Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

jueves, 17 de junio de 2010

Un sabio frente a un necio

A Luis Aragonés se le conoce, y no en vano, como El Sabio de Hortaleza. Porque sí, bajo su peculiar personalidad, y su fuerte (a veces explosivo) carácter, se esconde una persona honesta que sabe lo suyo de fútbol, que nació en esa localidad madrileña y tal, y que (aquí viene lo importante) no tiene pelos en la lengua a la hora de expresar lo que siente o le ronda por el magín. Eso mismo le llevó en el pasado a sostener fuertes y acalorados encontronazos con Jesús Gil cuando entrenaba a su Atlético de siempre bajo el mandato del fallecido ex alcalde de Marbella. Eso mismo le llevó a enfrentarse con periodistas de medio pelo, de esos que tanto abundan en este país junto a políticos mediocres y curas fanáticos, para desgracia nuestra. Eso mismo le llevó a prescindir de los servicios de Raúl en la selección española, sin que le importase granjearse la furibunda ojeriza de media España. El tiempo acabó dándole la razón en todo, aunque más de una vez se viese obligado, quien sabe por qué razones, a incumplir su palabra. Por ejemplo, cuando tras el mundial de Alemania y la caída de España ante la Francia de Zidane (aquél a quien se suponía que los nuestros iban a jubilar y que se marcó un partidazo como el sombrero de un picador), dijo que abandonaba la selección y después continuó en el cargo hasta la Euro. Felizmente.

Pues bien, el de Hortaleza ha abierto la boca para la cadena qatarí Al-Jazeera. Esa misma que nos informaba puntualmente del último Hit de ese peligroso terrorista llamado Osama Bin Laden que, no se sabe por medio de qué artes, lleva una década larga eludiendo la persecución de la máquina bélica y de espionaje más potente del mundo. Pero volvamos a lo nuestro. Aragonés comentó el partido España-Suiza de ayer para la cadena en cuestión, y su juicio sobre el mismo no ha podido ser, en mi humilde opinión, más certero. De él, me permito entresacar las siguientes ideas básicas:
  • "El cartel de favoritos hay que demostrarlo, y mientras no lo hagamos no somos favoritos para nada."
  • "El problema (de la selección) viene de lejos, no de ayer."
  • "España dominó, pero no tuvo la lucidez para gestionar el partido físicamente ni con una mentalidad ganadora."
  • "Nunca tuvo España el convencimiento de Suiza, que siendo inferior supo siempre qué debía hacer."
  • "Nadie gana, no ya un título, sino un partido antes de jugarlo."
Sobra decir que coincido plenamente, punto por punto, con lo expresado por Luis Aragonés. Este juicio es, en mi opinión, clarividente como pocos. Y no en vano otras voces distintas y mucho más entendidas que la mía habían advertido ya contra el efecto pernicioso de la prensa exaltada y de los halagos empalagosos. No importa lo bueno que seas o puedas ser: si te lo crees, estás perdido. Y ayer los jugadores españoles, sin duda muy a su pesar, se lo creyeron. Porque es muy difícil aislarse por completo del ambiente de euforia creado a su alrededor, y ese ambiente ponzoñoso ha creado la confianza que no se debe tener. No la que surge de la fe en uno mismo y de la capacidad para superar adversidades, sino aquella otra que lleva a menospreciar a los rivales y a creer que sin apenas esfuerzo se podrán sacar los partidos adelante. Gerard Piqué lo expresó bien claro: a ver si nos quitáis el cartel de favoritos. Y yo en su lugar habría añadido ¡Collons!

Frente a esta postura, que no por repetida deja tristemente de ser cierta, se alzan las voces de los de siempre, de los vendedores de humo, de aquellos irresponsables que con tal de vender periódicos y ganar audiencias son capaces hasta de perjudicar a nuestra selección de fútbol. No creo que lo hagan conscientemente, más bien creo que son lo bastante necios como para no darse cuenta de la realidad que, insistente y machaconamente, viene demostrando lo mismo cada cuatro años: España no ha sido ni es favorita para ganar un Mundial. Porque el necio (del latín ne scio, el que no sabe) ni es capaz de aprender lecciones pretéritas, ni mucho menos será capaz de reconocer un error. Algo semejante me vino anoche a la mente al escuchar la voz de José Ramón de La Morena en El Larguero. Como quien oye llover, el hombre: erre que erre, y venga a entrevistar a los jugadores e insistir sobre lo mismo. Que seguimos siendo favoritos. Sólo el mencionado Piqué fue capaz de protestar con claridad, como ya he dicho. Otros como Xavi fueron un poco más sutiles. Pero es que anoche, para el susodicho, todo valió. Incluso desmenuzar el sistema táctico empleado por Del Bosque (que si un medio centro o dos) o sacar a relucir (¡manda huevos!, que diría el ilustre Trillo) el bajo estado de forma por lesiones recientes de Torres o Cesc, de la fragilidad de los músculos de Iniesta, o del cansancio de Villa. Por no mencionar un par de veladas e insidiosas puntas hacia el arbitraje del inglés Webb, quien nada tuvo que ver en la derrota de ayer. Antes nadie se cuestionaba tales cosas, pero ahora... Todo vale, insisto Sixto, con tal de no mirarse el ombligo y reconocer de una maldita y puñetera vez que ellos, los mensajeros, han tenido buena parte de culpa en lo sucedido, y que el cartel de favorito es veneno para la selección española. La perla del locutor madrileño fue, sin duda, comentarle a Piqué que este país lo está pasando muy mal y que tiene muchas ilusiones en lo que puedan hacer ellos. Con dos bemoles, el tío. En una palabra: nauseabundo.

Pero no me refiero sólo al periodista de la SER. Digo ellos, porque lamentablemente otros muchos piensan así (Inda, Relaño, Casanovas, etc.) y, lamentablemente, se han apuntado al sempiterno carro del Garry Owen. Esos mismos ahora no dudan en encender las luces de alarma ante lo que se nos viene encima: margen de error cero ante rivales que ya no son tan débiles como se presumía (especialmente Chile). Amén de una fuerte presión añadida, hija bastarda de una confianza que nunca debió existir. No me cabe duda de que estarán todos ellos afilando las navajas de Sweeney Todd en la trastienda, por si acaso los chicos de Del Bosque no pasan de la primera fase. Que bien (o mal) podría suceder.

He dicho.

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