Ni siquiera la muerte podrá separarnos ...

miércoles, 28 de octubre de 2009

¡Que te pego, leche!

Y les pegaron. No una ni dos, ni aún tres, sino cuatro leches como cuatro soles, que igualmente pudieron ser, a tenor de lo comentado en la radio, el doble. La noche del 27 de octubre de 2009 quedará en la memoria colectiva merengue como la más vergonzosa y bochornosa vivida por este club, nombrado mejor del siglo XX, sí, pero que a día de hoy está a años luz de emular o evocar siquiera las glorias de antaño. Bien por el Alcorcón, un equipo modesto pero con idea de fútbol y ampliamente sobrado de motivación. Nada que objetar a su trabajo, a su entrega y su entusiasmo, antes bien, aplausos y más aplausos para ellos, ovación de gala que el Bernabéu debería dispensarles en el encuentro de vuelta, según pisen el césped. Da igual el resultado, poco importa si los de Pellegrini (me resisto a llamarles equipo) consiguen la improbable hazaña de remontar el tanteo adverso. Porque meterle cuatro o cinco goles a un Alcorcón es lo menos que se espera de un Real Madrid que, si bien anoche dejó muchos titulares de peso en la reserva, estaba plagado de internacionales, de jugadores con amplia experiencia a sus espaldas, curtidos en mil batallas, y que anoche fueron manejados como bailarinas de salón, como peleles de feria o, como bien decía el bueno de J.B. Toshack, como pollos sin cabeza. La vergüenza, el oprobio y la humillación quedarán ahí para siempre, como una mancha indeleble en el debe de estos jugadores y de este club.

Cuánto han cambiado las cosas desde que uno tiene uso de razón y ha visto fútbol. No es la primera vez que el Madrid se lleva un varapalo de aúpa, ni siquiera en la Copa del Rey (antes del Generalísimo). Pero aún cuando así fuese, el equipo al menos era capaz de sacar adelante situaciones complicadas por casta, por orgullo torero y por amor propio. Esos valores parecen haberse perdido por completo, hasta el punto de que ni siquiera algunos canteranos ilustres (nótese la ironía) muestran el más mínimo asomo de las virtudes que encumbraron a sus predecesores. Un ejemplo: nada más terminar el encuentro de anoche, y ante los micrófonos de la cadena SER, José María Gutiérrez (anoche, por enésima vez, Mari Guti) valoró el mal resultado con un "bueno, así parece, ¿no?". No, amigo mío, no es que parezca que os han dado las vuestras y las de un bombero, es que os las han dado. Todas. Añadió luego el susodicho que de lo sucedido anoche no deberían derivarse consecuencias. Es posible. Las decisiones complicadas no deben tomarse en caliente, pues en estas situaciones es fácil dejarse llevar por el enojo, aun estando plenamente justificado.

Pero si el que suscribe estuviese en el pellejo de Manuel Pellegrini, mi primera decisión, aún en caliente, estaría más que clara: salvo lesiones, sacaría en el Bernabéu exactamente el mismo once que anoche hizo el estruendoso ridículo de Alcorcón. A los mismos. Ellos frente a los patricios de la grada y frente a los leones del vecino pobre de la periferia. Y a ver si son en verdad gladiadores, a ver si demuestran orgullo, casta y saber hacer. Si consiguen remontar el resultado, al menos habrán lavado su propia imagen. Si no, se habrán hecho acreedores a un bochorno aún mayor... si cabe.

Claro que el propio técnico chileno no debe irse de rositas en todo esto. Suya es la organización del equipo que le ha llevado a un fútbol mediocre y a una completa desorganización, con un centro del campo inexistente y atascado (Ay, Sneijder, cuánto te eché de menos), sin juego por las bandas (ay, Robben, ídem de ídem), nulo en la motivación y, al parecer, en la disciplina. Esto salpica también más arriba, a la dirección técnica (es decir, directo a las testas de Jorge Valdano y Miguel Pardeza) que ha demostrado que su proyecto presenta notables fisuras que empiezan a parecer grietas. El pasado sábado, en una entrevista concedida al diario AS, Xabi Alonso dejaba bien claro a los navegantes que una de las carencias más graves del equipo era el juego por las bandas. No lo dijo exactamente así, claro, pero sus palabras no podían hallar otra interpretación en una mente medianamente capaz. Ayer, el técnico del Alcorcón hizo buena la apreciación del tolosarra: hizo un traje a su rival por las bandas, que fueron, una vez más, absolutamente inexistentes en los blancos. El problema es que, tras la marcha de Robben al Bayern, al Madrid sólo le quedan dos jugadores de banda: CR9 y Drenthe. Nadie más.

Perder en liga contra el Sevilla en el Pizjuán entra dentro de lo lógico y lo asumible. Hacerlo frente al Milan en el Bernabéu entra de lleno en lo estrambótico, pues no se puede explicar el derrumbe y la descomposición de la segunda parte. Pero perder de ese modo frente al Alcorcón, aun sin las grandes figuras, entra de lleno en lo inexcusable, en lo incalificable o, como diría el microcéfalo de Pepe Carazote, en lo intolerable.

Vergüenza. Esa es la palabra.

He dicho.


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