Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

lunes, 20 de diciembre de 2010

Una historia peligrosamente familiar

Algo ocurre en la Casa Blanca, y no augura nada bueno. Ayer, a la conclusión del choque frente al Sevilla felizmente resuelto gracias al olfato de Di Maria, José Mourinho rompió la baraja (para unos) o se puso en su sitio (para otros). Sólo que los primeros, los que creen que el portugués se sobró al airear la famosa hoja de los trece errores arbitrales (presuntamente una obra de Valdano) y de paso, reclamar más apoyo de la directiva para defender al equipo, son mayoría. Así se manifiestan entre otros Alfredo Relaño en AS, o Santi Segurola y Roberto Palomar en MARCA. No sé si es casualidad o no, pero me resulta muy sospechoso este giro copernicano frente al entrenador merengue, al que no hace mucho se le otorgaba un respaldo monolítico y sin fisuras en la prensa capitalina. Ignoro si ha habido consigna por parte de alguien importante en el club merengue, en sentido de romper hostilidades contra Mou en los medios de comunicación afines al Real Madrid (porque, qué quieren que les diga, eso de la independencia de la prensa en general y la prensa deportiva en particular es, en mi humilde opinión, un camelo.) Espero y deseo que todo esto no sean más que fantasías del abajo firmante.

Porque, si efectivamente se ha levantado la veda contra el entrenador madridista, no me cabe duda de que hoy mismo se ha puesto en marcha un poderosísimo engranaje que, lenta pero inexorablemente, triturará incluso a un personaje sólido como Mourinho hasta hacerle puré, para terminar llevándoselo por delante, y con él, muy posiblemente, al mismísimo Florentino Pérez. Es decir, que el actual entrenador merengue seguiría el ignominioso andar de Luxemburgo, Capello, Schuster o Pellegrini. Las consecuencias para el club podrían ser simplemente nefastas. Y la liga española, para mayor regocijo de la pléyade de juntaletras del nordeste, quedaría irremediablemente en manos del Barça durante al menos los próximos diez años. Porque, guste o no, ahora mismo (como ya sucediera el año pasado) el Real Madrid es el único equipo que, mejor o peor, resiste el dulcísimo momento del Barça. Es el único que, de seguir así las cosas, tendrá posibilidades de evitar lo que parece irremediable. Los demás, a estas alturas de campeonato, cuando ni siquiera se ha consumido la mitad de la temporada, simplemente ya no cuentan, no importa lo que digan las matemáticas. Juegan otra liga, y lo saben.

Mourinho tiene razón en una cosa: él no está para ser el recadero de nadie en la directiva. Se le paga para entrenar y ganar títulos, no para oficiar de correveidile. Y si algún directivo (incluido el ínclito Valdano) tiene razones para protestar la actuación del árbitro, que lo haga en persona si se atreve, en vez de pasar el recadito al entrenador para que se coma el correspondiente marrón. Y si Mourinho reclama más poder en el club, no es menos de lo que hace el bueno de Guardiola en el Barça (Zubizarreta, en mi opinión, es un mero adorno), lo que pretende Benítez en el Inter, o la posición de que goza Arsene Wenger en el Arsenal (éste último, por cierto, sigue tan campante a pesar de su paupérrimo balance de títulos en relación a Manchester United, Chelsea o Liverpool). Mourinho, en definitva, reclama para sí lo que debe tener: el apoyo decidido de la directiva, el respaldo unánime del club, y que le dejen trabajar, en lugar de ponerle zancadillas. ¿O es que en el Real Madrid pensaban que habían contratado a la Madre Teresa? No lo creo; más bien pienso que sería más sensato actuar de modo consecuente: si le has contratado, toca apuntalarle con todas las consecuencias y hasta el final. Luego ya se verá.

Porque si todo lo anterior fuera poco, y al margen del sainete de la lista de los trece puntos en Word, se oye la sempiterna cantinela de que el Real Madrid no tiene derecho a quejarse cuando las decisiones arbitrales le perjudican. Algo que ya hemos escuchado recientemente en boca del presidente del Valencia, y ahora por obra y gracia de Josep Maria del Niu. Otros, incluyendo a los mentados juntaletras del Principado, sí: faltaría más. Pero el Real Madrid, nanay. Esto no es victimismo, señores, es simplemente poder hacer lo que otros: decir que, conforme a tu criterio, el árbitro te ha perjudicado. Ni más ni menos. ¿Que sucede en muy raras ocasiones? Cierto, pero sucede.

No es momento para esto, no es momento para cargarse el proyecto de este año cuando aún no se ha escrito ni la mitad de la historia. El daño puede ser gravísimo.

He dicho.

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