemplar ciudadano soviético, asociando así a su nombre la palabra "purga".

De todas cuantas ordenó (que algunas hubo), la más sonada fue la que afectó al joven Ejército Rojo hacia finales de los años 30, movido por la sospecha de que sus cabezas y oficiales servían a intereses extranjeros. Alemanes (y por ende, nazis) para ser más exactos. La mayor parte de sus mandos, militares profesionales formados en, o vinculados de alguna manera a las academias zaristas, y a los que por tanto se suponía nostálgicos del antiguo régimen, fueron sistemáticamente eliminados y sustituidos por jóvenes aspirantes de intachable pedigrí comunista, pero de muy escasa experiencia castrense. Las consecuencias no pudieron ser más nefastas cuando tocó afrontar el embate del entonces invencible rodillo militar hitleriano, unos años más tarde.

Ahora, el diario MARCA revela los resultados de una ciberencuesta en la que sus lectores se decantan por purgar a once jugadores de la actual plantilla, incluyendo a algunos titulares como Fabio Cannavaro o Gabi Heinze, y algunos veteranos ilustres, como Guti y Salgado, o fiascos más o menos sonados como Van der Waart, Saviola, Drenthe y cómo no, el visto-y-no-visto Faubert. La lista se completaría con Dudek, Javi García y Mahmadou Diarrá. Raúl y Gago están en el filo de la navaja, pues hay plena división de opiniones sobre la conveniencia de su continuidad. Sobre los demás componentes del equipo parece no haber dudas o, en el peor de los casos, la opinión mayoritaria de los encuestados les es favorable.

Las purgas en los equipos de fútbol son normales, cosa de todos los años, y más aún en el fútbol español, donde la testiculina se impone casi siempre a la acetilcolina, es decir, donde el común de los aficionados reacciona y piensa más a golpe de calentura que de modo calmado y reflexivo. El triunfal Barça de hoy estaba sumido en la más negra de las crisis hace menos de un año, y la afición pedía a gritos las testas de las que hasta entonces habían sido estrellas del equipo, adoradas, protegidas y mimadas hasta la servidumbre por dirigentes, técnicos y periodistas. Samuel Eto'o terminó por quedarse porque no se le encontró salida ni recambio, pero ya he contado en estas páginas que ilustres plumas culés como Batlle o Mascaró daban por hecho que había que arrojarle a los leones (muy propio, por otra parte). Llegados al extremo, un columnista serio y respetable como Martí Perarnau abogó incluso por meter en el paquete de transferibles a Puyol y Xavi, hoy héroes indiscutibles del equipo. En su columna, elevaba a ¡catorce! la cifra de jugadores que debían salir del conjunto blaugrana. Una purga, osea. El tiempo demostró que no fue preciso llegar tan lejos.

Y sin embargo, las purgas (futbolísticas, se entiende) tienen también su momento oportuno. Y es sobradamente conocido que, de hacerse a tiempo, pueden ser muy saludables. Paradójicamente, el mejor momento es siempre cuando estás en la cresta de la ola, y no cuando los resultados adversos te llevan al fondo. El único problema es que en momentos de bonanza, las purgas son difícilmente justificables ante una afición que se deja llevar más por el corazón (es un decir) que la cabeza. Pero las ventajas son múltiples: los jugadores a vender están mejor valorados y cotizados, por lo que son más fácilmente transferibles, se pueden obtener buenos ingresos por ellos y reforzar el conjunto con criterio, en los puestos necesarios y con jugadores con hambre e ilusión, y que cumplan el perfil adecuado. Justo lo que el Real Madrid, obcecado por el fichaje de CR7 no hizo el verano pasado para encima, mosquear primero y desprenderse después de jugadores como Baptista y Robinho. Que el último, al final, se quería ir, sí. Buen dinerito, sí. Pero no hubo recambios, y ecce los amargos resultados futbolísticos. Ya sé que es siempre ventajista hablar a toro pasado, pero de lo sucedido entonces poco bueno cabía esperar, y el abajo firmante dejó constancia escrita de ello.

Sin duda, la purga merengue se llevará a cabo, eso sí: con un año de retraso. Los nombres señalados por MARCA no me parecen descabellados, incluyendo al mismísimo Raúl. Si, como dice el tabloide del antiguo grupo Recoletos, los dueños del Manchester City están dispuestos a llevárselo, yo no me lo pensaría dos veces. Su ciclo está más que cumplido, y merece salir con todos los honores y reconocimientos. No viene de más recordar que Guardiola cogió camino de Italia al comprobar que sus años dorados ya habían pasado y que su presencia en Can Barça era más un lastre que otra cosa. Como también está listo de papeles el ciclo de veteranos como Guti (sublime algunas maravillosas veces, exasperante la mayoría), Salgado, Van "the man" Nistelrooy (y bien que siento decirlo), Dudek y Cannavaro (a la postre el mejor fichaje que llegó a España procedente de aquella Juve que se hundió en el pozo hace un par de años). Otros, simplemente, no han dado de sí lo esperado (Van der Waart, Drenthe o Javi García). Y por fin, otros como Saviola o Faubert nunca debieron haber llegado. No incluyo a Gago en el paquete, pero no vería con malos ojos la salida de Robben si llega un jugador de banda (mejor dos) digno de ese nombre, ya sea canterano (Miquel Palanca, por ejemplo) o foráneo (Frank Ribéry, según la prensa madrileña que, dicen, se hace eco de la francesa).

La juventud al poder, como siempre ha sido. Ley de vida. Ley de fútbol. Ley, en suma, del deporte. Que el veterano que lleve la voz cantante y dé cohesión al vestuario sea Iker Casillas. Que jóvenes como Higuaín, Sneijder, Marcelo, Huntelaar, Torres y Pepe (tras cumplir la debida penitencia por su tropelía) den comienzo a una nueva etapa. Eso sí, flanqueados por algún refuerzo de garantías, en estos momentos absolutamente imprescindible. Y sigo pensando que Juande debe seguir al mando, participando esta vez activamente en el rediseño de la plantilla, cosa que no pudo hacer en diciembre.

Ya veremos, en cualquier caso, qué es lo que nos depara el futuro, tovarichs. Hablaremos sobre ello, sin duda.

He dicho.

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