Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

miércoles, 16 de junio de 2010

Odio tener razón

Ja. Ja. Ja.

No me estoy riendo de nuestros futbolistas o cuerpo técnico, y va en serio. Dios me libre y me proteja siempre de cometer semejante atropello. Pero no puedo por menos que hacerlo al pensar en la cara de gilipuertas (ya he usado antes esta expresión) que se les habrá quedado a todos aquellos que vaticinaban poco menos que una goleada ante la "débil" Suiza que, tal y como hicieran los americanos hace cosa de un añito, nos han puesto en nuestro sitio. Y sin que se pueda objetar gran cosa, la verdad. Porque sí, los suizos apenas han jugado al fútbol que los nuestros hubiesen querido, apenas han dejado resquicios por donde entrar. Feo y resultón, sí, pero absolutamente inobjetable. Han jugado el partido que más les convenía, buscando el fallo de un rival anestesiado, sin capacidad de desborde y lenta circulación de balón. Han jugado duro, supermotivados, conscientes de su papel de Cenicienta y... mira por dónde, acaban de dar la campanada. O el cencerrazo, que les es más propio.

Escribo esto después de la tortura que ha supuesto escuchar la INFAME retransmisión de Tele 5 (la única que lo hacía en abierto), con Paco González, J.J. Santos, Camacho y Guillermo Amor a cada cual más pesado, reiterativo, irrespetuoso con el rival e insoportable. Sólo rescato una frase de Paco González, cuando hacía referencia al bofetón que suponía este resultado. No para los jugadores españoles, desde luego, sino para ellos. Para todos quienes desde la insensatez y la euforia injustificadas han hecho a los nuestros campeones antes de tiempo. Esa ha sido una de las dos verdades que han salido de su boca. La otra es la afirmación de que éste era el único partido que se podía perder. Ya no hay más margen de error. Otra derrota, una sola, y a casa. En lo que resta de mundial.

Vamos a hacer realidad el sueño de todo un país.

Queremos alzanos con la copa.

Pasión por la Roja.

Y bla, bla, bla...

Por cosas como las que han sucedido hoy, España no puede jamás ser favorita para ganar un mundial. Porque sencillamente, y al contrario que Italia, Argentina o Alemania carece de oficio e ideas para remontar situaciones adversas. Si España te mete un gol y tienes que abrir el campo, Vae victis. Pero si no, si la fortuna siempre tan esquiva te sonríe a ti primero, tienes muchísimas posibilidades de llevarte el gato al agua. No nos va el papel de favoritos, no tenemos experiencia ni mentalidad para llevar algo semejante. Todo lo contrario, nos va muchísimo más el papel de lobo bajo piel de cordero, que fue justamente lo que nos sucedió en la Euro de hace dos años.

Aún así, debe haber margen para la confianza desde la serenidad. España tiene un grandísimo equipo, probablemente el mejor de toda su historia. Dejémosles en paz, por Dios. Ellos por lo menos ya han podido experimentar una realidad: no va a ser tan fácil como tantos y tantos idiotas radiofónicos y plumas manirrotas habían vaticinado (no les costaba nada, después de todo). Si esto lo han aprendido, si ya son conscientes de que nadie les va a regalar nada y que casi todos los partidos que tienen por delante serán más o menos como éste, algo habremos avanzado. Pero eso sí, quedan por delante dos miuras de cuidado (Chile sólo pudo doblegar a los hondureños de chiripa), y habrá que sudar muchísimo para vencerles.

Suerte, campeones. Olvidaos de este país, de sus gentes y su inmunda prensa deportiva. Sólo tened fe en vosotros mismos. Sólo eso. Animo y a levantarse.

Y en cuanto a los demás, ojalá tuviera el poder de suturarles la bocaza.

He dicho.

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