Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

miércoles, 16 de junio de 2010

El inicio de la gran cita

Una vez iniciado el periplo mundialista, y a las puertas del debut de la selección española, regreso a mi pequeño espacio virtual para dejar constancia de mis primeras impresiones acerca de lo visto hasta ahora. No es que dé para mucho, pero siempre hay algo que comentar después de tantos partidos disputados. Mal caso si lo contrario fuese cierto.

Lo primero que salta a la vista es que los pequeños se rebelan cada vez más y con más insistencia ante equipos que, sólo por oficio y experiencia, deberían como mínimo ganarles. Quién si no iba a pensar que los surcoreanos (qué lejos queda aquel rebaño de pulgas corretonas vestidas de rojo) iban a raparles la cabellera a los siempre correosos griegos, o que sus hermanastros del norte, esgrimiendo apenas cuatro rudimentos balompédicos, iban a obligar a la pentacampeona Brasil a pedir la hora, o que los samurais japoneses iban a dejar a los gallitos de Camerún sin plumas ni crestas (me imagino las caras de decepción del león Roger Milla y sus ilustres y veteranos compañeros al ver el pobre espectáculo ofrecido por los Webó, Eto´o y compañía). Quién se atrevería a predecir que Nueva Zelanda iba por fin a sumar un resultado mundialista decente ante una Eslovaquia presuntamente más curtida. Lo de Sudáfrica frente a México no me resulta tan extraño, como tampoco el empate logrado por los norteamericanos frente a los ingleses capellianos. Antecedentes hay, y en este país los tenemos claritos y recientes, con unos y otros. O deberíamos. Tan sólo Australia, barrida por la caballería pesada teutónica, ha hecho honor a la condición que se le presumía. No deja ser irónico que el paladín de la resurrección germana sea otomano de origen, y que los neandertales centroeuropeos (por cierto, el valle de Neanderthal está en Alemania, y no por casualidad) hayan incorporado sangre foránea (española, brasileña y turca) para poder, por fin, jugar al fútbol con algo más que Panzers, la Gran Bertha y los obuses Leopold. Así que el primer punto consistiría en resaltar el tópico de que no hay enemigo pequeño, porque así lo parece.

Y digo que lo parece, porque la jornada inicial es siempre muy engañosa. La consigna universal es no perder, y quizá por eso precisamente el resultado más repetido haya sido el empate. En cuatro ocasiones a un gol, y en otras dos, tablas nulas. No hablemos ya de juego bonito y espectacular, ese gran sacrificado. Al contrario, predomina la estrategia de tablero de ajedrez, así como el equipo bien conjuntado, disciplinado, plantado y solidario, a veces obrero a veces soldado, pero siempre atento y dedicado. Y a estas alturas, tras unos cuantos mundiales ya vistos, nadie debería creer que resultados como el de Italia presagian males para los transalpinos, expertos como nadie en llegar hasta el final en perfectas condiciones y ganar contra pronóstico, de forma rácana y artesanal, pero con un oficio envidiable y una eficacia más allá de toda duda. De la misma manera, nadie debería creer que la evidente descompensación del conjunto argentino (una defensa de acero y una delantera que, por sus solos nombres, sería capaz de provocar la micción involuntaria del mismísimo Capitán Trueno) les excluye de los pronósticos. Un razonamiento muy similar cabe hacer respecto a la canarihna, tras el pobre espectáculo ofrecido ayer frente a los estalinistas pero disciplinados norcoreanos. Mal haya quien así de mal piense.

Sí que me aventuro a ser agorero en lo tocante a Portugal, de la mano de un Queiroz que, como segundo de Ferguson en el ManU puede haber sido la milk (o leite), pero que como capitán de navío aún no ha demostrado nada de nada. Nuestros hermanos ibéricos carecen de buenos pasadores en largo, algo que sus delanteros necesitan como agua de mayo para hacer buenas sus innegables cualidades. Las selecciones africanas son aún una incógnita (lo de Ghana está cogido por los pelos, Costa de Marfil tiene mucho músculo pero escaso instinto asesino con Drogba a medio gas y Camerún deberá andarse con mucho tiento). En cuanto a los sudamericanos, y a la espera de lo que pueda mostrar Chile, Uruguay y Paraguay han demostrado más oficio que talento.

Ya sé que el talento, por sí solo no dice nada. ¡Que se lo digan a los italianos! Pero tampoco vendría mal que se lo recordaran a los nuestros. No a los jugadores españoles, ojo, sino a los insensatos de siempre que dan a los nuestros como favoritos por el solo hecho de la Eurocopa y la brillante fase de clasificación, ignorando que todo eso ya no sirve a estas alturas para nada, que hay que hacer borrón y cuenta nueva, que empezamos de cero, y que los suizos se parecerán más a un grupo de piratas cuchillo en boca (mucho cuidado con los cánticos aduladores de ese viejo zorro tudesco llamado Ottmar Hitzfeld) que a una fundue. Un resultado aceptable para este que suscribe: un 1-0. Lo suficiente para ganar sin despertar euforias desatadas, para mantener la concentración de los jugadores, y también para recordar a los especialistas en intoxicación informativa (yujuuuu, De La Morenaaaa...) que hay muchísimo pescado por vender, que esto no ha hecho más que comenzar, y que es mucho más importante el final que el inicio.

Y fuera de asunto (off-topic): mis felicitaciones al Caja Laboral de Vitoria por la conquista de la Liga ACB de baloncesto contra todo pronóstico y tras dejar en cueros al todopoderoso eurocampeón Barça (yujuuuu, Caraazoooo....). No simpatizo con el histriónico montenegrino Dusko Ivanovic, pero hay que reconocer que darle la vuelta a los pronósticos (que apuntaban en no pocos casos un 3-0 favorable a los catalanes, yujuuuuu, Treceeeet) tiene mucho, mucho mucho mérito. Y de paso, sirve de ejemplo para otros.

He dicho

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