Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

viernes, 15 de mayo de 2009

Segundas partes ...

Pues sí, al final se ha sucedido lo anunciado desde hace semanas, el sueño de una buena masa de seguidores y socios madridistas. Florentino Pérez anunció ayer su candidatura a la presidencia del club en medio de una expectación como sólo él podía generar. Doscientos periodistas acreditados, quince países. ¡Ñó, qué precios! Casi nada, o sea. Su discurso, breve, conciso, al grano. Definitivo para unas cosas, esquivo para otras y, en resumen, equilibrado y mesurado. Se le aguardaba como al Mesías, como al Salvador, como a la única persona capaz de devolver el prestigio perdido al club y de romper el naciente reinado blaugrana. Aunque no mencionara específicamente ningún nombre, las quinielas sobre su equipo de colaboradores y la junta directiva, así como (sobre todo) los posibles fichajes, se han disparado como ametralladoras. En la prensa de Madrid, claro. En la de Barcelona, apenas se han preocupado del tema, cosa que es muy de agradecer.

¿Será Florentino Pérez el mesías, el esperado redentor, el ser superior que involuntariamente designó como tal Emilio Butragueño? No lo tengo meridianamente claro. Se suele comentar, en éstas como en otras cosas, que segundas partes nunca fueron buenas. Quizás sería más adecuado decir que raramente fueron buenas. Todo dependerá de sus decisiones, de su política de fichajes, de su capacidad de delegar en otros las decisiones estrictamente deportivas, y de la capacidad que estas personas delegadas tengan para gestionar un vestuario que, muy probablemente, se llenará de nuevo de grandes nombres. Y por supuesto, también dependerá de su capacidad de aprender de errores pretéritos, que no fueron precisamente pocos. No veo con buenos ojos un eventual retorno de la política de fichajes "galácticos", un adjetivo que, cierto es, se inventó la prensa, pero que acabó por ser un agujero negro, colapsado por su propia gravedad y por la indolencia de una plantilla apática, indisciplinada y más pendiente de los ingresos extrafutbolísticos que de su verdadero y primordial deber. Y no olvido otra, a mi juicio grave carencia mostrada por el ex mandatario blanco y ahora de nuevo candidato: sus escasas tablas y evidente blandenguería para enfrentarse a los señores de la prensa, especialmente la radiofónica, cuyo poder fáctico en este país es desmesurado, terrorífico y casi omnímodo. En la otra orilla, verbigracia el Principado, lo saben muy bien. El amic Joan Laporta, que eludió por milímetros estatutarios la humillante salida forzada de su bienamado club, estandarte de ese país de Yupi en el que vive, podría escribir un tratado sobre el tema. Otro amic, Joan Gaspart, derramó lágrimas por ello. Justa penitencia, dicho sea de paso, para alguien como él, tan buen forofo como pésimo gestor futbolístico. Pero la culpa no fue suya, claro: fue Florentino quien le convirtió en mal presidente. Toma, moreno.

De todo cuanto dijo el ahora candidato, entre aplausos y empalagosos halagos (quién sabe si debidos a otros que, en el momento de su dimisión, pidieron con idéntico entusiasmo su cabeza), me quedo con un detalle que, a mi juicio es el más importante de toda su intervención: su propósito de modernizar el club y de lograr que funcione como una empresa, aunque no lo sea, aun cuando siga perteneciendo a sus socios. Sin duda éste es el reto más decisivo y trascendente que afronta en su nueva etapa, si consigue alcanzar la presidencia, muy por encima del meramente deportivo. Si lo logra, si destierra al olvido los nanines y otros gremlins análogos de alto poder destructivo, si cambia la pauta de funcionamiento del club en aras de la eficacia y la solvencia, si consigue hacer de la institución un ejemplo de seriedad, lo demás ha de venir por sí solo. Habrá épocas de bonanza y de crisis, como siempre, pero si los cimientos son sólidos, el edificio será inmune a casi todo. Ese es su cometido, y sobre él albergo menos dudas que sobre los éxitos deportivos que han de venir y que muchos ingenuos dan por seguros, como si su sola presencia bastase para garantizarlos.

No. Los éxitos se construyen siempre sobre la base del trabajo, y no pocas veces sobre la base del fracaso. La paciencia y la perseverancia son ingredientes fundamentales de la receta, y entendería como oportuno un mensaje de sensatez en este sentido, algo así como que nadie espere títulos a la vuelta de la esquina. Un mensaje del tipo sangre, sudor y lágrimas, un mensaje capaz de concienciar a la masa de seguidores madridistas de que el éxito es una tarea común, de todos, desde el presidente hacia abajo. Y que es el esfuerzo del conjunto, y no el de los individuos aislados, lo que ha de triunfar. Si no lo hace así, entiendo que Florentino Pérez se expondría a un altísimo y grave riesgo: el de desilusionar a la parroquia si los éxitos no llegan inmediatemente, al estilo de lo que suele suceder reiterativamente a la vera del Manzanares.

Pero claro: ellos están acostumbrados, saben mejor que nadie lo que es sufrir. No disfrutan con ello, claro, pero apoyan a su equipo con el alma. Por el contrario, la hinchada madridista, comodona como pocas, espera que todo se arregle solo. Craso error. Hay que arrimar el hombro, apoyar y confiar. Muy difícil en este país y en esta procelosa cocina futbolística patria. Pero necesario hasta lo imprescindible en la Casa Blanca. Ahora como pocas veces lo había sido antes.

He dicho.

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