Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

viernes, 4 de febrero de 2011

Me alegro, pero es injusto

De piedra se ha quedado el que suscribe al leer en la prensa de hoy que Vicente Del Bosque ha sido nombrado marqués (sí, sí: marqués) por obra y gracia del Jefe del Estado, don Juan Carlos I. Me alegro mucho por él, pues es un hombre que ha estado donde ha estado, ha mamado lo que ha mamado y, aunque lo lleva estupendamente, tiene los antecedentes que tiene (le pese a quien le pese). A todo ello, hay que sumar la sencillez con la que ha asumido su nueva condición nobiliar, actitud marca de la casa que le hace aún más simpático y entrañable a los ojos de muchos, incluido yo mismo.

Sin embargo, y sin que sirva de precedente, creo que se ha cometido una tremenda injusticia con otros seleccionadores nacionales que han conseguido méritos equiparables, cuando menos, a los del entrenador salmantino. Los hitos deportivos de Del Bosque han sido mucho más relevantes con el Real Madrid (dos copas de Europa, dos ligas, una supercopa española y otra europea, amén de una copa intercontinental, el último título logrado en 2003) que con la selección española (el reciente mundial de Sudáfrica). Cabe suponer, por lo tanto, que en el ánimo del monarca español ha pesado más esto último que todo lo anterior, pues de otro modo el otrora técnico merengue habría sido ya distinguido con el título correspondiente hace unos años.

Hace cosa de seis años, más o menos por estas fechas, otro castellano leonés llamado Juan Carlos Pastor llevó a la selección española de balonmano a lo más alto en un campeonato mundial, algo también inédito hasta entonces, sobra decirlo. Incluso un técnico tan laureado como Valero Rivera (quien estuvo al frente de un Barcelona que en los 90 hacía en balonmano lo que hoy hacen los jugadores de fútbol: ganar, ganar y ganar) no ha podido pasar del tercer puesto en el mundial celebrado recientemente en tierras suecas, y eso que España pulió a los anfitriones en el partido de consolación. Un año después de la gesta de los balonmanistas, un madrileño llamado José Vicente Pepu Hernández conseguía para el deporte español otra hazaña nunca antes soñada: el mundial de baloncesto, liderando a un equipo sencillamente irrepetible: los hermanos Gasol, Reyes, Calderón, Navarro, Garbajosa... Y naturalmente, no voy a dejar en la cuneta a Joan Jané, por cuya obra y gracia el waterpolo español se enfundó, así como quien no quiere la cosa, un oro olímpico y dos mundiales... consecutivos. Con un par. Y todo ello por no hablar de los seleccionadores que han hecho a los chicos de hockey sobre patines de este país campeones mundiales un año sí y otro también, hasta catorce veces nada menos. ¿Dónde están sus marquesados? ¿Dónde el reconocimiento nobiliar? ¿Por qué han de ser ellos menos que Del Bosque? Y repito: no tengo nada contra él, pero me parece que obviar al resto de este modo es muy poco elegante.

De acuerdo, la repercusión del mundial futbolero sobrepasa con mucho al resto, pero... ¿es que acaso el mérito de los demás era menor? Y ya para finalizar: tenga usted mucho cuidado, señor marqués, que ya sabe cómo se las gasta el pueblo en este país: nadie le desposeerá de su recién estrenado honor pero, a poco que empiece a perder, le arrastrarán sin piedad por el barro y lamentablemente, le obligarán a salir del escenario por la puerta de atrás. Ya ha ocurrido antes, porque ya lo ve: ¿quién se acuerda de los demás que le han precedido en el olimpo mundialista de este país?

He dicho.


2 comentarios:

Loly Díaz dijo...

La explicación a este reconocimiento nobiliario es la siguiente: el fútbol es el "deporte rey", y por eso nuestro monarca le ha concedido el marquesado. La aristocracia tiene estas cosas, sean justas o no. Salu2.

WhiteKnight dijo...

Pues sí: una explicación plausible, dadas las circunstancias. Salu2.