Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

sábado, 26 de junio de 2010

Soy un ignorante

Pues sí, lo confieso: no entiendo una jota de fútbol. Voy contra corriente, no atino. Vamos, que hay poca diferencia entre el menda y Pierre Nodoyuna, sólo me faltaría mi diabólico peggo Patáánn. Lo digo porque, a mi entender modesto y de aficionado de a pie, el de ayer fue en términos generales el mejor partido de los tres que ha disputado hasta el momento la selección española. Auxiliada oportunamente por la tonta expulsión de un jugador rival, sí. Pero insisto: en términos generales, el que me dejó mejor sabor de boca. Práctico y con oficio, sin perder la compostura ante los animosos embates de los duros y correosos jugadores chilenos, y aprovechando con letal eficacia las pocas ocasiones disfrutadas. Mucho mejor así, haciendo pleno 2 de 2, que 0 de 4, como sucedió contra Suiza, por no hablar del correcalles frente a Honduras en el que sólo la jugada del segundo gol de Villa fue fruto de la labor colectiva. En la segunda parte, y tras el susto que supuso el gol de Millar para los pupilos de Bielsa, con la entrada de Cesc Fábregas, el equipo recuperó su mayor virtud: posesión, control y toque. Quizá podría ser buen momento para que Del Bosque (que sabe de fútbol más que yo una eternidad) se planteara si de verdad merece la pena jugar con Xabi Alonso como segundo medio centro, en lugar de hacerlo sólo con Xavi Hernández, apoyado por medios volantes como el de Arenys de Mar, Silva o Iniesta. Fernando Torres sigue recuperando el tono poco a poco, y no me cabe duda de que, si el equipo sigue adelante, mostrará su mejor cara conforme gane en minutos de juego.
Pero en sentido contrario a mi propia opinión escriben hoy ilustres (esta vez sin ironía) plumas del periodismo deportivo español, como Roberto Palomares en MARCA o Juanma Trueba en el AS. El primero no duda en afirmar que el de ayer fue el peor partido de España. El segundo, más comedido, lo califica de trabajo muy profesional, aludiendo al oficio desplegado y a la efectividad mostrada frente a la portería rival. Estoy de acuerdo en que los veinte primeros minutos fueron de color chileno, salvo un breve lapso en que los nuestros intentaron combinar pases en el medio campo. Y también que probablemente España marcó cuando menos lo merecía (la ejecución de Villa, dificilísima, aunque la portería estuviese desguarnecida). Pero ahí se acabó el cuento. Chile acusó el golpe, y los nuestros ofrecieron una versión más acorde a lo que estamos acostumbrados (aun estando a respetable distancia de su mejor nivel): presión en la salida del balón rival, solidez defensiva y zarpazo letal, léase Iniesta.
La segunda parte, dejando a un lado la excesiva confianza inicial, fue un monólogo español. Más aún con la salida de Cesc al campo. Ahí, poco a poco, se recuperó la mejor versión del juego propio: toque, toque, toque, toque... y el rival, al final, agotado y sin fuerzas para remontar, conforme con un marcardor que les valía también para pasar a la siguiente ronda. Fin del capítulo.
Puede que frente a Suiza la posesión fuese mucho más completa, pero el dominio fue estéril, las ocasiones escasas y la mentalidad (como bien apuntó Luis Aragonés) inadecuada, fruto del opio periodístico entre otras cosas. Y frente a Honduras, yo vi a un equipo extremadamente nervioso, impreciso hasta la exasperación, y apremiado por la urgencia. Un equipo que resolvió gracias a sus individualidades, pero que abandonó por completo la idea de fútbol colectivo, confiado a lo que pudiese hacer un solitario, desasistido (y, por ende) desacertado Jesús Navas y a lo que pudiesen inventar Villa o Torres en ataque, sin apenas conexión con el medio campo, y abusando del pase largo, "A Capella", justo como sucedió en los primeros minutos del choque de ayer.
Seguramente, el choque frente a Chile no habrá sido como para tirar cohetes. Ni tampoco es una muestra de que España ha recuperado su mejor versión, pero al menos sí indicaría (siempre bajo mi humilde y tosca lupa) que se puede estar en el camino del ascenso, de ir de menos a más, y no de más a menos como nos ha sucedido en tantas otras ocasiones pretéritas. La finalización en lo físico estuvo mejor que frente a Honduras, con los nuestros derrengados por el sobreesfuerzo. Y lo más importante es que seguimos sin levantar excesivas pasiones ni ser considerados como favoritos. Eso, de verdad, no tiene precio.
Nos esperan nuestros hermanos ibéricos. Y el duelo ciertamente tiene morbo. No ya por la presencia de viejos conocidos como CR9, Pepe, Deco y Duda entre los lusos, sino porque Del Bosque se enfrenta a Queiroz, el hombre que le sucedió en el banquillo merengue, y con el que se iniciaron las desgracias de la primera era florentiniana. Aunque la culpa no fuese del todo suya.
El martes, la cita. Suerte, campeones.
He dicho.

1 comentario:

Loly Díaz dijo...

¡Que San Pedro reparta suerte el martes! Saludos